Capítulo XX

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NOTA IMPORTANTE:

XX

Soñé con botellas girando en el suelo, cálculos matemáticos y besos furtivos que me despertaron más de una vez.
La última vez que abrí los ojos eran pasadas las tres de la madrugada, pero volví a caer dormida casi instantáneamente.
Era como si la cabeza me pesara toneladas. Jamás había encontrado tan placentero hundirla entre las almohadas. Esperaba que nadie, ni en un millón de años, llegara a despertarme.
Estaba en mi mundo feliz.

Pero aquello duró poco. Aunque hubiera dormido más de diez horas el sonido del teléfono a un lado de la cama me hizo dar un salto. Me senté de golpe. No veía nada y con justa razón. Tenía el cabello pegado a la cara y la cabeza debajo de un montón de almohadas.
No tenía idea de cómo había ido a parar a esa situación.
El sonido del teléfono se multiplicó como campanadas en mi cerebro. Un dolor agudo se extendió desde mi nuca hasta la frente. Apreté los ojos cuando la luz me molestó y volví a caer sobre la cama.

Me giré sobre mi abdomen y estiré el brazo para coger el auricular.

—¿...hola? — pregunté adormilada. Mi voz sonaba horrible.

—America tienes una llamada en la línea tres—anunció Lucy nerviosa, ni siquiera me saludó pero le resté importancia—. ¿Estás bien? Te escuchas extraña.

Bostecé.

—Sí... estoy bien...—apreté los ojos. ¿Por qué el sol estaba tan brillante?

—Genial. Te están esperando. Solo presiona el tres y serás comunicada.

—Está bien...—volví a bostezar. Abrí un ojo a duras penas y traté de atinarle al tres— ¿Diga? —pregunté manteniendo un ojo cerrado y otro abierto.

—¿Principessa?

—¡¿Philippo?! —exclamé. Me moví tan rápido que me enredé con la sábana y todas las cosas que tenía encima y terminé cayendo al suelo. El mundo dio vueltas—. ¡Ay! ¡Diablos!

Escuché una risa.

—¿Te he despertado? Según mi reloj allá son las diez de la mañana ¿qué haces durmiendo aún?

—¿Qué? —volví a exclamar. Miré hacia todos lados, el sol entraba radiante a la habitación. ¿Dónde diablos estaba Marlee que no me había despertado?

Agité la cabeza. Eso sonó terriblemente mal.

Otra risa.

—¿Mala noche? —preguntó jocoso. Sacudí la cabeza, pero fue una pésima idea. Mi cerebro se agitó igual que en una licuadora.

—Algo así...—intenté enfocar. Cuando me acostumbré a la luz, los recuerdos del día anterior me golpearon como una avalancha. Me sonrojé sin poder evitarlo y un calor intenso se apoderó de mi cuerpo.

—¿Estás bien? —preguntó preocupado—... ¿Hola? ¿Sigues ahí?

—Sí, disculpa...—intenté ponerme de pie, me sujeté del borde de la cama y me impulsé hacia arriba—. Anoche bebí demás...

—¡Oh! ¿Así que saben divertirse en Illea? Creí que eran aburridos —dijo animado. Aunque el tono de burla se plasmaba en cada palabra.

Temblé. Algunos recuerdos seguían borrosos en mi mente. Solo entonces mi cerebro me advirtió que Celeste había sido la causante de mi actual estado.

Abrí los ojos de golpe olvidándome por un momento que la cabeza se me partía en dos.

—No... no, hay de todo... quiero decir...—respiré hondo y me apreté el tabique—. Una amiga me invitó a beber con ella...

La Única (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora