Capítulo XXXV

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XXXV

MAXON

Llegamos al palacio al atardecer. Nunca aprendí a conducir —porque tenía choferes que me llevaban a todos lados—, así que no me vi capaz de hacerlo con el camión que nos había llevado hasta el bosque.
Por suerte, de todos los sobrevivientes y malheridos, el que menos afectado estaba era un hombre que había sido secuestrado junto con America.
Era panadero y su nombre era Stuart. Hacía semanas que no veía a su familia y estaba un poco en mejor forma debido a su cuerpo robusto; a diferencia de los demás afectados, quienes habían perdido desde dientes hasta exceso de sangre producto de las intervenciones que les hacían en ese horrible lugar.

Decidí darle trabajo a Stuart como chofer oficial de insumos nacionales, así que el hombre podría viajar por todo el país llevando alimentos a diferentes regiones.
A pesar de su tamaño y barriga enorme, el hombre se puso a llorar cuando se lo ofrecí, pero luego le tuve que suplicar se concentrara en el camino para no chocar contra un árbol.

Cuando llegamos al palacio un grupo de soldados y doncellas corrieron hasta nosotros. Podríamos haber entrado por las cocinas, pero había demasiados heridos como para pretender que no pasaba nada.

Lucy, Kriss, Marlee, Paige y Mary corrieron hacia Aspen, Carter, Roger y el poco puñado de soldados sobrevivientes que estaban conmigo. Lamentaba haber dejado a los fallecidos atrás, tendría que volver por ellos en algún momento para poder entregárselos a sus familias respectivas.

Gabe y August fueron los últimos que se bajaron del camión luego de que todas las personas y soldados fueran derivadas a la enfermería, a Mera o al hospital más cercano.

America se bajó junto a mí le tomé la mano frente a todo sin importarnos nada. Era hora de solucionar las cosas.

Cuando subimos las escaleras para entrar al palacio Kriss se colocó ante nosotros viéndonos con los ojos muy abiertos. Tragué saliva cuando noté que ella miraba nuestras manos juntas. Se llevó la suya a la boca y algunas lágrimas cayeron de sus ojos.

Con America nos miramos sin saber qué decir. ¿Acaso seguía enamorada a pesar de todo lo que nos había contado? Sin embargo, al cabo de unos segundos nos sorprendió al arrojarse sobre nosotros con ambos brazos abiertos.

—¡Oh Dios, creí que habían muerto! ¡Están vivos! ¡No puedo creerlo! —lloró desconsolada. Al apartarse se lanzó sobre America con un alarido—. ¡No puedo creer lo que hiciste por mí! ¡Jamás podré agradecértelo lo suficiente! ¡Gracias, gracias!

Ambos estábamos solo un poco mal heridos y America aún tenía aquel corte en su pierna por el roce de la bala. Debía curarse lo más pronto posible. Así que le pedí a Kriss que regresara a su habitación y que aguardara, porque tenía algo importante que anunciar y que hablar con ella.

—¿Dirás la verdad? —susurró asustada. Asentí imperceptiblemente. Ella cerró los ojos y respiró hondo.

—Será difícil...

—Lo sé.

—¿Cómo pretendes hacerlo?

Con America nos miramos. En el camino de regreso conversamos sobre el mejor modo de revelarnos ante el mundo. Suspiré.

—Ya lo sabrás...—dije preocupado. Kriss asintió del mismo modo y regresó al interior del palacio para ayudar a los heridos. Volvió a mirar atrás solo una vez antes de desaparecer por las puertas.

Fue un momento incómodo y extraño. A nuestro alrededor los soldados del palacio iban de un lado otro cargando heridos mientras otro grupo me rodeaba.

La Única (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora