(La Dama Triste llega al jardín de la Meditación.)

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Dama.- Perdonéme, doctor. . .

Doctor.- Señora. . .

Dama.- He seguido sus consejos con la mejor voluntad: he llorado toda la mañana, me he sentado bajo un sauce mirando fijamente el agua. . . Y nada. Cada vez me siento más cobarde.

Hans (animandola).- ¿Ha visto usted nuestro muestrario último de venenos?

Dama.- Sí, los colores son preciosos, pero el sabor debe ser horrible.

Hans.- Puede añadirse un poco de menta, espliego. . .

Dama.- No sé. . . El lago también me gustaría, pero está tan frío. No sé, no sé qué hacer. . . ¿Qué pensará usted de mí, doctor?

Doctor.- Por Dios, señora; le aseguro que no tenemos prisa alguna.

Dama.- Gracias. ¡Ah, morir es hermoso, pero matarse!. . .
Dígame, doctor: al pasar por el jardín he sentido un mareo extraño. Esas plantas, ¿no estarán envenenadas?

Doctor.- No; todavía no hemos descubierto la manera de envenenar un perfume.

Dama.- Lástima, ¡sería tan bonito! ¿Por qué no lo ensayan ustedes?

Doctor.- Es difícil.

Dama.- Inténtelo. Yo tampoco tengo prisa; puedo esperar.

Doctor.- Siendo así, lo ensayaremos.

Dama.- Gracias, doctor, es usted muy amable conmigo.

(Va a salir. Se detiene al ver entrar al Amante Imaginario. Es un joven de aspecto romántico y enfermizo. Vive ensimismado. Suena detrás de él una campana, y se vuelve sobresaltado. Se recobra. Saluda turbado.)

Amante.- Buenos días. . .

Doctor.- ¿Ha elegido usted ya su. . . Procedimiento?

Amante.- No, todavía no. Pensaba.

Hans(Ofreciendo la mercancía como en un bazar).- Tenemos un sauce especial para enamorados, un lago de leyenda. . .
Si le gustan los clásicos, podemos ofrecerle el ramo de rosas con áspid, modelo Cleopatra, el baño tibio, la cicuta socrática. . .

Amante.- ¿Para qué tanto? Cuando la vida pesa basta con un árbol cualquiera.

Hans (apresurándose a tomar nota en su cuaderno).- Ah, muy bien. "Suspensión". Perfectamente. ¿Numero de cuello?

Amante.- Treinta y siete, largo.

Hans.- Treinta y siete. ¿Tiene preferencia por algún árbol?

Amante (en una reacción brusca).- ¡Oh, cállese, no puedo oírle! Tiene usted la frialdad de un funcionario. Es odioso oír hablar así de la Muerte. (Transición.) Perdón. . . (Va a salir por la Galería del Silencio.)

Doctor.- Un momento. Si no se ha decidido aún. . . esa Galería no debe atravesarse más que en la hora decisiva.
Al jardín de la Meditación, por aquí.

Amante.- Gracias.

Doctor.- ¿Necesita alguna cosa? ¿Libros, licores, música. . . ?

Amante.- Nada, gracias. . . (Sale. Saluda a la Dama Triste con una inclinación de cabeza.)

Dama.- ¿Otro desesperado? ¡Qué pena, tan joven. . .! ¿Algún desengaño de amor?

Doctor.- Así parece.

Dama.- ¡Pero si es un niño! De todos modos, dichoso él.
¡Si yo tuviera al menos una historia de amor para recordarla! (Sale.)

Hans.- Y así todos. Mucho llanto, mucha tristeza poética; pero matar no se mata ninguno.

Doctor.- Esperemos, Hans.

Hans (sin gran ilusión).- Esperemos. ¿Alguna orden para hoy?

Doctor.- Sí, hágame el favor de revisar la instalación eléctrica. La última vez que el profesor de Filosofía se tiró al agua no funcionaron los timbres de alarma. (Sale Hans. El Doctor se dispone a tomar unas notas. Se oye de pronto un grito de mujer. Por la Galería del Silencio sale corriendo Alicia; una muchacha, apenas mujer, de dulce aspecto. Viste con una sencillez humilde y limpia. Viene espantada, como huyendo de un peligro inmediato.)

Prohibido🚫 Suicidarse🔫 En Primavera🐦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora