Capítulo extra: Dulces Recuerdos

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El gran salón estaba muy bien decorado. Las rojizas cortinas adornaban las grisáceas paredes de piedra mientras que los ya conocidos candelabros dorados relucían ante el candente fuego que los iluminaba. El suelo estaba recién encerado, lo sabía ya que podía mirarse los zapatos en el reflejo del mismo.

La música, la comida y el murmullo de voces la estaban poniendo sumamente nerviosa, sin obviar el hecho de que estaba tremendamente aburrida.

Elissa observaba muy callada a todos los hombres y mujeres que comían, bailaban y reían embutidos en aquellos horribles y pomposos vestidos que a su madre tanto le gustaban. Odiaba aquella ropa, y la culpa era de su madre. Le obligaba a vestir ropajes chillones repletos de lacitos, cintas y volantes que no hacían si no facilitar las burlas y risas de su hermano.

"¡Eres una niña y debes vestir como tal!" Había dicho su madre tras oír las interminables quejas de la pequeña.

Elissa suspiró mientras agitaba enérgicamente sus cortas piernas que no alcanzaban el suelo. Estaba aburrida, muy aburrida. No podía bajar de aquella dichosa silla porque tenía miedo a caerse si saltaba de ella, sin embargo, llevaba tanto tiempo allí que comenzaba a dolerle el trasero.

Todo era culpa de Fergus, él la había dejado allí sola, aprovechando un momento de distracción de sus padres para escabullirse entre el gentío junto a Cailan y Anora.

"Son juegos de mayores" Había dicho "Y tú no eres mayor".

-Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí?

Elissa levantó la mirada de sus zapatos y se encontró frente a un bello rostro de largos y rubios cabellos. El hombre la miraba risueño mientras mostraba una perfecta sonrisa de dientes blanquecinos. Definitivamente, Cailan era la viva imagen de su padre.

Elissa se ruborizó al instante, sabía de quien se trataba porque le había visto anteriormente, pero jamás había hablado con él.

-Ma-Majestad – Tartamudeó la niña.

-Eres la pequeña de los Cousland ¿Verdad? – Preguntó el rey - ¿Bellinda?

-Elissa – Corrigió ella – Elisabeth Cousland.

-¡Eso es! Perdóname pequeña, no soy muy bueno recordando nombres – El rey se rascó la parte posterior de la cabeza - ¿Qué haces aquí sola? ¿No están Cailan y Anora contigo?

La niña negó firmemente con la cabeza.

-Mi hermano y ellos han ido a...

-Maric, ¿Qué estás haciendo?

Elissa desvió la mirada del rey para posarla en el otro individuo.

Un hombre de pronunciadas facciones, oscuro cabello y claros ojos azules la observaba con semblante hosco y entrecejo fruncido. Su vestimenta oscura y su expresión seria intimidaban a los invitados otorgándole así un aspecto frío y severo que tan solo Maric parecía poder alterar. A Elissa siempre le había dado miedo Loghain, sobre todo cuando reñía a Anora y Cailan por hacer alguna travesura. Fergus lo sabía, y en más de una ocasión le había perseguido por todo Pináculo chillando: "¡Soy el comandante y vengo a comerte!".

-Mira que princesita he encontrado – Dijo Maric sonriendo.

-Déjate de tonterías – Gruñó Loghain – Tus invitados esperan.

-Oh vamos, no seas aguafiestas. Eamon se encargará de esos molestos nobles – El rey volvió a observar el rostro de Elissa – Siempre quise tener una niña ¿Sabes? Dicen que son más cariñosas y leales con sus padres.

-Hasta que se hacen mayores – Suspiró el comandante – Anora ni siquiera quiere que le arrope por las noches.

-Eso es porque se parece a ti.

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