Capítulo 32.

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Dos hombres me ataron de pies y manos mientras yo luchaba y gritaba con todas mis fuerzas.

—grita lo que quieras querida nadie te escuchará —Edward sonrió de forma siniestra mientras el miedo invadía mi ser de pies a cabeza.

Taparon mi boca con cinta y resistí las ganas de llorar pues sentía como mi vista se tornaba borrosa, cerré los ojos mientras me armaba de valor para lo que me esperaba, solo deseaba que fuera rápido y que si planeaba matarme que es lo más seguro que fuera una muerte rápida y no dolorosa pero creo que era mucho pedir.

—el amor no te sirve de nada, solo te arruina la vida —Edward me dedico una mirada de odio como si yo fuera causa de muchos problemas.
—tu madre era hermosa, tienes su misma belleza... Tu madre era una maldita zorra y por eso la mate, yo mate a tus padres y fue un error dejarte con vida —trate de gritar, de decirle que era un hijo de puta un maldito traidor.

Pero la cinta en mis labios no me lo permitían.

—te tengo una sorpresa —Edward abrió la puerta de la bodega y habían dos cadenas colgadas en el techo listas para ser usadas al igual que dos sillas.

Edward se quito el saco y se quita la corbata de un movimiento rápido.

—haré de tus últimas horas de vida un infierno —no pude decir nada solo me quede ahí... Viendo el vacío pensando en que todo esto quizás valdría la pena pues ya nadie correría peligro.

—muchachos traiganlo —dijo de manera sería.

Yo me encontraba atada al techo con las cadenas, de nada me servía llorar o tratar de gritar así que solo me quede estática sin emoción alguna.

Entonces vi a Aiden entrar a la bodega con una venda en los ojos y con sus manos atadas. Me quedé sin aliento, mi corazón se congeló y la sangre abandono mi rostro.

¡Lo prometiste! Trate de decirle al maldito de Edward y el solo sonrió con picardía.

—te dije que te tenía una sorpresa —Edward ato también a Aiden al techo y le quito la venda de sus ojos.

Y sus ojos se clavaron con los míos, perdoname dije con la mirada y Aiden negó con la cabeza.

—¡sueltala! ¡Déjala maldito! —grito Aiden tratando de romper las cadenas pero era imposible.
—¿tan pronto? No muchacho yo planeo jugar con ella un rato, esto es una lección para ambos ¡el amor te hace débil! Te doblega y te hace predecible, ella en su ingenuidad acepto irse con tal de no hacerte daño, ¿no es tierno? —Edward río de manera sarcástica.

Y yo solo le dedique una mirada de odio.

—¡no la toques! ¡No te atrevas a tocarla! —grito Aiden con furia.
—la tocaré como se me de la gana —Edward se acerco a mi y se colocó atrás mio, olía mi cabello y su mano se poso en mi estómago.

Sentía repugnancia, culpa, vergüenza e impotencia, una lágrima cayó por mi Mejía y Aiden grito con dolor, con furia y entonces por primera ves en mi vida... Lo vi llorar, vi como sus ojos se tornaron brillosos y como de sus hermosos ojos salían lágrimas con gritos ahogados.

—ya déjala, sueltala por favor —decía Aiden.

Pero Edward no escuchaba seguía tocando mi cuerpo de forma asquerosa y de un tirón rompió mi blusa color gris y sus manos acariciaban mi cintura, mis caderas y mis pechos.

Lloraba, trataba de gritar y me removía con todas mis fuerzas pero todo era inútil.

—¡te voy a matar! Haré que lamentes todo esto, ¡déjala maldita sea! ¡Sueltala! —Aiden bajo la mirada pues ya no podía ver mi cuerpo y mi rostro.

Escuchaba sus sollozos, veía como en el piso caían sus lágrimas. Yo solo podía sentir como mi corazón se partí en miles y millones de pedazos al escuchar tal cosa... Al escuchar sus súplicas, al verlo tan herido tan vulnerable.

DarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora