- ¿Has quedado con quién? - preguntó Martha mirando su madre. Después de haberse duchado le había dicho algo que ella esperaba no haber entedido bien.
- Hemos quedado con Celia y Alejandro para cenar. Querían celebrar algo con nosotros.
- No voy a venir.
- No tienes que ir a algun lado. Van a venir aquí.
- ¿Como? Pero si ellos quieren celebrar ¿porque no nos han invitado a su casa?
- Lo han hecho, pero Celia es anciana y nosotros somos cuatro, así la convencí a venir aquí.
- Entonces voy a salir.
- Tu te quedas.
- Yo salgo.
Su madre le lanzó una mirada furiosa, volviendo a la cocina.
Una hora después Martha abría su puerta, con un falsa sonrisa, acogiendo los vecinos en la casa de sus padres.
- Hola bonita - la saludó la Señora Celia, entrando para saludar su madre en la cocina.
- Hola amargada - dijo Alejandro.
- Hola idiota - respondió ella.La cena fue bastante aburrida. María comió lo que quería y después se fue a jugar, viendo sus dibujos animados. Sus padres conversaban con los invitados mientras ella miraba su plató, tratando de hablar el meno posible.
-Bueno nieto - dijo Celia mientras comían el postre - Vamos a decir a nuestros amigos la buena notícia.
- ¡Oh si! - se levantó serio - He dejado mi trabajo en la Península y he encontrado algo aquí, así que voy a cuidar de mi Yaya viviendo con ella aquí en frente - dijo las últimas palabras mirando Martha con una sonrisa mala.
Fantástico, el idiota se muda aquí en frente.
- ¡Que bueno! Nos hacia falta un vecino joven - sonrió su madre contenta. Su padre también pareció alegrarse de la notícia. Ella simplemente sonrió. Después de media hora dejó su madre hablando con Celia, Alejandro jugando con María y ella se fue a la cocina para limpiar un poco.
- ¿Todo bien? - su padre le había traido los platós.
- Mmm, si si.
- No me ha gusta mucho ese chico - Martha se volvió, mirando su padre sorprendida. Nunca decía nada malo de las personas.
- A mí tampoco.
- Es el clásico tio que tiene una chica diferente cada día - siguió su padre como si ella no hubiera hablado - pero hay que reconocer que no todos se habrían mudado aquí para cuidar de una anciana.
Martha quedó callada, pensando en las palabras de su padre y cuando había limpiado todo, observó Alejandro jugar con su hija. Tenía que reconocerlo, el idiota le gustaba a su María. Ella reía y lo buscaba para mostrarle sus cosas, sus juegos favoritos. Cuando Alejandro la vio observarlos, ella se acercó.
- M-maría es hora de ir a la cama - dijo a la niña.
- No - dijo la pequeña.
- A la cama - repitió ella.
- Alejandro - dijo María.
- Él no puede venir.
María se bloqueó insistiendo - ¡Alejandro!
- Voy, voy - dijo él, sonriendo.
Martha se quedó callada pero furiosa, caminando hacia su cuarto. Puso el pijama a su hija y le cepilló los dientes. Después se tumbaron en la cama.
- Alejandro - dijo María y le miró hasta que se puso a su lado, pero después se dio la vuelta hacia su madre que la abrazó - ¡Canción! - dijo mirandola en los ojos.
Martha se sentía un poco incomoda, con el chico que la miraba, pero intentó olvidarse de él y cantó su canción favorita, la que había cantado a su hija desde el embarazo.
Cuando la niña se había quedado dormida, ella había levantado sus ojos, encontrando la mirada de Alejandro. Él no la miraba como antes, tenía algo raro, y profundo, en su expresión. Se levantó de prisa y él hizo lo mismo, empezando a mirar con atención el cuarto. Se fijó en la pantalla del ordenador, todavía en una página de anuncios de trabajo. Martha lo había dejado encendido para volver a "hablar" a Diego esa noche. Ella cerró el portátil y el volvió a mirarla.
- ¿Buscas trabajo? - preguntó en voz baja, para no despertar María.
- Si - él seguía mirandola de esa manera rara, y ella sintiéndose incomoda se fue, pero no logró salir, porque el cogió su brazo bloqueandola. Martha se dio la vuelta, encontrado su cara demasiado cerca de la suya.
- Eres diferente de lo que pensaba.
Ella lo miró a los ojos unos segundo y se fue, dejandolo ahí. No sabía que entendía y no le interesaba saberlo, ni preguntar.¡Hola! En el multimedia la canción que Martha canta a su María... Besos!!!!
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La fuerza de tus palabras (Editando)
ChickLitMartha tiene treinta años y una niña de dos, está casada, escribe novelas y trabaja como caguro para su vecina. Su vida sigue tranquila, aunque ella no fuera feliz, hasta un día en que su marido dice tres palabras horribles: Tenemos que hablar.