Verdaderos Amigos.

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- Todo lo que sé de ti, lo que conozco de ti, lo que vi de ti; es falso. Soy un reto, un una donación benéfica, un cuerpo que se utiliza porque está cerca, porque es fácil. - su cara se torna de un blanco más intenso del que ya tenía debido a un aparente agotamiento.

- Eso no es cierto. Ryan es mi amigo, pero aparte de eso es el hijo de uno de mis socios, si el rumor de que me he ablandado llega a sus oídos, él lo publicará a cuatro columnas en el Liverpool Echo. No podía permitirlo, además, si la gente con la que trabajo se entera de tu existencia... te harían daño solo para intentar hundirme. - me río irónica.

- No intentes justificar tus palabras solo para que yo me sienta mejor. Olvídame. Lograste llevarme a la cama, te felicito, pero a partir de ahora quiero recuperar la normalidad de mi vida. - bebo un gran trago de té ardiente para ver si soy capaz de entumecerme los sentidos pero solo consigo abrasarme la lengua. Me levanto bruscamente, dándole a entender que se quite de mi camino.

- Paige no te vayas.

- Justin, llegas muy tarde a tu cita con las stripers, pero ve y disfruta del resto de la noche con alguien que folle bien. - salgo del establecimiento atropelladamente, tirando la chaqueta de cuero en la entrada. No conozco bien la calle en la que estoy sin embargo empiezo a caminar en la primera dirección que veo. Miro para atrás comprobando que él no me sigue, pero al verle salir por la puerta, mirando a todas partes buscándome, acelero el paso. Para mi suerte veo un taxi nocturno libre así que me subo a él.

- A James Street por favor. - el viejo taxista asiente con la cabeza mientras se pone en marcha a donde yo le ordené.

En el vehículo solo se nota el ruido de mi agitada respiración. La radio está apagada, cosa que agradezco pues el dolor que tiene mi cabeza ya es inaguantable, provocado por el exceso de sucesos impactantes en la últimas horas. Intento relajarme durante el trayecto.

Tengo que reorganizar mi vida. Seguir con la carrera en la universidad. Mudarme a un nuevo piso. Conseguir un trabajo... Se puede considerar un nuevo comienzo o una vuelta a la supervivencia de antes.

Llegamos al destino.

- Espere un momento por favor. - bajo del automóvil. Timbro en el botón que pone: 1º DERECHA del portal número 5.

- ¿Hola? ¿Quién es? - la voz suena distorsionada a través del telefonillo pero aún así la reconozco. Por primera vez en todo el día siento algo de tranquilidad.

- Soy... soy yo. Paige. ¿Puedes bajar? Te necesito. - cuelga el interfono. No quiero saber nada de mí. Lo entiendo. Me alejo de la entrada acercándome de nuevo al taxi. Estoy a punto de subirme cuando en mis tímpanos retumba el peculiar sonido del portón al abrirse. Miro para atrás visualizando a un chico de pelo oscuro, con la piel pálida, los ojos color avellana y facciones tristes, vestido con una camiseta de manga corta gris claro, un pantalón de pijama a cuadros color rojo pasión y unas sandalias negras.

De inmediato corro a abrazarle. Se sorprende notablemente pero me corresponde el abrazo. Me besa varias veces el pelo. Noto como la tensión acumulada en mis huesos se drena hasta el suelo y se va evaporando.

- ¿Qué haces aquí?

- Es largo de contar... ¿puedes pagar el taxi por mí? Solo me queda la ropa que llevo puesta ahora mismo. - noto como su cuerpo se estremece. Sonrío parcialmente. Él debe ser la única persona que se preocupa al menos un poco por mí, la única a la que le importo aunque sea limitadamente.

- Claro. - me suelta y veo como desaparece ascendiendo escalones. En cuestión de escasos minutos baja con la cartera en la mano. Se acerca al taxista entregándole la cantidad a deber por mí. Cuando el singular vehículo se aleja de nosotros vuelvo a rodear con mis brazos a mi amigo. Mi gran amigo.

- ¿Quieres subir?

- Sí, por favor.

Nos dirigimos escaleras arriba hacia su apartamento. Pasamos al interior. El familiar calor me rodea. Respiro hondo.

- Pasa a la cocina. Te prepararé algo de comer, escucho quejarse a tu estomago. - me río. Hago lo que me dice y voy hasta ella. Paseo mi mano por los pulidos azulejos blancos decorados en el centro con la figura de dos simpáticas jarritas de color amarillo mostaza. Los recuerdos del día en el que las vi por primera vez me inundan...

[...]

- Y este es mi nuevo piso. ¿Te gusta? - dice después de darme un minucioso recorrido por el apartamento. Miro vacilante las paredes de la cocina. Están cubiertas por unas baldosas peculiares.

- ¿Las jarritas se pueden devolver? - inevitablemente él estalla en carcajadas. Le miro divertida. Sabe como alegrarme. Su risa es el mejor sedante para mi austera vida.

- No, forman parte del pack. No te metas con mis jarritas.

- No lo hago. Me encantan. - le observo fijamente. Sostengo la mirada pero segundos después las risas nos envuelven nuevamente.

Devuelvo mi atención al presente. Le veo moverse con agilidad preparando todo para hacer algo de cenar, aunque por la hora que es se podría considerar un desayuno.

[...]

Hard Memories Donde viven las historias. Descúbrelo ahora