Capítulo IV

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-¡Dani! ¡La vecina cachonda ha salido!

-Tío, en serio, estás enfermo- respondí. 

Él siempre estaba atento a la vecina de enfrente. A veces daba miedo y parecía un acosador. De hecho yo diría que lo era. Aunque yo conocía a Helena y había hablado alguna vez con ella, para ella mi compañero no era más que "el vecino de enfrente". Y yo también, pero a mí al menos me llamaba por mi nombre. En realidad, mi compañero era también mi casero. Teníamos la misma edad, pero la casa era suya y sus padres ni siquiera vivían en el país. Yo, por razones de estudios, tenía una habitación alquilada allí. Y él, bueno, no tengo ni idea de lo que hacía con su vida, la verdad. Parecía que le pagaban por espiar a Helena.

-No me vas a negar que está buena.

-¿El físico lo es todo para ti o qué? Además, ¡que tiene 15 años!

-Oye, que tampoco hay tanta diferencia de edad. Solo seis años- dijo con tono inocente. Luego preguntó extrañado- ¿Y tú cómo lo sabes?

-Hablo con ella de vez en cuando, y me pregunta cosas de la universidad. 

-Me la quieres quitar, ¿eh cabrón? ¡Preséntamela!

-Las prefiero de mi edad, gracias. Y creo que si te la presentase sería cómplice de pederastia.

-Exagerado... Que tampoco es tan pequeña. 

-Tú... tienes un problema grave ¿eh?- le dije.

-Tío, estoy muy necesitado, qué quieres.

-No hace falta que lo jures.

Helena era bastante pequeña aún para ser corrompida por un salido de mierda. Pero lo digo con cariño. En realidad el chico era buena persona, solo estaba un poco solo y con la libido por las nubes. Además, había que reconocer que ella estaba bastante desarrollada para su edad.

-¿Adónde vas?- me preguntó.

-A la universidad, que algunos hacemos algo productivo en la vida.

-Espera, salgo contigo y así saludo a la buenorra- ignoró mi comentario.

Al salir por la puerta, no pude evitar reírme cuando vi a la amiga de la vecina, Marissa. Cada vez que veía a mi amigo se ponía a hablar con él animadamente. Por lo visto le hacía tilín, aunque tendría unos 20 años más o casi. El perro, que estaba en el jardín, se acercó a nosotros para saludar. Se llamaba Casper y siempre he pensado que le faltaba atención por parte de su vago dueño.

-¡Hola Helena!- dijo mi compañero con entusiasmo. Luego vio a Marissa y me susurró- Mierda.

Helena murmuró un "hola" con desconfianza, pero luego se dirigió a mí y sonrió.

-¿Vas a la universidad, Dani?

-Sí, tengo clase ahora. Tú también, ¿no?

-Sí, qué pereza- dijo resoplando.

-¡Venga ánimo! Por cierto, llévate cuidado con este-dije señalando a mi lado.

-Pero ¿qué dices, cabrón?- respondió el aludido.

Solté una carcajada y me fui a coger el autobús.

                                                                             *****

Marissa corrió como loca a hablar con el vecino de enfrente, ese que tanto le gustaba. La situación era graciosa, porque él no paraba de mirarme y parecía querer huir de allí cuanto antes. "Será baboso", pensé. Más de una vez le había pillado espiándome al muy cerdo. Tenía que llevar cuidado de no dejar cortinas abiertas en casa. No entendía muy bien qué veía Marissa de atractivo en él. A lo mejor es que estaba desesperada y ya está. Al fin y al cabo, papá y yo le llamábamos "la bruja". No me gustaba nada esa mujer, pero bueno, al menos me llevaba al instituto.

Miré la hora mientras jugueteaba con Casper. Me encantaba ese perro. "¡Joder, las 8.20!" Pensé. Iba a llegar tarde por culpa de aquella desgraciada.

-¡Marissa, date prisa!- a veces me salían rimas absurdas de ese tipo y ni siquiera me daba cuenta.

-¡Ya voy!

Vi como le daba al vecino su número y él, confundido, se quedó allí de pie parado un buen rato mientras nos alejábamos en el coche. "Bueno, a ver si hay suerte, se enrolla con ella y a mí me deja tranquila", pensé.

Nuria me estaba esperando en la puerta del instituto. Era un cielo de persona. Aunque llegase media hora tarde, siempre me esperaba. 

Una vez en clase, el profesor entró con un alumno que no había visto antes.

-Hoy tenemos un nuevo compañero, se llama Alexey y viene de Rusia.

Era un chico con el pelo corto, algo revuelto, rubio, ojos azules y con la piel muy blanca.

-Es guapo- le susurré a Nuria. Ella me miró con cara de asco- ¿Qué pasa?

-Nada- respondió. Fue una reacción extraña, pero no le di importancia.

El lado rosa de la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora