Capitulo 6. Remordimiento

194 7 0
                                    

Cuando desperté a la mañana siguiente, actúe por inercia. Me vestí con aquel vestido de seda oscura que Gherard había preparado para mí, a juego con lencería oscura y sugerente, y unos zapatos de tacón para no variar. Me sorprendió seguir estando sola en la habitación o eso pensaba, porque cuando entré al baño, vi a Gherard con una toalla en su cintura, secándose el pelo con otra toalla. El agua caía por su fuerte espalda y un temblor me recorrió. Me alejé antes de que él me descubriera y me senté en el tocador. Tenía que tranquilizarme y dedicar mis pensamientos a otras cosas. Sí, eso es.

Me dispuse a maquillarme y peinarme y entonces, Gherard salió del aseo, por suerte, ya vestido. Suspiré aliviada de verle con traje y me causo gracia ver como luchaba con la corbata.

-Parece que ya estás mejor. Insisto en que lamento el golpe de ayer…

-Olvídalo, Gherard.

-No volverá a ocurrir.

-Y yo no volveré a retarte. Creo que es mejor que nos llevemos bien.

-Me alegra oírtelo decir. Bueno, te espero fuera, pero date prisa.

-Ya estoy lista.

-Vamos y te contaré por el camino tu nueva misión.

No creía que fuera necesario. Seguramente mi misión consistía en seducir a un hombre para que Gherard se encargase de darle un bonito y trágico final. Íbamos de nuevo en su coche, en completo silencio. Aquella vez tardó demasiado en decirme en qué consistía la misión, pero me sorprendió cuando se dirigió conmigo a un hotel. Un poco antes de subir a una habitación, fue cuando me lo explicó.

Íbamos a acostarnos con otro hombre, es decir, íbamos a hacer un trío. ¡Gherard estaba loco! ¡No iba a tener así mi primera vez, no señor! Sin embargo, él estaba tan tranquilo que lo odié más que antes. Aún así, no cabía la posibilidad de cambiar el plan. Estaba tan frustrada…

-No te preocupes, Melisa. Lo tengo todo controlado.

-Y una mierda… No pienso hacerlo…

-Solo finge que lo harás, ¿vale?

-¿Cómo?

-Solo sígueme el juego y te aseguro que nadie te tocará.

Seguirle el juego a Gherard era una locura e implicaba que yo demostrase confianza en él, algo bastante complicado. Aún así, asentí y entré con él a la habitación. Un hombre de edad avanzada y de origen asiático nos esperaba sentado en un gran sillón con una bata de seda roja. Quería morirme de la repulsión que me provocaba un hombre tan mayor y la sola idea de que él quisiera tocarme.

Cuando nos vio entrar nos sonrió y se levantó en dirección al mueble bar para ofrecernos una copa. Gherard se sentó una vez que tenía la copa entre sus manos y yo imité el gesto, pero Gherard me agarró de la cintura y me obligo a sentarme sobre sus rodillas.

Odio amarte tantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora