"3 Oficialmente Cenicienta"

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Alia me prohibió muchas cosas en cuanto papá se fue. 

Primero, no podía tomar comida sin permiso, no podía tener más de tres cambios de ropa (le dio la demás a mis hermanas), no podía regresar a la escuela (me debía quedar en la casa como criada) y no podía quejarme ni negarme.

Mi primer mérito fue que siempre mantuve la frente en alto y que no derramé ni una sola lágrima. Mi siguiente mérito es que no me iba a quedar con los brazos cruzados.

No falté ni un día a la escuela. Logré engañar  a Alia para que entrara a unas clases de yoga en las que durabas dos horas, luego que se fuera al centro de la ciudad a un café y se encontrara con las mujeres más parlanchinas de la ciudad. Eso me daba las cuatro horas que necesitaba para la escuela.

Claro que para que mis hermanastras no me reconocieran tuve que sacar mis ahorros y comprar ropa nueva y sudaderas con capucha para cubrirme la cara.

-Bonita sudadera- me dijo Esteban un día mientras salía de la escuela.

-Gracias- susurré porque mis hermanastras podían estar cerca.

-¿Te ocultas de alguien?-

-De mis hermanastras-

-¿La capucha te funciona? Porque yo también ocupo ocultarme de una de ellas.- me reí. Era verdad, Fati tenía una foto de él en su habitación al lado de muchos corazones. Pobre chico.

-Puedes intentarlo.- sonrío.

-¡Esteban!- Le llamó la horrible voz de mi hermanastra.

-¡Oh, no!- me dije a mí misma.

-Descuida. Yo te cubro.-

Le agradecí con un gesto y me fui mientras él detenía a mi hermanastra. Que amable es el chico. Seguro me tiene lástima.

Llegué y me cambié de ropa, ocultando esta debajo de mi cama entre el colchón y la madera y me puse a hacer las miles de cosas pendientes por hacer, dejando la tarea para el final. Esto me dejaba cuatro horas para dormir, o menos, y un muy mal humor. 

Después de cinco meses decidí dejar de ir a la escuela, resignada. Estaba demasiado cansada y no podía evitar quedarme dormida en clase, por lo que ya me habían echado varias veces. A pesar de que fue mi decisión, no podía evitar sentirme decepcionada de mí misma.

Había dejado ganar a Alia... ¿qué pasa conmigo?

Tal vez fueron las largas jornadas de trabajo, los insultos, los regaños de los profesores, las burlas de mis compañeros o la falta de sueño. Bueno, era todo eso junto.

-Cenicienta- "oh, el apodo de mi madrastra también ayudó"- hoy quiero que barras la terraza y limpies todas las hojas de la azotea, barres el agua que quedó de la lluvia de antier porque quiero que esté totalmente seca. También quiero que vayas al mercado y compres langosta y...-

Bla, bla, bla. No necesitaba escucharla para saber que, aunque hubiera dejado la escuela, no podría descansar.

Me miré en el espejo que se encontraba detrás de ella. Estaba sucia y la ropa que usaba estaba igual o peor que yo. "¿Qué harás al respecto?", me pregunté a mí misma.

Y tomé una decisión. Estando aquí jugaba con sus reglas, ¿no? 

Pues me iría a un lugar donde yo decidiría mis propias reglas.    

Mi Princesa IngeniosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora