Capitulo 12. Chantaje

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Conduje como loco hacia casa de Fernando, pero me dijeron que el dueño de la casa estaba ocupado. Ya sabía en qué y la rabia me pudo. Había llegado tarde, ellos dos ya se habían acostado. Decidí sentarme en la biblioteca a esperar. Me hubiera gustado quedarme solo para rebuscar papeles, pero un sirviente permanecía implacable en la puerta.

Minutos después, apareció Fernando con una bata de seda de color azul y fumando un cigarro. Se sorprendió de verme, pero se sentó a mi lado, me ofreció un cigarro y yo se lo negué.

-Has vuelto pronto.

-Sí, pude terminar antes de lo esperado.

-Me alegra, aunque debo decirte que has llegado en mal momento.

-¿Por qué?

-Me la estaba tirando.

-Vaya, lo has conseguido el primer día.

-Hay que saber tratarlas con amabilidad, Gherard.

-Si crees que por decirle cuatro palabras bonitas ha caído, no creo que haya sido por eso.

-Ya sé a qué te refieres. Tiene necesidades que yo he aliviado. La verdad es que es muy buena en la cama.

-No vengo a escuchar cosas que ya sé. Vengo a por Melisa.

-¿Vas a llevártela tan pronto?

-Sí, ya ha trabajado bastante para mí y creo que voy a dejarla libre y también a Charlie.

-Yo que tú me lo pensaría.

Fernando rebuscó algo en el bolsillo de su bata. Era una cinta de video que puso en la televisión y cuando vi aquello, quise matarlo. El muy… había grabado todo lo que había hecho con Melisa. Me lancé hacia él. Los dos rodamos por el suelo mientras peleábamos y entonces, llegó Melisa. Ella solamente llevaba la sábana alrededor de su cuerpo y nos miró sorprendida. También dirigió la mirada hacia el televisor. Por desgracia, el video ya había terminado y no pudo ver nada. Maldije en mi interior.

-¿Qué está pasando aquí?

-Al parecer, Gherard se molestó conmigo ante un comentario que hice.

-No estoy molesto. Pienso que un caballero no habla pestes de una mujer con la que hace el amor.

-¿Desde cuándo se llama así, Gherard?

Podría haberme esperado cualquier otra cosa, pero no que de la boca de Melisa saliera esa frase. Parecía estar realmente cabreada y dolida. ¿Qué significaba esto? ¿De qué lado estaba ella? ¡Maldita sea!

-¡Ve a vestirte, nos vamos!

Melisa no respondió, solo asintió y se retiró. Fernando me dedicó una sonrisa macabra y añadió:

-Es lógico que te guste, pero no te conviene alejarla de Rusia. Si lo haces, yo podría enseñar este video y su vida jamás volverá a ser tranquila.

-Voy a hundirte, Fernando. Sé que intentas estafarme y no voy a quedarme quieto.

-¿En serio? No me importa que me mates, pero debería importarte la reputación de Melisa.

Ahí me tenía cogido por los huevos. No tenía la culpa de que ese maldito fuera un degenerado, pero sí tenía la culpa de que Melisa y él se hubieran acostado porque yo la había llevado. Y también tenía la culpa de no haberla salvado antes de él por haber estado satisfaciéndome, solo por no pensar en ella, y ni siquiera había servido.  

Cuando Fernando terminó, no dijo nada, solo recogió algunas cosas y salió del cuarto. Me quedé sentada sobre la cama, pasando mis manos por el rostro, sin poderme creer lo que había hecho. Después de unas palabras bonitas me había ido a la cama con él y aún no había hecho lo que Gherard me había pedido, además de que no sabía por dónde empezar. Los sitios más comunes de guardar documentos importantes podían ser muchos, sobre todo en una casa tan grande.

Odio amarte tantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora