Capitulo 21. Hayden

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-Ya lo hemos hablado, Charlie. No necesito a ningún hombre para criar a Hayden.

-¿Y qué van a pensar de ti?

-No me importa. No sería la primera madre soltera.

-Es que eso no es justo para ti y sabes perfectamente que te amo. Podemos casarnos y criar juntos a ese niño.

-Eres mi hermanastro y no voy a cometer incesto, es un delito.

-¿Sabes? Lo peor es que sigues pensando que Gherard va a volver a por ti y vais a ser muy felices, pero no es así. Te dije que no le importabas y eso ha demostrado en estos meses.

-Ya lo sé, pero no me importa. Hayden no tiene la culpa de eso…

-Gherard es el padre de ese niño, es evidente. Pero, no seamos ingenuos, él jamás se hará cargo de él. Y no quiero que la gente piense lo que no es sobre ti…

-Charlie, no voy a seguir discutiendo.

En ese momento, el llanto de mi hijo reclamó mi atención. Supuse que tendría hambre o querría que le cambiase el pañal. Atendí sus necesidades mientras pensaba en la discusión que tenía con Charlie todos los días. Después de todo lo que me había pasado y aunque siguiera amando a Gherard con todas mis fuerzas, sabía que no volveríamos a estar juntos y todo por culpa de mis errores. Tal vez si no le hubiera engañado seguiría con él en Rusia, intentando tener una linda relación. Sí, siempre tenía el feo defecto de estropear las cosas más hermosas que había en mi vida, pero ahora tenía a Hayden. Era un niño adorable que solo lloraba cuando me necesitaba, pero al menos me dejaba dormir y me torturaba al recordarme por culpa de sus ojos grises que Gherard era su padre, un hombre al que Hayden nunca conocería, un hombre que jamás volvería conmigo y no le culpaba.

En ese momento, escuché cómo llamaban al timbre. Agarré a Hayden con fuerza y me dirigí a la puerta para abrirla, ya que aquel día había quedado con Clarise. Ella era la madrina de mi hijo y venía mucho a visitarnos y a consentir a mi pequeño. Pero al abrir la puerta, me quedé sin palabras. No era Clarise la que estaba tras la puerta. Ahí estaba él, delante de mí, con un elegante traje y el cabello alborotado con unas gafas de sol oscuras. Había pasado casi un año desde la última vez que nos vimos y no sabía qué estaba haciendo aquí.

-Gherard…

-Melisa…

Vi cómo Gherard miraba al bebé y me miraba a mí, analizando la situación e intentando encontrar una explicación por sí mismo. Temblé y supuse que se habría enterado de esto por culpa de Jon, que era el único ruso con el que seguía en contacto porque le tenía un gran cariño.

-¿Podría pasar?

-Sí, claro…

-¿Qué hace aquí ese hijo de…?

-Charlie, esa boca.

-¡Largo de aquí, perro ruso!

-No me apetece discutir contigo, Charlie. He venido a hablar con tu hermana.

-Ella no quiere verte…

-Charlie, no hables por mí. Gherard y yo tenemos que hablar, así que te agradecería que nos dejaras a solas.

Charlie me gruñó y dirigió una última mirada a Hayden antes de marcharse de casa dando un fuerte portazo. Cuando Gherard y yo nos quedamos solos estábamos de pie, frente a frente, con Hayden entre nosotros. Gherard me miraba muy sorprendido mientras que yo era incapaz de mirarle a la cara. Me concentré en Hayden que se había vuelto a quedar dormido y sin decirle nada a Gherard, le di la espalda y llevé a mi pequeño a su cuna para que descansara. Le tapé con sus sábanas y besé su frente antes de salir del cuarto, aunque Gherard me esperaba apoyado en el marco de la puerta.

Odio amarte tantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora