Capítulo IX

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Una vez dentro de su habitación, Helena comenzó a hablar sola. "¿Qué pinta Marissa aquí ahora? Seguro que ha sido mamá la que le ha llamado para ver si estaba bien". Al ver la puerta de su baño abierta, el suelo lleno de champú y los botes desaparecidos, se enfadó aún más.

- ¡¡¡VALERIO!!! ¡Ven aquí ahora mismo!-gritó, abriendo la puerta del cuarto.

Álvaro y su amigo se presentaron con cara de niños buenos.

-Valerio, ¿has visto lo que has hecho? Te tengo más que dicho que no entres a mi habitación ni a mi baño. Pues ahora por imbécil te vas a poner a fregar todo lo que has manchado. Y ya me estás devolviendo mis botes de champú.

El hermano le sacó la lengua y Helena le cogió del brazo y le arrastró a la habitación.

-Toma, aquí tienes la fregona. De aquí no sales hasta que me dejes el suelo limpio- se volvió hacia el amigo-. Álvaro, corre y tráeme mis botes.

-¿Cómo estás, Helena? ¿Todo bien?- preguntó Marissa, asomándose.

-Sí, no ha sido nada grave. Ahora déjame en paz, por favor.

Marissa se encogió de hombros y se fue. Valerio terminó de limpiar el suelo y su hermana le dio permiso para irse. "Por fin algo de tranquilidad", pensó. "En fin, voy a escribir el diario".


Querido diario,

Algo le pasa a Nuria. Normalmente suele ser feliz y nada le preocupa. Pero últimamente está un poco rara. Según ella, dice que no sabe lo que le pasa. Me gustaría ayudarla, pero no sé cómo.

No me creo que no le guste el chico ruso, con lo guapo que es. A lo mejor es que sí le gusta pero no quiere admitirlo. Ahora que lo pienso... ella y yo nunca hablamos de chicos. ¿Podría ser que un chico le hizo mucho daño en el pasado?

Por otro lado, Alexey, me gustaría conocerlo, pero soy incapaz de sostenerle la mirada, como para hablar con él. Las otras chicas de clase no tienen ese problema. Le hablan y se le insinúan con toda la naturalidad del mundo, y eso me molesta. Bastante. Creo que a esto se le llama celos. Aunque él aún no ha hecho nada con ninguna, y eso me tranquiliza...


Continuó narrando las anécdotas de su día y terminó de escribir. Esa misma tarde tenía una sesión con el psicólogo.

-Mmm... Así que quieres ayudar a tu amiga- comentó él, tras haber leído el diario (recordemos que era parte de su terapia).

-Sí, estoy preocupada por ella.

-Bueno, creo que tu amiga está atravesando una crisis de identidad ahora mismo. Todos las tenemos en algún momento de nuestra vida. Necesita saber quién es, al igual que tú, y esa es una tarea que le corresponde a cada persona y en la cual los demás no debemos interferir. No puedes ayudar a tu amiga como tal, pero sí que puedes apoyarla en todo lo que necesite, y créeme, eso es una gran ayuda. Hazle saber que pase lo que pase estarás ahí con ella, si de verdad lo sientes así.

-Vale, lo entiendo.

-Perfecto. Y ahora, centrémonos en ti. ¿Por qué odias a Marissa?

-No es que la odie... Es que a veces me pone de los nervios. No para de hablar de lo bueno que está el vecino de enfrente y no para de marujear con mi madre. Además, cuando me tiene que llevar al instituto muchas veces llego tarde por su culpa. Es una mujer egoísta. Solo piensa en ella misma salvo por algunos favores que le hace a mi madre.

-Lo del instituto es comprensible. Pero lo de "marujear" y hablar del vecino, te pregunto, ¿a ti qué más te da? Es su vida, puede hacer y decir lo que quiera y a ti no te influye en nada. Quiero que pienses en esto, y por favor, no te lo tomes como un ataque, pero ¿no podría ser que estás molesta por otra cosa y la tomas con Marissa? ¿O quizá ella te cae mal porque a tu padre le cae mal? Me da la impresión de que ni siquiera le has dado una oportunidad para conocerla mejor. Quizá te llevases una sorpresa. No hace falta que me respondas. Simplemente reflexiona sobre ello.

Aquello dejó a Helena muy pensativa. Tanto, que al día siguiente apenas cruzó palabra con Nuria. "¿Qué le pasará? ¿Será por lo que le dije ayer?", pensó esta última. No quiso molestarla. sin embargo, a media mañana alguien le sacó de sus pensamientos.

-Hola. ¿Eras... Helena?- dijo una voz masculina.

La aludida levantó la cabeza y casi le da un infarto al ver que el chico nuevo estaba a menos de un metro de ella.

- S-sí, soy yo- respondió con una risa nerviosa.

- ¿Me puedes dejar los apuntes de Mates, por favor?- dijo, con una sonrisa encantadora.

- S-sí, claro- Helena estaba sin palabras y roja como un tomate.- Toma.

Los dedos de ambos se rozaron un instante cuando Alexey cogió las hojas. Acto seguido, le dio las gracias, le guiñó un ojo y se marchó. "¡¡¡Me ha guiñado un ojo!!!", pensó, eufórica.
Nuria había presenciado toda la escena y se sintió ofendida. "¿Cómo se atreve el descarado este a acercarse tanto a mi amiga? ¿Y encima le guiña un ojo? A la próxima se va a enterar. Maldito cerdo", casi dijo lo último en voz alta.

El lado rosa de la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora