Capítulo 21: Denerim. La gran capital

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-¡Zathrian!

El custodio caminó hacia ellos con expresión sombría. Se situó junto a Elissa y la miró directamente a los ojos.

-¿Qué hacéis aquí, Zathrian? – Preguntó la muchacha.

-Habéis abierto el camino a través del bosque, y yo os he seguido – Dijo el elfo.

-¡Ja! – Se jactó Morrigan – Quiere ver si le hemos hecho el trabajo. ¿No es así, hechicero?

-No me llames así, bruja. Soy el custodio y he hecho lo que debía – El hombre posó su mirada sobre la Dama del bosque – Ya veo que no has conseguido el corazón.

-¿El corazón de la Dama? – Preguntó Alistair confuso – ¿No querías el de Colmillo Fulminante?

-Pedazo de mendrugo, ¿No te das cuenta de que ella es Colmillo Fulminante? – Suspiró Morrigan.

Alistair abrió mucho los ojos, sorprendido.

-No voy a arrancarle el corazón a nadie, Zathrian – Dijo Elissa – Tienes muchas cosas que explicarme.

-¿Qué yo debo explicarte a ti? ¿A una simple humana? – El elfo se burló de la muchacha – No tienes ni idea de lo que mi tribu ha sufrido, de lo que éstas bestias han llegado a hacer a mi gente. No se merecen ni una pizca de compasión.

-¡Nunca nos ayudará, Dama! ¡Te lo advertí! ¡No ha venido a hablar! – Gruñó Patas Rápidas.

-No es cierto – La Dama se acercó a Zathrian – Sé que en tu corazón hay un lugar para la clemencia. Ya debes estar saciado de venganza.

-Nunca, espíritu. Mi venganza es eterna, al igual que mi dolor.

Elissa observó el rostro de dolor del elfo. Ella sentía algo similar por Howe. El cuerpo inerte de su sobrino, el rostro de sus padres al alejarse, el castillo en llamas... Jamás podría olvidar el sentimiento de odio hacia aquél hombre, y debía llevar a cabo su venganza, por su familia, por Fergus, por ella misma...

-¿Estás seguro de que tu dolor es la única razón por la cual no levantas la maldición? – La Dama habló con un deje de ironía en su dulce y espectral voz - ¿Le has contado a la mortal como la creaste?

Zathrian bajó la mirada sin decir nada.

-Colmillo Fulminante y yo estamos unidos en un mismo ser – Explicó el espíritu – Pero una magia tan poderosa no pudo llevarse a cabo sin la sangre del propio Zathrian.

-¿Entonces ese es el motivo por el cual eres inmortal? – Preguntó Morrigan con una carcajada.

-¿Cómo? – Dijo Elissa, confusa.

-Para decirlo de forma simple: Mientras la maldición exista, existirá él.

Elissa observó al hombre con sorpresa.

-Entonces, si deshaces la maldición tu...

-Efectivamente – Asintió la Dama – Si deshace la maldición, tanto él como yo moriremos.

-¡No! – Al fin el elfo habló – ¡Lo hice por mi pueblo! ¡Por mis hijos! A esto se le llama justicia.

-A esto se le llama egoísmo – Elissa observó a Zathrian - ¿Pretendes dejar morir a tu gente por una venganza que ocurrió hace siglos?

-Cállate, guarda gris – La voz del hombre se estaba volviendo peligrosa – Haz lo que te pedí o quítate de mi camino.

-Jamás cederé ante tal injusticia Zathrian – Sentenció Elissa.

Dragon  Age: Nuestra historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora