Martha se alejó un poco de Diego y lo miró, pasó su mano en su pelo, asegurándose que no fuera sólo un sueño.
- Eres tu...de verdad.
- ¡Claro! Nadie puede besarte. Tus besos tienen que ser sólo míos - él sonrió, besandola otra vez.
- Pero ¿como sabías donde encontrarme?
- Podría decirte que unos corazones que laten juntos, siempre se encuentran - le puso un brazo sobre su espalda y dieron la vuelta, mirando el paseo, donde sus amigos los miraban sonrientes - Pero la verdad es que tu amigo Alejandro me dijo donde encontrarte.
- ¿Como?
- Ayer en la tienda vino por mi me dijo algunas cosas.
- ¿Que cosas?
- No importa, lo importante es que estamos juntos - quedaron en silencio unos minutos, mirandose, y él dijo - ¿Estás segura de querer un viejo como yo? Podrías tener cualquier chico de tu edad con tu belleza.
Ella le acarició el rostro - No quiero un chico cualquiera, quiero un hombre. Alguien como tu.****
D: ¡Buenos días dulce Martha! Esta noche soñé contigo...
A las ocho del lunes, el mensaje de Diego despertó Martha, regalandole una sonrisa. María aún estaba durmiendo, así que se levantó en busca de café.M: ¡Buenos dias! ¿Que soñaste?
D: No se si quiero decírtelo.
M: 😯
D: No pongas esa cara u seré constringido a venir ahí para hacerte sonreír y no puedo...tengo que ir a trabajar.
Martha miró el móvil, por la primera vez se dio cuenta que no sabía en que trabajaba Diego.
M: Diego, no tengo idea de cual es tu trabajo.
D: Me ocupo de publicidad. Trabajo en la agencia publicitaria de Ana.
Martha sintió el frío invadir su cuerpo. Ana no le gustaba, y ella no le gustaba a Ana, sobretodo porque quería Diego para ella. Era evidente.
M: Vale.
D: Se que Ana ha dicho esas cosas a su fiesta, pero ella solo se preocupa por mi. Nos conocemos desde años y me ha ayudado mucho con mis padres cuando mi madre tuvo algunos problemas de salud. Me dio ese trabajo para ayudarme a volver aquí.
Martha respiró profundamente intentando ser racional. No conocía Ana y Diego podía tener razón, así que habría dado otra oportunidad a esa mujer.
D: Además, la conexión entre nuestra almas es algo especial, que nunca sentí eso con ninguna mujer. Me has robado el corazón con tus palabras, tus miradas, tu sonrisa. Y tus curvas han sido las protagonistas de mis sueños anoche.
Martha se sonrojò, sonriendo como una chica a su primer amor.
M: Será una semana muy larga...ya te hecho mucho de meno.
D: Faltan sólo 4 día, hermosa. Ahora tengo que ir. Te llamo luego.
M: Vale...piensame, yo te pensaré.
D: Siempre.
M: Siempre.
- Buenos días - dijo su madre llegando a la cocina.
- Hola mamá - respondió Martha, mirandola con esa sonrisa tonta que se había dibujado sobre su cara.
- ¿Todo bien? - preguntó la mujer mirandola confundida.
- Si, si - dijo ella mirando los mensajes de Diego.
- Vale - su madre siguió mirandola.****
Dos horas después estaba tumbada bajo el sol, mientras María jugaba con Alejandro.
- Entonces, ¿que vas a hacer con esa mujer? - preguntó Raúl, que estaba sentado a su lado.
- Nada. Si él dice que son amigo, para mi así es.
- Nena, eres un poco ingenua - dijo Alejandro, mientras intentaba construir un castillo de arena.
- O ustedes son demasiado maliciosos.
- Martha no seas ciega, esa mujer muere por él - dijo Raúl.
- Has visto como puso su mano sobre su espalda. Parecía decir "¡Alejate, es mío!" - continuó Alejandro.
- ¡Si! Ni siquiera te miraba, te niguneaba claramente.
- Vale, chicos. Si querían aumentar mis ansiedades sobre esta relación, lo han logrado.
- Cariño - dijo Raúl dulcemente - No queríamos eso, sólo, por favor, ten quidado.
- No queremos que sufras, ya has tenido lo tuyo.
Ella sonrió, aunque hubiera sufrido por amor, sabía que tenía dos amigos que la habrían ayudado. Mientras pensaba, su móvil sonó. Era Diego.
- Hola hermosa, ¿que tal?
- Hola Diego. Estamos aquí en la playa, disfrutando del sol con Ale y Raúl.
- Como os envidio. Y yo aquí intentando pensar algo bueno por un anuncio de supermercados para animales.
- No te preocupe. Ya se te ocurrirá algo.
- Mmm, no se. No estoy muy concentrado. Todos mis pensamientos van a una chica que me ha robado el alma.
Ella sonrió, pero unos segundos después sintió Ana llamar Diego.
- Diego, cariño, vamos a comer. Tengo hambre.
- Un momento, ya voy.
- Con quién hablas.
- Con nadie. Unos minutos y voy.
Martha sintió el ruido de una puerta que se cerraba.
- Martha, tengo que saludarte...
- Espera - lo interrumpió ella - ¿porque no has dicho a Ana que hablabas conmigo?
- Yo no cuento mis cosas a ella.
- Así que ella no sabe de nosotros.
- No.
Ella suspiró, mientras sus dos amigos la miraban preocupados.
- ¿Y porque no lo sabe?
- No se, simplemente no surgió el argumento.
- Diego esto no es algo que va a surgir así, ¡tienes que contarlo tu!
- Vale, vale. Se que vosotras no habies empezado bien, así que si quieres lo contaré a ella hoy mismo. Verás como será feliz para nosotros
- Me gustaría.
- Vale, pero no te olvides que sólo tu estás en mis pensamientos.
- Y tu en los míos.
- Te llamaré en cuanto pueda.
- Vale, adios Diego.
- Chau dulce Martha.
ESTÁS LEYENDO
La fuerza de tus palabras (Editando)
ChickLitMartha tiene treinta años y una niña de dos, está casada, escribe novelas y trabaja como caguro para su vecina. Su vida sigue tranquila, aunque ella no fuera feliz, hasta un día en que su marido dice tres palabras horribles: Tenemos que hablar.