Fernando y Chole

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Fernando (acudiendo a ella al verla llegar ). - ¡Chole! ¿Estas mejor? ¿Te sientes débil todavía?

Chole. - Ya pasó todo.

Fernando. - ¿Todo?

Chole. - El dolor, el peligro. . . Lo otro, habrá que resolverlo también tarde o temprano. ( Pausa. Con un tierno reproche.) ¿Por qué te escondes, Fernando? No te he visto ayer. ¿Crees que puede adelantarse algo así? Hay delante de nosotros una verdad cruel que no se borra con cerrar los ojos.

Fernando. - No pienses ahora en eso. No te he visto porque el doctor me lo prohibió. Tenías fiebre; necesitabas reposo y soledad.

Chole. - ¿No me viste anoche?

Fernando. - Si. No respirabas todavía. Cuando te caíste al lago. . .

Chole. - ¿También tú? ¿También tú dices "cuando te caiste"?. . . ¿Por qué quieres engañarte a ti mismo? No me caí: lo quise yo. Iba a buscar la muerte.

Fernando. - ¡No, Chole no es posible!

Chole. - También me lo parece a mi ahora. Pero ayer. . . Dime, Fernando; hay una cosa que necesito saber, que no he querido preguntar a nadie porque tengo miedo a la verdad. Pero que no se puede callar más. Dime, anoche. . ., cuando me caí. . ., hubo un hombre que arriesgo su vida por la mía. Lo vi entre sueños. . . ¿Eras tú, verdad? (Le mira angustiada, esperando.)

Fernando. - No.

Chole. - No eras tú. . .

Fernando. - Hubiera querido serlo. Pero fue Juan. Él te vio caer; yo no lo supe hasta después, cuando te trajeron aquí.

Chole (acaricia inconscientemente las flores del hermano). - Pobre Juan. . . Toda la noche ha estado sin sueño, con el oído pegado a mi puerta, oyéndome respirar. Ha sufrido más que yo misma. Tú no sabes, Fernando, qué bueno. . ., qué bueno y qué desgraciado es tu hermano.

Fernando. - Lo sé todo.

Chole. - ¿Todo?. . . ¿Has hablado con él?

Fernando. - Con el doctor. Él no me lo diría nunca. Yo tampoco me atrevo a hablarle. Nos estamos huyendo como dos lobos heridos que se tienen miedo.

Chole. - ¡Hasta cuándo!

Fernando. - ¡Hasta ahora mismo! No puedo más. Compréndelo, Chole: hasta para ser desgraciado hace falta un poco de costumbre. Yo no puedo, no resisto.

Chole. - ¿Has pensado alguna solución?

Fernando. - ¡Salir de aquí. . ., huir!

Chole. - ¿Y a dónde? ¿Dónde podríamos escondernos que el recuerdo de Juan no estuviera con nosotros? No, Fernando. . ., no hay ya felicidad posible. La sombra de tu hermano se metería entre nuestros besos, enfriándonos los labios.

Fernando. - ¿Y qué podemos hacer? ¿Era solución lo que tú pensaste anoche? ¡Creías que desapareciendo tú, íbamos a aproximarnos él y yo? Tu muerte nos hubiera separado todavía más, convirtiendo en odio lo que hasta ahora no ha sido más que dolor.

Chole. - Es posible. Pero desde anoche no he dejado de pensar.

Fernando. - ¿Y qué has pensado?

Chole. - Juan no ha tenido nunca nada suyo. Ha estado siempre sólo entre nosotros, contemplando nuestra felicidad con sus ojos hambrientos, como un niño pobre delante de un escaparate. ¡No puede seguir solo! Vete tú si puedes. Yo me quedo.

Prohibido🚫 Suicidarse🔫 En Primavera🐦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora