Cuándo salgas asegúrate de cerrar la puerta

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Ese día me levanté cansada en la tarde. Me pesaba levantarme de  la cama. Abría mis ojos, veía como una luz amarilla entraba a mi cuarto por los pequeños agujeros que había entre cada madera, de la puerta de afuera. Gruñí, cansada con sueño todavía, y con lo peor de todo pereza. Me desperece unas cuantas veces, pero era inútil me volvía a dormir sin ni siquiera intentarlo. Bostece, una dos veces y decidí levantarme.

Salí de mi cuarto con unas de esas camisas bancas de playa, que te llegan a la rodilla, despeinada, en pies. En el camino a la cocina intenté arreglarme un poco, cogerme una cola alta  algo. Me vi en el espejo del baño del corredor, mi pelo se había esponjado por la humedad, y tenía varios churos que se paraban y se hacían incontrolables.

Era verdad este día, podía ser uno de los más calientes del verano. Ya mismo llegaban esos días donde era imposible quedarse en el sol por el calor que hacía. Salí a la cocina para encontrarme con la sorpresa de que no había nadie. Mi mamá ya había preparado el desayuno, ya que se podían ver los platos amontonados en el lavabo. Había un plato en mitad del mesón de la cocina, con un jugo de naranja y otro vaso de leche. Me senté, y me encontré con una pequeña nota junto al plato.

No te queríamos despertar Jose, pero nos fuimos a Castelnovo a encontrarnos con unos amigos de Fede se quedan solo para el fin de semana. Si quieres venir, llama a Fede, que el d seguro te va a ver para traerte de vuelta.

                                                               Te queremos, Jose y Fede

Me levanté para coger el cereal de uno de los estantes, arrugue la carta y la tiré en el basurero. Todavía estaba media dormida, cuando hacía todo esto. La verdad es que no quería moverme de donde estaba, no quería ni arreglarme. Salí con el plato blanco en la mano, a medio llenar con unos cereales de miel.

Me senté en una hamaca, para comer viendo el mar. Había una pequeña brisa refrescante, pero a aparte de eso el sol era incontrolable. Hacía demasiado calor para ser Junio.

No me sorprendió cuando la hamaca se fue para un lado, por el peso extra en el extremo. Gastón se había sentado justo alado mío sin que me dé cuenta.

“Es increíble lo caliente que esta el día, ¿no crees?”

Lo quede viendo, sin saber muy bien que es o que pasaba. Después volví a mi plato con el desayuno.

“Supongo” dije sin mucha importancia

Gastón me regreso a ver medio sorprendido, se sonrojo, y me quedo mirando. Le alce las cejas, que estaba pasando con este hombre, me pregunte a mí misma.

Puso una de sus brazos atrás de su cabeza para estirarse y sonrió, “Mira lo de ayer de noche, pues bueno. Estaba un poco chumado, y soy hombre y no se solo aproveche del momento. A veces solo pasa y no sé, pues bueno espero quedar bien contigo Sara” me sonrió con una de esas sonrisas tontas de él.

Le quede viendo sin entender, ¿pues bueno? Pobrecito si estaba el chumado. Pensé en mi cabeza con tantas iras- Al final eso fue para él, poner la excusa de borracho pensando que así puede hacer lo que se le da la gana. Imbécil.

No le dije nada y seguí mirando el poco cereal que se paseaba en el plato.

“Tú me entiendes a qué me refiero Sara” volví a fruncir mis cejas, esta vez mostrando lo molesta que estaba. Alce mis hombros y con una voz molesta, le quede viendo y le dije “Obvio Gastón, ya sabes pues estabas borracho, y tú sabes” le toque con uno de mis brazos y cambie completamente mi voz, a una chillona “es una buena excusa eso de alcohol, eh”

Una Sonrisa de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora