El Descubrimiento.

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Mi cuerpo no me responde. Lo único que puedo hacer es disfrutar, odiar, disfrutar, sus labios sobre los míos. Después de segundos o minutos u horas; no soy consciente del tiempo; separa el contacto que creó entre nosotros. No abro los ojos por temor a que se esté burlando de mí, otra vez.

Siento su aliento cerca de mí. No se ha apartado lo suficiente como para respetar mi espacio personal. El olor a café que desprende hace que mi boca se derrita.

- Siento lo que dije. No es la verdad. Conoces al autentico Justin. - sus palabras solo son un murmullo. Parpadeo perpleja varias veces. ¿Yo conocerle? Nadie lo hace.

- Deja de engañarme. Por favor. Basta. Quiero olvidarme de los últimos dos años de mi vida, sobretodo a ti. No sigas intentando convertirme en una descerebraba. No lo soy. Asumo la responsabilidad de esto, yo sola me auto-engañé pensando que era verdad. Todos me advirtieron de que me alejara de ti, pero yo tenía que quedarme porque soy una ridícula orgullosa.

- No lo eres. Te quedaste porque esto es real. Tú sabes todo sobre mí, a pesar de que yo siempre me había negado a compartir mi información personal con cualquiera que no fuera yo. - me muevo alejándome de él. No deja de mirarme. Me revuelvo en el sitio incómoda. Dirijo mi atención al mundo exterior que se encuentra a través del cristal. La gente camina con prisa, pendientes de sus vidas, absortos en sus propios problemas.

Avisto el apagado horizonte mientras mi mente se remonta a tan solo 9 horas atrás...

[...]

Abro lentamente los ojos. Pestañeo un par de veces para acostumbrarme a la intensa luminosidad que entra por las enormes ventanas. Siento un ligero frío que me recorre las venas. Estoy sola en la habitación dónde me he despertado incontables mañanas. Me permito el lujo de sonreír unos segundos pero la seriedad vuelve a mi cara. Todo esto es demasiado bueno para que me esté pasando a mí. Debe ser solo un sueño del que me he de despertar en algún momento. Salgo de la cama poniéndome las pantuflas.

Entro al baño. Me cepillo los dientes distraída con todas las tonterías que se cruzan en el campo de visión de mis oscuros ojos. Acabo minutos después. Recojo mi acastañado y largo pelo en un moño mal elaborado. Me observo un corto momento para ver que mi pálida piel no tiene ninguna marca que la altere.

Salgo del dormitorio para buscar a Justin para desayunar con él. Me cruzo con un par de guardaespaldas que no quitan su vista de mis piernas, será el efecto de llevar un pijama de pantalón corto negro liso y camiseta de sisas, ambos de seda. Recorro varios metros de la mansión sin encontrarle entonces pongo rumbo a su despacho, pocas veces está ahí cuando yo me encuentro en la casa. Hallo la puerta mal cerrada. Me pregunto si estará ocupado... estoy a punto de irrumpir en la estancia cuando oigo la voz de Ryan.

- Justin ya no eres el mismo. Te has afeminado. Ella te ha vuelto un inútil. Acéptalo. - ¿ella? ¿Se refiere a mí? Sé que no debería escuchar conversaciones privadas pero si hablan de mí tengo derecho a saber qué dicen.

- Soy el de siempre. Ella no interfiere en nada. Si te molesta que esté aquí o que te haya ganado la apuesta te jodes. - ¿apuesta? Ahora estoy más confusa. Se percibe la estridente risa de Ryan como una burla soez.

- No es eso gilipollas. Ya te pagué la apuesta. Aparte, según tú folla de pena. Prefiero que la tengas acoplada a ti, no quiero pesadas en mi vida. - me paro en seco. Justin no pudo decirle eso. Soy incapaz de creérmelo. Anoche me pidió por enésima vez que ponga todas mis cosas en su habitación y cuando acepté su cara brilló como si fuera una especie de regalo.

- No la tengo acoplada cabrón, solo que no la iba dejar en la calle después de tantos esfuerzos por llevármela a la cama por nuestro reto. Es únicamente un acto de caridad. Eso no quiere decir que yo haya cambiado. - siento como la sangre abandona mi cara. ¿Soy una especie de trofeo que demuestra que Justin es el mejor engañando? Al parecer sí.

- Pues demuéstralo. Esta noche Mathew, Charlie y yo vamos a un club de striptease, ¿vienes o no? - retrocedo unos pasos para evitar enfrentarme a su respuesta, sin embargo desde mi posición aún se escucha todo.

- Por supuesto imbécil. Quedamos a las 11 en tu casa. - me niego a seguir atendiendo a este diálogo de orangutanes. Corro hasta el cuarto dónde se encuentran mis escasas y verdaderas pertenencias. En mis 20 años de edad nunca le pedí nada a nadie y no voy a empezar a deberle algo a él. Me visto con lo primero que veo de la ropa que traje a esta casa; vaqueros negros, camiseta de manga corta azul oscuro y unas Converse del mismo color. Salgo caminando tan rápido como puedo pero antes de que pueda llegar a la puerta principal una limpiadora se cruza en mi camino.

- Señorita Collins, ¿va a salir?

- Sí y no voy a volver. Encantada de conocerla Martha. - esquivo su cuerpo dirigiéndome al exterior. Respiro hondo el aire fresco mientras camino dejando atrás a Justin Bieber y todo lo que tiene que ver con él.

[...]

Hard Memories Donde viven las historias. Descúbrelo ahora