Dragon Age: Nuestra historia

Capítulo 3: La brecha en el cielo

A medida que ascendían por la montaña de la Espalda Helada, la temperatura caía en picado. Ali a duras penas podía respirar sin sentir como si miles de afilados cuchillos atravesaban sus fosas nasales y penetraban en el interior de su pecho. Su única ropa era una delgada túnica de mago púrpura y dorada llena de cortes y medio chamuscada que difícilmente cubría las partes importantes de su cuerpo.

Los soldados les seguían muy de cerca, liderados por Leliana, que sujetaba un gran arco entre sus manos observando cada pequeño detalle de su alrededor, en busca de algún peligro. Cassandra y la mujer conversaban muy a menudo en voz baja, era obvio que ambas se conocían desde hacía bastante tiempo, incluso a Ali le pareció oír como Leliana llamaba la guerrera, Cassey.

Como bien había imaginado, el hecho de cargar con los soldados no sólo hacía el camino hacia el templo de las Cenizas Sagradas más seguro, sino que también el nombre de víctimas a manos de los demonios se reducía. En las ocasiones en que se encontraban frente a enemigos, los soldados lograban suprimirlos rápidamente, sin necesidad de que ellos mismos entrasen en combate.

El viaje resultó ser rápido y directo, sin grandes imprevistos ni bajas en las filas. Antes de darse cuenta, Cassandra anunciaba que se encontraban a pocos minutos del templo. Ali lo agradeció puesto que comenzaba a sentir un molesto hormigueo incesante en los brazos.

-Toma – Leliana se acercó a la joven y le entregó una capa oscura y raída – No es mucho, pero al menos te aislará del frío.

La muchacha agradeció el gesto a la mujer y se cubrió con el manto. A pesar de ser una tela ligera y de poco peso, el cambio fue instantáneo. El aire gélido no rozaba directamente sus manos desnudas y hombros, con lo que su cuerpo comenzó a adoptar su habitual temperatura.

No había hablado mucho con Leliana, a excepción de las habituales presentaciones. Parecía ser una mujer muy capaz, y, sin embargo, no apartaba la mirada de Ali. Había sido así desde que se vieron por primera vez en la celda en donde la mantenían prisionera, y su actitud no había cambiado desde entonces. Más que desconfianza, sus ojos mostraban curiosidad, confusión y un profundo pesar. ¿Quizás podía haberse dado cuenta?

"No, eso es imposible" Pensó la muchacha.

El extenso grupo ascendió por una escalinata de piedra hasta llegar a un abierto campamento resguardado bajo unas extrañas rocas negruzcas de dimensiones desmedidas. El fuego aún crepitaba en los húmedos leños que hacían hervir un gran caldero burbujeante donde una espesa sopa llenaba el ambiente de un dulce olor. La mayor parte de campamento se hallaba en completo desorden, armas y armaduras se encontraban desperdigadas por todas partes, al igual que bolsas, mochilas, baúles y barriles. Parecía que los guerreros acampados allí se habían visto obligados a huir a toda prisa, y por las recientes huellas aún visibles, no hacía mucho tiempo de aquello.

-No entiendo nada – Dijo la mujer acercándose a Ali mientras los soldados buscaban entre los restos del campamento – Cullen debería estar aquí. Su unidad era la encargada de despejar la entrada al templo.

-¿Cullen? – Preguntó Ali.

La mujer no contestó. En aquel mismo instante se oyó una explosión justo al otro lado del campamento y un grito de horror tras ello. Ali salió corriendo y atravesó el lugar hasta pasar por una gran entrada de roca completamente derruida. No fue hasta que llego al otro lado que se dio cuenta de que se encontraba en el interior del templo de las Cenizas Sagradas, o al menos lo que quedaba de él.

El suelo estaba completamente empedrado, sin embargo, las paredes ya no existían. El lugar estaba rodeado por aquellas extrañas montañas oscuras que parecían surgir de la mismísima tierra y resplandecían ante el fulgor verdoso de la Brecha. En la lejanía, Ali pudo vislumbrar levemente las ruinas de un edificio que parecía ser la zona más profunda del templo, quizás las mazmorras de éste que habían sobrevivido a la explosión.