Capítulo VIII

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Para que entiendan la línea temporal, han pasado diez meses desde que America se fue de Illea.
Es decir, desde el capítulo anterior han pasado cinco meses (los ocho desde que se marchó a Mónaco).

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Si más palabrería los dejo con el capítulo más emocionante que he escrito hasta ahora.
¡Disfrútenlo! 

...

VIII

8 MESES DESPUÉS

Eran las diez y las noches estaban más frías. Ese día habían acabado oficialmente mis estudios.
Philippo, cuyo entrenamiento para heredero de la corona se iba a prolongar por un año más, había organizado una cena con ayuda de Nicoletta para poner en práctica sus aptitudes protocolares ante miembros de la corte del Tratado.
Durante los ocho meses que transcurrieron en Mónaco jamás creí cómo mi vida cambiaria de forma radical: Mi forma de hablar, de caminar, hasta la forma de sociabilizar. Todo, todo había cambiado en mí.

Estaba leyendo la última carta de Marlee mientras hacía tiempo para presentarme a la cena. En ella, como sucedía todos los meses, decía exactamente lo mismo: Maxon aún no se casaba y no daba señales de que eso sucediera pronto.

Recordé el día cuando la esperanza se alojó en mí con más fuerza que nunca. Aquella noche, hace cinco meses, luego de un examen terrible que me había dejado sin pestañas por no poder dormir.
Nicoletta había estado a punto de tirar la puerta de mi habitación a golpes. Cuando la abrí entró a trompicones casi botando la silla de la mesita que usaba para estudiar.
Corrió hacia el televisor y sintonizó con el control remoto el Report de Illea. Me agarró por los hombros, me plantó frente a la pantalla y se quedó de pie, tras de mí, enterrando sus uñas en mi piel mientras Clarkson le pedía a Maxon que anunciara las novedades.

Fue inevitable contener un suspiro. En esos momentos habían pasado casi cinco meses que no sabía nada de él. Me había negado rotundamente a ver los Report, pero ese día fue diferente.
Él estaba diferente.

Su cabello estaba un poco más largo de lo habitual, sus ojos tenían un brillo entusiasta y el traje de dos piezas era de un tono azul.
Pero por sobre todo, no llevaba corbata. Lo que le daba a su imagen una apariencia más distendida.
¿Cómo había sucedido aquello y cómo su padre lo había dejado?
Ciertamente por la expresión del rey, éste no estaba a gusto con el anuncio que se iba a dar, y probablemente tampoco lo estaba con muchas cosas que estarían fuera de su control. Como la apariencia de su hijo, por ejemplo.

Me quedé en silencio aguantando el aire mientras Maxon anunciaba, muy a su pesar, que debido a los recurrentes ataques al palacio, cuya última bomba había destruido toda un ala y casi herido a su madre y a Kriss, se postergaría la boda por tiempo indefinido.
Grité tan fuerte que comencé a reír. Nicoletta me sacudió por los hombros.
La boda se había postergado definitivamente. Maxon no se iba a casar hasta que descubrieran quién quería hacerles daño, y si a eso le sumaba la información en las cartas de Marlee, no había forma de saber quién era. Pero por supuesto, aquello no iba a decirlo por el Report.
En la pantalla el rey se veía cabreado teniendo que soportar aquella noticia, la reina tenía su semblante triste, al igual que Kriss, que miraba a Maxon como si estuviera demasiado lejos de ella.
Y él también lucía triste, con excepción de que el brillo de sus ojos no estaba apagado como el resto de su familia.

Esa noche había sido la mejor de todas. La noche que descubrí que quería volver a Illea lo antes posible.

Así que estudié tanto que me convertí en la mejor de mi clase, bailé, hasta que el tango se transformó en algo que podía hacer con los ojos vendados, igual que los bailes clásicos de salón y hasta los ritmos modernos. Aprendí a caminar con todo tipo de zapatos como si pasara nubes de algodón y a hablar en italiano tan fluido que ya podía agregarlo a mi lista de idiomas.

La Única (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora