Capítulo 24: La Urna de las Cenizas Sagradas

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-Maldita urna, maldito Arl, maldita humedad, maldita Ruina y maldito el día en que aparecisteis en la espesura.

-¡Morrigan! ¡No blasfemes! – Le reprochó Leliana.

-¿Qué no blasfeme? – La bruja rió con histeria – Paso más horas bajo tierra que en la superficie. No puedo comer, ni bañarme, no sé cuántas horas llevo sin dormir y para colmo tengo al templario idiota cerca de mi...

-¡Eh! Que yo no he dicho nada.

Elissa suspiró. Aunque no le gustaba lo que había dicho Morrigan, tenía que darle la razón. Habían caminado sin descanso durante horas, perdiéndose en eternos pasadizos, rebuscando en cada habitación y luchando contra hombres y mujeres que parecían proteger aquel lugar. La nieve había desaparecido por completo, lo que indicaba que a cada paso que daban, se adentraban aún más en el interior de aquellas ruinas. El cansancio, el hambre y el sueño estaban haciendo estragos en sus compañeros.

Tras dejas atrás interminables laberintos de intrincadas habitaciones, el grupo llegó a una pequeña sala totalmente vacía a excepción de un gran montón de escombros originados a causa del gran boquete que había en una de las paredes. Elissa se acercó con cuidado al gran agujero e intentó mirar todo lo lejos que pudo, pero las grandes paredes de piedra caliza bloqueaban su visión.

-¿Estáis seguros de que es por aquí? – Preguntó girando la cabeza para ver a sus amigos.

-No hay otra salida – Dijo Zevran asintiendo con la cabeza.

-Pero esto parece ser una... Cueva.

Elissa atravesó la pared y una gran corriente de aire hizo que perdiera durante un instante el equilibrio. Quizás, después de todo, aquel túnel subterráneo podría llevarles hasta la salida.

Sus compañeros atravesaron el boquete detrás de la chica, y todos observaron a Sten con una mezcla de diversión y preocupación. Aquel agujero era grande, sí, pero Sten también lo era. El qunari gruñó molesto y atravesó la pared sin dificultad. Todos suspiraron aliviados, y Elissa percibió un deje de orgullo en el rostro del hombre.

Avanzaron, algo más esperanzados a causa de la corriente de aire glacial que les empujaba. Caminaron a través de la caverna, oyendo sobre sus cabezas el repicar del agua y sus propios pasos resonar a causa del eco. No tardaron mucho tiempo en percatarse de que las paredes se ensanchaban y, poco tiempo después, el túnel dio paso a una gran gruta. La luz del sol matutino penetraba por algún hueco oculto, dando un aspecto rojizo a las innumerables estalactitas que colgaban del techo y por las cuales caían numerosas gotas de agua cristalina.

Elissa caminó lentamente, observando aquella maravilla creada por la naturaleza. Definitivamente, sería una pena que la mano del hombre destruyera tanta belleza.

-¡Alto! ¡No deis un paso más!

El grupo entero se detuvo. A otro extremo de la gruta, junto a lo que parecía ser la salida del lugar, había un colectivo de hombres y mujeres armados, entre ellos, varios magos. El hombre que había hablado encabezaba el grupo, parecía ser el líder.

-Has profanado nuestro templo. Has matado a nuestros fieles y...

-¡Eh! – Elissa interrumpió la perorata del hombre – Que habéis sido vosotros quienes nos habéis atacado.

-¡Como osas interrumpirle! – Una mujer ataviada con una larga túnica y un bastón se acercó a la muchacha amenazadoramente.

-Tranquilízate – El hombre hizo un además con la mano y la maga se detuvo – Ya es suficiente, quiero que me digáis ahora mismo a que habéis venido.

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