15 de agosto de 2016.
Recuerdo que hace poco en uno de estos textos te dije que quería conocer gente.
Que quería desengancharme de ti.
Pero no de esta forma.
Quería que siguiésemos hablando.
Que siguiésemos teniendo esa conexión especial.
Pero no me daba cuenta.
Quizá eso a ti te hacía daño.
Era como si un pobre le diese su comida a un rico, sabiendo que este jamás se la daría a él.
Estabas amando a una persona que pensabas que no te amaba a ti.
Pero no era así.
Amabas a una persona que te amaba, pero no se atrevía a decírtelo.
Digo amabas porque no estoy segura de que lo sigas haciendo.
No después de lo que te dije.
Lo entendería si ahora me escribieses y me dijeses que ya no me amas.
Pero no me escribes.
Llevamos tanto sin hablar...
Se me hace eterna la hora de dormirme.
Porque no puedo dejar de pensar que a lo mejor me escribes.
Que a lo mejor te ha pasado algo.
Que a lo mejor has hecho algo.
Y jamás me lo perdonaría.
No me perdonaría que te haya pasado algo por mi culpa.
Por mi maldita culpa.
Espero que estés bien, Dilan.
Porque no pienso volver a hacerte daño.
No pienso volver a mentirte.
No pienso volver a dejarte ir.
Y sé que estoy harta de repetir que no te dejaré ir.
Y mírame.
No soy capaz de hablarte.
Porque no serviría de nada.
Sé que no me perdonarás del todo.
Yo tampoco me lo perdonaré nunca.
Jamás me perdonaré haberte hecho tanto daño.
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Cartas a Dilan.
RomanceOjalá pudiese decir en voz alta lo que verdaderamente siento por ti. Hacerte saber todo lo que me transmite una simple sonrisa tuya. Expresar lo feliz que me hace ver un mensaje tuyo. O simplemente, poder decirte que te amo.