Esa noche, mientras María dormía, después de dos horas buscando trajabo en internet Martha se sentía peor que en los días antes. Todos los trabajos de empleada necesitaban años de experiencia que ella no tenía. El trabajo más largo que había tenido era el de cajera en la tienda de sus padres mientras iba a la Universidad, y por eso había acabado sus cursos con un año de retraso. Había encontrado solo trabajos de dos u tres meses y después se había casado con Marcelo, mudandose y siguiendo con trabajos de pocos meses. Del último había sido despedida porque no cumplía bien sus tareas, eso le dicieron, pero pasó el día después de comunicar su embarazo. ¡Que casualidad! Luego con el nacimiento de María el tiempo había pasado tan rapido que todavía se preguntaba donde habían ido todos esos días. Suspiró, mirando su hija. Encontrar un trabajo que le habría permitido de ir a recogerla a la escuela y estar con ella por las tardes empezaba a parecer más difícil de lo que pensaba y con un trabajo a tiempo parcial no habría podido pagar un alquiler, la comida y todos los gastos. Cerró la pagina de los anuncios a las dos y media y sin darse cuenta abrió su perfil facebook. Había muy pocas notificaciones, todas de su grupo. Mirando en la noticias tropezó con una publicación de Marcelo. Decidió bloquearlo, no lo veía desde cuando se había ido de casa y no quería ver su felicidad con su nueva mujer. No era de ayuda, mejor no pensarlo, ni verlo, era pasado. Cuando venía a ver María, su padre se ocupaba de acompañarla y recogerla. Así que, con un poco de suerte no habría vuelto a verlo por años. Siguió mirando las fotos de sus "amigos", todos parecían tan felices, pero ¿cuanto de ellos lo eran de verdad? Y sus compañeros la hacían sentir más inútil de lo que era. Todos tenían trabajos seguros e importantes. Había cerrado ya la página cuando una ventanilla apareció en la parte baja de la pantalla. Era un mensaje de Diego.
¡Hola Martha! ¿Me contestas hoy?
Ella abrió la pagina de los mensajes y se quedó mirando esas cinco palabras. No sabía que hacer, si le contestaba, ¿de que podía hablar con él? ¿Y si él le hubiera preguntado algo sobre su separación? Mejor no contestar. Pero sentía no hacerlo, él siempre había sido tan educado y bueno con ella.
Eso es un no.
Pero sigues ahí.
Ella sonrió. Tenía razon. Si no quería hablar, ¿porque no apagaba el ordenar?
Bueno, escribiré yo. Hoy estaba en una cafetería y me vino una idea por una nueva novela. Había esta chica muy muy guapa que trabajaba de camarera y un chico de esos tímidos con gafas que se ha quedado toda la mañana ahí, bebiendo un montón de café y fingiendo leer mientras de reojo miraba a ella todo el tiempo. Ella no lo ha mirado ni para un momento. Pero cuando él se fue, lo miró por mucho tiempo y hizo un suspiro, limpiando la mesa donde él estaba sentado hace unos momentos.
Martha tampoco tenía gana de hablar de escribir. Aunque estuviera decidida en no volver a escribir, lo sentía mucho y tenía un poco de envidia de él, que seguía con sus sueños.
De repente me vinieron a la mente un montón de preguntas. ¿Se conocen? ¿Han estado juntos? ¿Se habrán hablado algunas veces? ¿Estan enamorados? Y una nueva historia ha empezado a dibujarse en mi cerebro.
Ella lo entendia. Le pasaba siempre, cuando salía algunas personas le contaban historias, sueños, deseos, con solo una mirada.
No puedo acabar de pensar en ellos. No se si ponerme a escribir ¿ y se va a ser una esas historias tontas de amor?
Martha habría querido decirle que las historias de amor nunca son tontas, que son especiales, unicas y maravillosas, porque cada persona es un universo y si el sentimiento es sincero ellos puede brillar junto, creando nuevos mundos.
Bueno, tengo que pensarmelo un poco. Pero mañana vuelvo a esa cafetería para ver si uno de los dos va a encontrar el coraje de hablar al otro.
Marta imaginó a sí misma sentada en una cafetería. El olor de café, de los bizcochos recién hechos, las personas entrando y saliendo. Esa chica devolviendo el cambio a alguien y el chico mirandola como si fuera la cosa más preciosa del mundo.
¡Buenas noches Martha! ¿mañana a la misma hora?
Esperó unos segundos y luego volvió a escribir.
Bueno, yo te esperaré y espero que me contestes algún día. Soy un chico paciente. 😉
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La fuerza de tus palabras (Editando)
ChickLitMartha tiene treinta años y una niña de dos, está casada, escribe novelas y trabaja como caguro para su vecina. Su vida sigue tranquila, aunque ella no fuera feliz, hasta un día en que su marido dice tres palabras horribles: Tenemos que hablar.