En su página facebook llegaban nuevas noticias cada veite segundos, aunque podían ser más. Matha ya no sabía si su sentido del tiempo era normal. Había encendido el ordenador desde quince minutos y le parecían una eternidad. Había estado pensado toda la tarde en Diego, ni siquiera lo que le había dicho Alejandro la había distraída de su cita on line.
- Cariño - su padre había entrado en su cuarto, parlando en voz baja para no despertar su hija - Mañana es el sabado que Marcelo viene por María, ¿quieres que siga traendola yo?
- Si, por favor - miró su padre agradeciendole por su ayuda. El rumor de un mensaje la distrajo. Volvió a mirar la pantalla, sin escuchar su padre que la saludaba para irse a la cama.D: ¡Aquí estoy! Perdona por el retraso.
M: ¿Que retraso? Es medianoche.
D: Si, pero hace una semana tenía que haberte contestado. No tengo excusas, aunque he estado muy liado.
M: No te preocupes, cada uno tiene sus problemas. Sólo espero que ahora todo estuviera bien.
D: Bueno, algunas cosas no tienen soluciones. Solo hay que aceptarlas y seguir por delante.
Martha. Se preguntó si él estaba hablando de sus cosas o intentaba darle consejos sin ser demasiado molesto
M: Si, pero no es fácil.
D: La vida no es fácil, nadie dijo que sería fácil. Sólo es el resultado de nuestras decisiones, así que lo que nos pasa es lo que nosotros hemos querido. Esto es algo difícil de aceptar, por eso lo olvidamos. Es más fácil culpar los demás u algún destino ya escrito por nuestros fracasos y sucesos.
Esas palabras llegaron al corazon de Martha como si lo hubieran arañado mil veces hasta descomponerlo. Esas palabras eran tan profundas y tan verdaderas. Todas la cosas que la habían hecho sufrir eran el resultado de sus decisiones. Si hubiera tomado decisiones diferentes ya no habría sufrido así, aunque María nunca habría nacido. Y no se arrepentia de su hija. Era la cosa mejor que había hecho en su vida.
D: Lo siento. No quería ser tan duro u darte algunas lecciones...sólo es lo que pienso y he aprendido de mi vida.
M: No te disculpes, sólo tienes razón.
D: Pero hay muchas cosas buenas, y todas tus decisiones, toda tu vida te han hecho la persona que eres.
M: Claro, pero no se si me gusta la persona que soy.
D: A mi me gustas
Martha sonrió leyendo esas palabras.
D: Eres una persona educada, gentil y fuerte, porque cada mujer tiene dentro de ella una fuerza que un hombre jamás tendrá, sólo tiene que encontrar la manera de descubrirla. Además, tienes mucho talento como escritora.
M: Eres muy gentil.
D: No es gentileza, si no la verdad.
M: Eres una persona buena. No me explico el hecho de que estuvieras aquí hablando conmigo para que me sienta mejor.
D: Lo hago sólo porque siempre me has parecido una persona muy cariñosa, educada y justa. Y porque a veces sólo necesitamos hablar con alguien que no sea nuestra familia o amigo. A veces alguien que conoces poco puede ayudarte, puede decirte palabras que ellos nunca te dirían, porque te conocen u te quieren demasiado.
M: Tienes razón, me siento muy incomoda a hablar con mis padres, y mis amigos han desaparecido después de la separación, pero contigo siento poder hablar tranquilamente. Y tu siempre tienes palabras muy profundas para mi. No se si te das cuenta de la fuerza de tus palabras, siempre me hacen reflexionar.
D: Desde tus palabras aparezco más de lo que soy. Sólo digo lo que pienso, el odernador te da el coraje de decir lo que piensas sin filtros. Además yo soy uno de esos que dicen las cosas así como están, por eso la gente me ama u me odia. Y hay muy pocos que me aman.
M: Deja que te odien y sigue con tu vida.
D: Lo que me lastima es la indiferencia, no es el odio.
M: ¿A que te refieres?
D: A mi novia. Me ha dejado hace unos días diciéndome que no me amaba pero tampoco me odiaba, sólo no sentía nada. ¿Pero como puede un sentimiento acabar así?
M: El sentimiento no acaba así de repente. La verdad es que hay que alimentarlo cada día con cariño y ternura para que sobreviva. Si no lo haces se apagará así como se encendió. La pregunta es ¿porqué no quise alimentar ese sentimiento? ¿poque no me acordé que me necesitaba? Quizás fuera demasiado débil u poco importante para nosotros u quizás fuimos estúpidos.
ESTÁS LEYENDO
La fuerza de tus palabras (Editando)
ChickLitMartha tiene treinta años y una niña de dos, está casada, escribe novelas y trabaja como caguro para su vecina. Su vida sigue tranquila, aunque ella no fuera feliz, hasta un día en que su marido dice tres palabras horribles: Tenemos que hablar.