- ¿Tomamos algo? - dijo Martha avergonzada, levantandose del banco - Ahí hacen churros y chocolate.
Diego sonrió feliz - Vale.
Se sentaron en las mesas afuera, el aire estaba fresco.
- ¿Que tal con el trabajo? ¿Novedades?
- Mmm no, hoy no hice mucho. Ha sido un día durmiente - sonrió nerviosa y triste, acordandose de la imágen de la novia de su ex.
- Anda, saca tu móvil - dijo él mientras ella lo miraba confundida - Sacalo - dio su móvil a él, pero él lo puso sobre la mesa - A ver esa chica.
- ¿Que?
- Quiero ver esa diosa que te hizo pensar que eres fea.
Martha lo miró por algunos minutos, decidiendo que hacer. Al final, abrió su facebook buscando esas fotos en el perfil del amigo de Marcelo.
- Ella - indicó Martha, molesta, mirando esa cara sonriente.
- Ah - dijo él, observando la imágen en la pantalla.
- No decirme que no está guapísima porque no te voy a creer.
- No he dicho eso - miró Martha serio - es una chica muy guapa, pero es un tipo.
- ¿Que quieres decir?
- Que es una chica muy delgada. Hay otros tipos de belleza. Las chicas con un peso en la media y unas curvas muy agradables, por ejemplo. Yo las prefiero. Lo que no entiedo es tu ex.
- ¿Porque?
- Después de tener entre sus brazos un cuerpo tan hermoso, con esas curvas tan sexy, ¿como pudo elegir esa chica que no vio una curva ni en una carretera?
Martha sonrojó por las palabras sobre su cuerpo, pero después su cerebro reflexionó sobre las otras y se echó a reír tan fuerte que todas las personas a su rededor la miraron divertidos. Y, unos minutos después, Diego reía con ella.
- ¡Tu eres loco!
- La verdad que si, pero la gente normal es tan aburrida...
- ¿Me estás llamando loca?
- O aburrida, no se, lo que te guste más.
Martha echó a reir de nuevo.
- ¡Mierda! - dijo él, mirando su móvil unos minutos después.
- ¿Que pasa? - preguntó ella.
- Nada, solo me había olvidado del cumple de una amiga, no pasa nada.
- No digas así, si tienes que ir no es un problema - ella sonrió, aunque se sentía un poco triste.
Él la miró, estaba pasandolo fenomenal y no quería irse, però Ana era su amiga desde años y nunca había perdido sus cumpleaños.
- ¿Porque no vienes conmigo? - preguntó él.
- Oh no, no te preocupes..no quiero ser de obstáculo a tu fiesta.
- ¿Estás de bromas? Me gustaría mucho que vinieras conmigo.
Ella sonrió asintiendo.Llegando al local donde había la fiesta de Ana, Martha pensó que no había sido una buena idea ir. Era un lugar muy fashion, y ella tenía uno de esos vestidos muy coloreados que se ponía para ir a tomar un helado con su hija. Se bloqueó mirando el cartel.
- ¿Que pasa? - preguntó Diego, viendo que ella se habia quedado a unos metros de la entrada.
- Yo...no creo que tengo el vestido justo para este lugar.
Él volvió atrás, quedandose enfrente a ella - Eres preciosa - dijo cogiendo sus manos y besandolas. Ella sonrió, sintiedo una sensación nueva nacer en sí misma. Él le devolvió la sonrisa y entraron.
Ana, una mujer muy elegante y gentil, había alquilado una sala privada. Era muy elegante con sus paredes blancas, sus espejos y sus lámparas brillantes que regalaban una luz suave. Diego presentó a Martha algo como veinte personas, pero ella no se acordaba ni siquiera un nombre. A pesar de todos, sus amigos parecían agradables y educados con ella.Después de una hora ahí, Martha se fue al baño. Entrando había un pequeño desempeño, y gracias a la ausencia de música, sintió las voces de dos mujeres.
- ...si, mi vestido no me gusta, tenía que comprar el azul - decía una.
- Pero ¡que dices! ¡Si estas preciosa! Eres muy elegante - afirmaba la otra.
- Buenos, siempre mejor de esa niña que vino con Diego - Martha se bloqueó para que no la vieran y pudiera seguir escuchando.
La otra se puso a reir - Quizás de donde habrá salido.
- Para mi es una prostituta.
- ¿De verdad?
- ¿Así joven con un cuarentón?
Martha decidió poner fín a ese debate y caminó.
- ¿Puedo? - preguntó a las dos, indicando el baño.
- Claro - sonreiron las dos, saliendo.
Ella se miró al espejo, siempre más convencida que no habría tenido que ir.
Enojada con sí misma, se fue, para salir. Encontró una puerta secundaria, pero antes de salir escuchó la voz de Diego.
- Lo siento, ¿vale? Me había olvidado de la fiesta.
- Si, y estabas con esa chica que ¿conoces desde cuando? Dos minutos. Por eso te has olvidado de la fiesta de tu mejor amiga que conoces desde la infancia - Ana había perdido su gentileza.
- Martha, se llama Martha. Y me parece que he venido.
- Si, con ella.
- No entiendo cual es el problema.
- Diego, tu novia te ha dejado desde una semana, estás sufriendo y no quiero que te pierdas en los brazos equivocados de una niña que sólo quiere divertirse.
- Claro, quieres que se lanze en tus brazos - pensó Martha, que seguía escuchando.
Diego suspiró - Ana gracias por preocuparte por mi, pero soy mayorcito para ese discurso. Yo y Martha somos sólo amigos. Está en un momento difícil y quiero ayudarla, no quiero que se quede a solas, porque no se si podría superar este período.
- Pero cariño, no puedes ayudar todo los que te dan pena.
Diego no contestó, hubo sólo silencio y Martha decidió que había escuchado demasiado. Volvió a la sala y salió por la puerta principal.
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La fuerza de tus palabras (Editando)
ChickLitMartha tiene treinta años y una niña de dos, está casada, escribe novelas y trabaja como caguro para su vecina. Su vida sigue tranquila, aunque ella no fuera feliz, hasta un día en que su marido dice tres palabras horribles: Tenemos que hablar.