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Ese día en la playa había sido demasiado rápido.
- Así que ¿dejarás ir María con el y su novia de vacaciones? - preguntó Alejandro durante la tarde, mientras tomaban el sol todos junto.
- Es su padre, y pesar de ser un marido infiel, es un buen padre y ama su hija.
- Bueno, si tu confías en él...
- Las cosas entre nosotros han ido mal, pero eso no significa que sea un hombre malo.
- Es verdad, no podemos definirnos solo con nuestros errores y defectos. Son parte de nosotros, pero hay más - dijo Diego.
- Pero se veía un poco raro, ¿no? - preguntó Raúl.
- Creo que se había imaginado Diego de otra manera, pensaba encontrar un chico, alguien que fuera solo momentáneo...
- ...y no ha sido así - la interrumpió Alejandro - Ha encontrado un hombre más maduro y más guapo que él.
- Oh, gracias - dijo Diego sonriendo - pero no creo que sea sólo eso. También el hecho de que ella estuviera reconstruyendo su vida tiene que ser al difícil de asumir.
- Pero si él fue el primero a traicionarla, a dejarla.
- Si, pero los hombres son así. Pueden hacer lo que quieran, pero cuando lo hacen sus mujeres, eso cambia todo. Aunque no sea así, el pensará siempre a ella como a su mujer.
- Entonces crees que él estaba convencido de que nunca habría encotrado alguien y habría pasado mi vida llorando y esperando que él volviera? - preguntó la chica.
- Más o menos - respondió Diego.
- Que hijo de pu...
- Bueno, hablamos de cosas más importantes ¿Te quedas a cenar aquí? - preguntó Alejandro a Diego.
- No se.
- ¡Si! - afirmó Martha
- La señora ha decidido. Bueno, ¿vamos a comer un poco de paella?
- Claro, yo conozco un restaurante en el paseo - dijo Raúl.
- Y después hay una fiesta en una discoteca cerca de...
- No nada de eso. Yo quiero comer y dar un paseo - lo interrumpió la chica.
- Si yo también prefiero pasear un poco con ella - dijo Diego.
- Nada Raúl, ya estan mayores para nosotros - bromeó el chico. Martha cogió una zapatilla y la lanzó al chico, que río de su amiga.

****

Así esa noche, después de comer mirando los turistas que intentaban hablar español en las otras mesas, riendo y divirtiéndose, Alejandro y Raúl se fueron.
- ¿Quieres dar un paseo? - preguntó Diego a Martha.
- Si -
En realidad paseraron poco porque encontraron un artista que hacía retratos y él insistió para que hiciera uno se Martha.
- Pero Diego esto va a tardar un montón de tiempo - ella no quería.
- ¿Tienes una foto tuya?
- ¿Que?
- Una foto tuya. ¡Mira! Esta haciendo un retrato con una foto.
Martha buscó en su cartera y encontró una foto.
- Perdón señor, ¿puede hacer un retrato de mi novia con su foto? - preguntó Diego al hombre de pelo largo que pintaba como si estuviera asolas en su casa. Él miro la foto y después la chica, luego volvió a ella.
- Vale, pero necesito media hora con ella. Tiene algo diferente.
- Pero que dice, ¡si es de hace siete meses!
- Perdón señora, pero está diferente...como más tranquila, más feliz.
Martha se quedó callada y se puso sentada y inmóvil mientras el artista empezaba su obra. Diego no quitó su mirada de ella nisiquiera para un segundo, sonriendo. Después Diego se dio cita con ese hombre para la tarde siguiente.
- ¿Que vas a hacer con ese retrato?
- No se, pero lo quiero.
- ¿Para que?
- Para mirare cuando no estás conmigo - pensó un momento - Creo que lo pondré en mi oficina, ahí paso casi todo mi tiempo.
- ¡Buena idea! - sonrió Martha pensando en la cara de Ana cuando habría visto su retrato ahí - Vamos por ahí, quiero ver la fuente que baila.
- ¿La fuente que baila?
- ¿Nunca la has visto? Me gusta mucho.
Se alejaron del paseo y se fueron a ver la fuente. Mientras esperaban que empezara la música, tomaron un helado. Cuando la música empezó, ella se quedó mirando la fuente como si fuera la primera vez. Diego miró un poco el espectaculo, pero luego se fijó en la cara de Martha. Estaba tan satisfecha y contenta. Todavía no podía creer que ella estuviera enamorada de él, era tan joven y hermosa. Había muchos chicos de su edad que la miraban, y ella nisiquiera se había dado cuenta.
- ¿Que pasa? - preguntó ella, que se había dado cuenta que él la miraba.
- Nada
- ¿Seguro?
- Si - se puso detrás de ella, abrazandola - Sólo agradecía el cielo para ti - empezó a susurrarle a la oreja - Eres tan hermosa y hay muchos que te miran deseandote, pero tu eres sólo para mi.
Ella no dijo nada, se dio la vuelta y empezó a besarlo como si fueran asolas. Necesitaba sentir su boca, su deseo. Empezó a besar su cuello, abriendo el primer botón de su camisa, para tocar su piel con la punta de los dedos. Sintió algo crecer y presionar entre ellos.
- ¿Tienes una arma en tu bolsillo o estas contento de verme? - bromeó ella.
- Martha, hay un montón de gente, mejor si nos acabamos.
- No, mejor si vamos a casa - lo miró - Quiero hacer el amor contigo.

La fuerza de tus palabras (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora