El primer Atardecer

253 6 0
                                    

¿Porque nos importa tanto tener la atención de esa persona, para la cual no somos nada más que una  más en el montón? Para Gastón seguramente era la vecina de su casa de playa, pero para mí ja, me reía, ese era el problema.

Soy de esas personas que le pone demasiado corazón a las cosas, que  un detalle insignificante se vuelve importante para mí. Es difícil ignorar eso, en especial cuando piensas una y otra vez en ese pensamiento. Hay cosas que no se te van de la cabeza con facilidad, que siguen quedándose en tu mente, molestándote durante todo el día. Eso pasaba con Gastón.

No era el hecho de que sea él, sino como me hacía sentir, rara, tonta. Verlo, ahora era diferente. Era como si quería estar más tiempo con él. A diario le veía en las mañanas, se preparaba para salir, y llegaba en la tarde a comer para volver a salir otra vez. Nos saludábamos, hablábamos un rato, muchas veces del calor que hacía, y solo nos quedamos ahí sin nada más que decir, hasta que uno de los dos solo se iba. No nos despedíamos, solo nos íbamos, como si sabíamos que ya no había nada más que hacer, nada más que decirnos.

Así era raro, como funcionaban las cosas. Yo luchaba para sacarlo de mi cabeza constantemente, tomaba fotos, leía y sin embargo había algo que me hacía pensar en él. Y no sé porque la vida es así, cuando parece que las cosas están funcionando, algo pasa y bam, todo vuelve a ponerse difícil.

Dejaba de pensar en él uno o dos días, y aparecía de alguna manera, ayudándome a cargar cosas, ayudándome a limpiar la piscina de la casa, o viéndome tomar fotos. Había solo esos momentos raros, donde ni él ni yo sabíamos bien que pasaba. Pero eso era lo que me molestaba, que ninguno de los dos se sentía incómodo, pasábamos bien.

**********

“Sara ya deja esa cámara y sal” Mi mamá me decía mientras cocinaba unos patacones en la cocina. Ni siquiera la regresé a ver, la verdad, es que sin mis amigas en la playa no tenía mucho que hacer, conocía a muy poca gente, y prefería quedarme en la casa y no hacer nada.

“Pero si mis amigas todavía no llegan, ma” Caminé hacia ella, y la miré, “Tampoco es que quiero salir”

Me senté en uno de esos banquitos, en el bar de la cocina, hasta esperar que mi mamá acabe de cocinar.

Me sonrió, y siguió moviendo los patacones de un lado al otro del sartén, “¿Me dices que ya no quieres salir? ¡Pero si en colegio, ni en la casa pasabas!” y solita se mató de la risa. La quedé viendo, y vire los ojos, “Es diferente ma”

Llegó mi papá con el pelo todo alborotado, tenía un lado de la cara aplastado, y todavía tenía los ojos medios cerrados. “No sé porque las siestas en la costa son más ricas de lo normal” Se desemperezó por una segunda vez, alzando sus hombros y brazos. Lo quedé viendo, “Por suerte no estas nada despeinado pa” le dije con sarcasmo. Mi papá se rio y vino corriendo hacia mí. Con las dos manos solo comenzó a moverme todo el pelo por la cara, “Por suerte tu tampoco estas despeinada” me dijo molestándome. Lo abracé y me arreglé el pelo.

Mi papá se quedó viendo a los patacones en el sartén, y se acercó a mi mamá. La cogió por la cintura y le dio una vuelta, mientras con la otra mano, se iba acercando poco a poco a los patacones ya listos. Agarró uno y lo apretó con la mano, mientras con la otra daba una ultima vuelta a mamá. “Verás que están contados los patacones Fede”

Él la regresó a ver con sorpresa, “¿Cómo es que siempre sabes mis mañas ah?” Mi mamá solo sonrió y siguió cocinando los patacones meneando su cabeza de un lado al otro. Los quedé viendo, insegura de que hacer. Terminé yendo al cuarto, a acostarme en la cama.

Miré por la ventana, ya mismo se atardecía. Todavía tenía tiempo para ir por un crep y volver. Pero que pereza, no quería ni levantarme ni arreglarme ni nada. No, no iba a salir hoy, capaz mañana u otro día, tenía bastante tiempo de sobra.

Una Sonrisa de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora