Capitulo 8. Esperanza

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El frío era insoportable en el exterior, por suerte, solo tendríamos que bajar del coche y entrar en el restaurante, ya que estábamos en la puerta. Sin embargo, cuando estuve a punto de entrar, Gherard me agarró del brazo con suavidad y con la mirada me indicó que esperase para entrar. Rodeé mi cuerpo con mis brazos para darme algo de calor por encima del recio abrigo hasta que Gherard apartó mis brazos y pasó el suyo por encima de mis hombros. Le miré extrañada ante su gesto galante.

La verdad era que desde que habíamos vuelto de esa pequeña casa a su escondite se estaba mostrando mucho más agradable. Aún así, no podía olvidar quién era en realidad. Gherard era el hombre que tenía secuestrado a mi hermano y me obligaba a trabajar para él, entrando en un mundo sádico del que yo no quería formar parte.

El frío se incrementó cuando un coche paró frente a nosotros y de él se bajó el hombre latino que ya había conocido tiempo atrás en casa de Gherard, que si mal no recordaba se llamaba Fernando y me trataba como un objeto. Lo que recordaba con certeza era que no me causó buena impresión.

-Gherard, ¿cómo estás?

-Todo marcha como siempre, Fernando. Espero que podamos resolver estos asuntos y no tengamos que vernos en mucho tiempo.

-Pensé que te agradaba mi amistad.

-Me agrada, pero lo que menos me apetecía era salir a cenar con este frío.

-¿Es solo eso o te fastidia que admire a tu hermosa mujer?

-Preferiría que me llamarás Melisa –intervine-.

-Melisa… Un nombre precioso… Lástima que tu hermano sea un desgraciado.

No pude evitar sentirme indignada ante eso y le solté la mayor bofetada de la historia. Y hasta me sentí mal porque parecía que pegar golpes a los hombres se estaba convirtiendo en una fea costumbre, pero no podía soportar que insultara a mi hermano. Es cierto que Charlie había cometido errores, pero era un buen hombre y yo le quería. Lo estaba pasando muy mal y nadie se daba cuenta de eso. 

Fernando se mostró sorprendido ante el golpe y después alzó la mano. Seguramente iba a golpearme, así que cerré los ojos a la espera del tortazo, que nunca llegó. Cuando volví a abrir los ojos, vi que Gherard estaba delante de mí y que había evitado el golpe de su amigo. ¿Por qué?

-Preferiría que dejaras de tratar a Melisa como a un objeto y cenemos con calma.

-Llevas razón, no quiero coger un resfriado.

La mirada que Fernando me dedicó antes de entrar al restaurante no fue muy agradable y en realidad yo no quería compartir mesa con él, pero no me quedó otra.

Cuando entramos al restaurante, nos dirigimos a una mesa que estaba ocupada por una pareja. El hombre era alto y fornido, de cabello rubio y ojos marrones, en definitiva, el tópico ruso de hombre. La mujer era morena y de ojos azules, muy hermosa. Eran una extraña pareja, pero entonces comprendí porque Gherard había querido que le acompañase. Fernando ya se había sentado y parecía relajado. Y los últimos en llegar fuimos nosotros. La mujer sonrió al vernos llegar y se levantó para saludar a Gherard de forma efusiva y descarada y ni siquiera reparó en mí, al contrario que su acompañante que me miró de arriba abajo y soltó un silbido.

-¿Quién es esta preciosidad, Gherard? –Comentó el hombre fuerte-.

-Chicos, permitidme que os presente a Melisa –me señaló Gherard-.

-¿La hermana de Charlie? –Dijo el hombre fuerte con sorpresa-.

-Así es, Demetri –sonrió-.

Odio amarte tantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora