Capítulo XXVI

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XXVI

Cuando entré al salón me detuve. En la penumbra, con las luces de colores y las estrellas del techo brillando, el salón se veía...

-Mágico...-susurró Philippo-. Esto es mágico...

La música era movida, no había piezas clásicas ni de vals. La gente iba vestida con colores impresionantes. Las mujeres llevaban vestidos rojos, verdes, azules y morados. Algunas tenían su cara cubierta con máscaras impresionantes, repletas de plumas y de penachos brillantes.
También muchas usaban pelucas, parecía una fiesta sacada de una película.
Philippo miró hacia el cielo y exclamó algo en italiano. Los trapecistas volaban de un lado a otro. Apenas iban vestidos, pero nadie se fijaba en ello, sino en las peligrosas piruetas que hacían con las telas.
La banda estaba al fondo sobre un escenario y la música hacía que quisiera mover los pies. Los vocalistas eran un hombre y una mujer. Él tenía la piel oscura y llevaba anteojos de sol. Era enorme y tenía los brazos al descubierto, su traje era de lentejuelas púrpuras. La chica era lo opuesto, tenía el cabello rosa chicle y era muy blanca. Vestía una minifalda metálica y un escote que dejaba ver su sujetador con brillantes.
El resto de la banda tras ellos vestía del mismo modo. El guitarrista llevaba una peluca azul que le cubría los ojos y una máscara que le tapaba toda la cara, al igual que el baterista, el tecladista y la bajista.

Miré hacia todos lados, la multitud estaba entusiasmada. Todos saltaban y bailaban, Philippo me arrastró por entre la gente. Percibí la mirada de los invitados sobre mí, bajé la mía avergonzada arrastrando la cola del vestido a medida que caminaba. Era extraño, tenía las piernas cubiertas, pero igualmente se veían, igual que las zonas no cubiertas de mis costillas y pecho. Al menos el escote tenía un entramado más grueso, pero aún así comencé a sentirme muy observada.
Y fue peor cuando uno de los focos principales cayó sobre nosotros iluminándonos con su luz blanca.
La voz del cantante se amplió por todo el salón. Mi espalda se tenso como tabla de planchar.

-Damas y caballeros de Illea, es un gran honor tener entre nosotros a Philippo Volutto, príncipe de Italia y futuro heredero de la corona italiana. ¡Un aplauso señores!

Intenté esconderme detrás de él, pero fue un intento inútil. Yo no tenía por qué ser iluminada pero me enfocaron de todos modos.

-¡Y lo acompaña nada más y nada menos que una hermosa enmascarada! ¿Quién es? ¿Acaso será la ex seleccionada y embajadora Italiana America Singer? -exclamó la otra cantante, Philippo alzó el pulgar afirmándolo- ¡Lo es! ¡Y está infartante! ¿No Kam?

-¡Y qué lo digas Mon amour! -la voz del hombre era densa, baja y ronca-. ¿Quieren verlos bailar?

La gente estalló en aplausos. Agité la cabeza y di un paso atrás, pero Philippo se entusiasmó. Levantó la mano y saludó a todos con efusividad. Se quitó la capa con una sola mano y se la lanzó a una chica que estaba cerca. Ella comenzó a gritar emocionada.

La banda comenzó a tocar una nueva canción y yo comencé a buscar por dónde arrancar. Pero Philippo me agarró por el brazo y me arrastró hasta el centro de la pista donde la gente había formado un círculo.

La canción tenía mucho ritmo, pero yo quedé estática frente a él intentando cubrirme el pecho con las manos. Me sentía desnuda y vulnerable ante la mirada de todos. Por suerte la máscara en algo ayudaba a no sentirme tan intimidada. Pero Philippo parecía disfrutar aquella atención, ya estaba bailando una coreografía que no conocía y la gente lo aplaudía.

-¡Anda preciosa, yo sé que eres buena en esto! -hizo un movimiento con los brazos y al hacer un giro me agarró por la cintura arrastrándome con él. Me sonrojé.

La Única (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora