La Comida del Plato Ajeno Sabe Mejor.

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Cenamos unas ricas hamburguesas con queso del McDonald's. A ninguno de los dos le apetecía cocinar. Después de tanto estudiar y hacer trabajos para exponerlos en esta última semana, estamos agotados. Es reconfortante estar tirada en un sofá, con las piernas enredadas con las de tu mejor amigo, mientras comes comida basura. Estos son los momentos de felicidad que no cambiaría ni por todo el oro del mundo. Josh es todo lo que necesito para que el tiempo se detenga, y mi humor se torne positivo.

- Es increíble, tienes tus patatas fritas ahí. Deja de robarme las mías. - me tira dos mientras las retira de mi alcance. Me río sonoramente, para luego comerme esas que me "regaló".

- Sabes que me gustan más las tuyas que las mías. Dame, no seas egoísta. - pongo morritos, para ver si esto hace que cambie de opinión.

- ¡Son las mismas! - oleadas de carcajadas surgen de su garganta, arrastrándome con ellas a un mar de risas.

- Lo sé, pero si es tuyo sabe mejor, no lo digo yo, está demostrado científicamente.

- ¿Científicamente? ¿Por quién la universidad inexistente?

- No. Por una muy formal, respetable y famosa. - su mirada expresa una intensa confusión, seguramente debido al tono serio que desprendió mis palabras. Sin poder evitarlo, sonrío. - La Paige Collins University. - vuelve a reírse. Doy gracias por poder escucharle reír tanto. Desde hace dos semanas nuestro humor está a flor de piel. Las carcajadas son un elemento que está presente cada cinco minutos. Nuestra vida es estable, somos felices y así seguiremos por muchos años.

Por fin en demasiado tiempo, veo una minúscula probabilidad de que en un futuro, mi vida esté calma, sin tormentos que la alteren, o disgustos que me vuelvan a quitar las ganas de vivir.

- Fresita, eres imposible de comprender. Solo dices incoherencias. Aparte, estabas contenta y de repente te pusiste seria. ¿En qué pensabas? - acaricié su mano con suavidad.

- En la suerte que tengo de tenerte. Sé que soy muy pesada, y que te lo digo mucho, pero es cierto. Josh, no me dejes nunca. - me muevo hasta tumbarme encima de él, mientras mis brazos estrechan su cuerpo.

Siento su abrazo a mi alrededor. Posa su mejilla en mi cabellera. Si alguien nos viera podría pensar que entre nosotros tenemos algo más íntimo que una amistad. Sin embargo no es así. Le quiero, es imprescindible en mi vida. Ha hecho tantos sacrificios por mí, que no me llegará toda la vida para agradecérselo, le debo tanto, que últimamente me he planteado la opción de corresponder esos sentimientos, pero existe el temor en mí de que todo eso pueda romper nuestro fuerte lazo.

Mi cabeza descansa en su pecho. Intento redirigir mis pensamientos, para que sean nuevamente positivos. Prefiero no pensar en cosas polémicas, personalmente hablando.

- Sí, tienes suerte detenerme. - susurra mirando al techo. - Y yo tengo suerte de tenerte a ti. Tienes en entender de una vez que yo no te dejaré sola a menos que tú me lo pidas. Nunca haría nada para disgustarte. Me preocupo por ti por razones que conoces perfectamente. Y sobre todo respeto tus decisiones, sean malas, sean buenas, yo las acepto.

- Sé que te refieres a Justin. Lo siento, fue un error que debiste impedir que cometiera. No pienso permitir que algo parecido vuelva a pasar, permitir que alguien me aleje de ti sin pelear. Perdón. - me besa el pelo. Siento su sonrisa pegada a mí.

- No quería decir eso. Aunque me alegra que lo menciones, sé que él no te dejaba verme, no te culpo a ti.

- Sé que nunca te lo dije, pero él sí que me dejaba verte, lo que me pidió fue que si no lo hacía él se sentiría mejor. Yo no quería provocaros ningún mal a ninguno, por lo que dejé de venir a buscaros para que mi ausencia no resultara más difícil, y hacer que él no sufriera porque yo estaba contigo. Estaba celoso de ti ¿sabes? Él nunca lo quiso reconocer. Aunque ahora que lo pienso si todo era mentira, esos "celos" también.

- No pienses en eso ahora. - coge una patata de las suyas para acercarla a mi boca. - Mejor sigamos comiendo.

Me la como sin pensarlo. Una vez me la he tragado, me río. Definitivamente sus patatas saben mejor que las mías.

Hard Memories Donde viven las historias. Descúbrelo ahora