Chole, Fernando y el Amante.

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Amante. -Perdón. . . ¿Compañeros?

Chole.- Funcionarios. . .

Amante. - Ah, funcionarios. . . (Va a seguir, desilusionado.)

Fernando. - Quédese un momento. ¿Por qué no se sienta? Tiene usted un aspecto fatigado.

Chole. - ¿Quiere usted tomar alguna cosa?

Amante. - Gracias. Quiero terminar cuanto antes. (Señalando, solemne, la Galería del Silencio.) Hoy mismo traspasaré esa última puerta.

Fernando. - ¿Ha decidido ya su procedimiento?

Chole. - No sé decida sin consultarnos: tenemos los mejores venenos, un lago de leyenda, celdas individuales y. . .
Amante (brusco). - ¡Ah, ustedes también! ¡Cállense! Todo es frío..., odiosamente frío. Yo esperaba encontrar un corazón amigo.

Chole. - Cuente usted con ese corazón. Hemos visto su ficha. "Desengaño de amor". Nos gustaría tanto conocer su historia.

Amante (con ganas de contarla).- ¿De veras? ¿La oirían ustedes? No se si valdrá la pena. . .

Chole.- ¿Como no? ¿Quiere usted contárnosla?

Amante. - Gracias. . . (Pausa.) Yo era un empleado en una casa de banca. Hacía números por el día y versos por la noche. Siempre había soñado aventuras y viajes, pero nunca había realizado ninguno. Una noche fui a la Opera. Cantaba Cora Yako el papel de Margarita. ¡Una mujer espléndida!

Fernando. - La conozco. Ha dado mucho que hacer al huecograbado.

Amante. - Cora Yako cantó toda la noche para mi. No era ilusión, no; sus ojos se clavaban en los míos, en lo más alto de la galería. ¡Cantaba y lloraba y moría para mi sólo! Aquella noche no pude dormir. Al día siguiente equivoqué todas las operaciones en el banco. Y volvi al teatro, temblando, dos horas antes de empezar.

Chole. - ¿Repetían el "Fausto"?

Amante. - No, era "Nada me Butterfly". Pero el fenómeno volvió a repetirse. La noche anterior eran dos ojos azules y unas trenzas rubias; ahora eran dos ojos de almendra negra y un kimono de estrellas. Pero el mismo abrazo de luz entre los dos. . . En el banco, todo el dinero pasaba por mis manos. Cogí una cantidad; mi sueldo de dos meses. Y le envié un ramo de orquídeas y una tarjeta. Después. . . (Vacila. Se calla.)

Chole. - Después, ¿qué?. . . Diga.

Amante. - Después. . . Después ¡fue la felicidad!. . . Los barcos y los grandes hoteles. Viena, El Cairo, Shanghai.
Nos besábamos un día en el desierto, entre los sicomoros, y al día siguiente en un jardín de lotos. ¡Yo, miserable empleado de una banca española, he abrazado en todos los idiomas a Margarita y a Madame Butterfly, a Brunilda, a Scherazada!. . .

Fernando. - Enhorabuena. ¿Y qué más?

Amante. - (Seco). - Nada más.

Chole. - ¿Nada más? ¿Entonces?
Amante. - ¿Qué? ¿Por qué me miran así? ¿No me creen? ¡Les juro que es verdad! Yo he sido el gran amor de Cora Yako. ¡Es verdad, es verdad!

Fernando. - (cambia una mirada con Chole). - No es verdad.

Amante. - ¡Les juro que sí! ¿Por qué no había de serlo? ¿Que tengo yo para que no me quiera una mujer?

Fernando. - No es por usted. Seguramente es un gran muchacho. Pero ha contado su historia de un modo tan extraño...

Chole. - ¿Por qué ha mentido usted? Háblenos sin miedo, como a dos amigos.

Amante (vencido por el tono cordial de Chole). - Tiene usted razón. Para qué mentir, si nadie me cree. . . Y sin embargo sólo he mentido a medias. Es verdad que he destrozado mi juventud sobre el pupitre de una casa de banca.
Es verdad que Cora Yako me miraba cantando. Y es verdad que robé por ella. Pero el amor y los viajes. . . Sólo los he soñado. Al día siguiente, cuando volví al teatro con mi corbata nueva, el vestíbulo estaba lleno de baúles y decorados sucios. Mi ramo estaba tirado en un rincón, y la tarjeta sin abrir. De mi sueño sólo quedaba la pobre verdad de mi desfalco, y un ramo de orquídeas pisadas. . . Pero eso no debe saberlo nadie. Déjenme contar esta historia a todo el mundo. Necesito que la crean todos. Necesito creerla yo también. . . y después morir feliz (Volviéndose rápido.) El doctor viene. No le digan ustedes nada; él es ya un viejo y no puede comprender estas cosas. . . No le digan ustedes nada. (Sale de puntillas. Entra el Doctor.)

Doctor. - Sus habitaciones están dispuestas quieren pasar a verlas?

Chole. - Yo voy. Saca tú de las maletas del coche, Fernando. Cuando usted quiera doctor.
(Sale con él, llevándose el maletín. Fernando a solas, da unos pasos en la dirección en que salió el Amante Imaginario. Se vuelve al ver entrar a la Dama Triste.)

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HOLA espero les este gustando quisiera notificarles que Noo 😢😭 podré escribir y actualizar a diario porque estoy estudiando paa hacer examenes en octubre gracias por su apoyo y comprensión.😄

P.D. Sus votos y comentarios me impulsan a seguir escribiendo.. 😄

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