Capítulo XIV

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No recordaba la última vez que había llorado tanto. Con los años había aprendido a insensibilizarme un poco de los eventos que me rodeaban, porque no quería sufrir. No quería apegarme demasiado a las personas por la misma razón. No quería que me hicieran daño. Lo que más odio es esa sensación de impotencia. En momentos así no puedo hacer nada para solucionar este tipo de situaciones, ya que no depende de mí, sino de otra persona. Por eso no he querido acercarme demasiado a nadie. Y siempre he pensado que eso era bueno. Bueno para mí, porque así nadie conseguiría hacerme daño. Bueno para los demás, porque así yo no le haría daño a nadie.

Podía escuchar a Dani discutiendo en la casa de al lado. No serían ni las cinco de la mañana y el imbécil de Adrián había estado llamando a todas las casas.

Aunque, por otra parte, siempre había querido ser reconocida. Siempre había querido tener a personas que me aceptasen, que me quisieran. Por eso me forcé a cambiar para agradarles a los demás, pero sin mucho resultado. ¿Es que soy bipolar? ¿Cómo puedo querer dos cosas tan opuestas?

Hasta ese momento, todo lo que había conseguido era una amiga. Sí, puede que le cayese bien a mucha gente en mi clase, pero ni siquiera me sentía a gusto estando con esas personas. Era todo demasiado falso. Odio la falsedad de las personas. Y me di cuenta de algo: ¿acaso fingir que alguien te cae bien solo para no quedar mal no es ser igual de falso que ese tipo de gente que tan poco me gusta? Entonces, ¿por qué lo hacía? La respuesta era bastante obvia: no quería quedarme sola. Odio mucho más la soledad que la falsedad.

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El psicólogo sonrió tras escuchar mis reflexiones. "¿Es que le parece gracioso?" Empecé a enfadarme.

-Helena, has madurado. Estás empezando a despertar y a ver las cosas de otra forma. Pero debes saber que estas situaciones de sufrimiento son inevitables. Es la única forma de seguir adelante, de evolucionar. A todos nos afectan las circunstancias de nuestro alrededor de una manera diferente. A unos más, a otros menos. Pero todos debemos afrontarlas, por doloroso que sea, para poder cerrar esas heridas que otros, o incluso, nosotros mismos, nos han provocado. Es lo que en psicología llamamos "duelo". Si huimos de nuestros problemas, nunca desaparecerán. Nos perseguirán a todas partes, como un lastre, hasta que consigamos ponerles solución. En cuanto a tu amiga Nuria, recuerda lo que te dije. Por lo que me cuentas parece que está muy confusa. No voy a decir quién tiene razón en la discusión que tuvisteis, ya que esa solo sería mi opinión y eres tú la que tiene que tomar la decisión de qué hacer. Solo te diré que nunca es bueno aferrarse a algo, hay que aprender a dejar ir. Sin embargo, hay ciertas cosas que merece la pena conservar, en la medida de lo posible y sin forzar la situación.

-Siento como si no me hubieses dicho nada. Si la evolución implica sufrimiento, entonces ¿qué pasa si no quiero evolucionar? ¿Para qué?

-Avanzar siempre es necesario. Nuestra vida es un crecimiento continuo. Mi trabajo consiste en ayudar a las personas a solucionar sus conflictos internos y que así puedan seguir adelante. Pero si te niegas, si te encierras en ti misma, si te obligas a quedarte estancada en un mismo lugar, te puedo asegurar que tu vida solo empeorará cada vez más. Dime, Helena, ¿quieres ser feliz algún día? ¿Tienes algún sueño que quieras cumplir? Si no evolucionas, todo eso será imposible.

-Sinceramente, ahora mismo no creo que algún día pueda ser feliz.

-Bueno, eso depende de ti. Yo sé que es posible, y sé que tú puedes. Aunque al fin y al cabo, de nada sirve que yo te lo diga. Tienes que verlo por ti misma. Yo solo procuro darte las herramientas necesarias para que consigas verlo, y para que forjes tu propio camino. Creo que es suficiente por hoy. Nos vemos la semana que viene.

Comencé a desconfiar del psicólogo. Creía que mi vida había mejorado, pero la verdad era que las cosas me afectaban mucho más que antes. ¿Por qué no era bueno encerrarse en uno mismo? Sufriría menos. "Es cierto que sufrirías menos. Creas una coraza que impide que entre lo malo, explicado de manera sencilla. Pero cuidado: al mismo tiempo, también impides que entre lo bueno. No entra ni sale nada. Quizá los demás sean incapaces de hacerte daño, pero de la misma forma, sentimientos como el amor o la amistad jamás podrán llegar a ti", había dicho el psicólogo.

Mi cabeza era un maremágnum de emociones. Tristeza, angustia, ira, confusión... Todo mezclado. En aquella tormenta, tomé una decisión. Tampoco había hecho nada malo para que Nuria se pusiese así. La que tenía que disculparse era ella. "No le pienso dirigir la palabra", pensé. Aún me entristecía la idea de que ya no fuésemos amigas, pero ella se lo había buscado.

Por otra parte, aún tenía una oportunidad con Alexey. Él era el único que me quedaba. ¿Conseguiría salir con él? ¿O acabaría completamente sola otra vez?

El lado rosa de la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora