2

363 24 2
                                    

16 de agosto de 2015


— Despierta, linda. Tienes que desayunar. —Avisó Marie, moviéndome suavemente.

Al parecer, nada de lo que había pasado el día anterior había sido producto de una pesadilla. Antes de dormir deseé que hubiese sido una de ellas. Mi cabeza solía hacerme pasar momentos horribles, con mayor frecuencia en las horas de sueño, cuando creaba historias que hacían que cada noche dormir se me dificultara cada vez más.

Pero ahora todo es real. Ahora le temo a despertar.

— No quiero comer, déjame en paz.

Soltó un suspiro de exasperación. Habían minutos, escasos minutos, en los que solía ponerme en su lugar y comprendía por un momento la frustración que debía sentir cuando las personas con las que ella debía tratar día a día se negaban a colaborar.

Pero como dije, solo eran unos pocos minutos.

— Lisa, tienes que comer. Ayer no tocaste ninguna de las comidas del día, y aquí vienes a mejorar, no a empeorar.

Estuve alrededor de ocho años tratando conmigo misma. Algunos días sentía que todo me sonreía. Las pequeñas cosas que hacía me salían bien, las personas reían conmigo de algo que recordamos o que vivimos, mi madre hacia mi comida favorita cuando llegaba del colegio. Y otros días simplemente las recaídas eran más profundas que las anteriores. Sentía como todos me daban la espalda cuando más los necesitaba, mis brazos llegaban a tomar tonos oscuros, las noches se hacían eternas ya que no podía conciliar el sueño, y cuando lo hacía, las pesadillas parecían atormentarme para que al despertarme mi día comenzara de la peor forma. No podía creer que Marie estuviera avalando la idea de que sólo por pasar un día aquí tendría que haber un avance notorio en mí.

— ¡Como si eso fuera demasiado fácil! —Exclamé molesta.

— Por eso, ese es nuestro trabajo; hacer que lo difícil deje de ser difícil.

¿Nuestro? ¿De quién más estaba hablando?

Abrí mis ojos y volteé a ver a Marie, con su dulce sonrisa que tanto la caracterizaba, y a un chico cuyo nombre, según decía en el cartel de su uniforme, era Alex.

— No estuve aquí ayer porque tuve que encargarme de tus papeles y de algunos otros pacientes designados de Marie. Soy Alex, como habrás podido notar. —Dijo, refiriéndose al cartel con su nombre en su chaqueta al que había estado leyendo— Soy algo así como la mano derecha de Marie. Hemos trabajado juntos desde que entramos aquí. Así que, si necesitas algo, cuenta con cualquiera de nosotros dos.

Asentí, sin prestar mucha atención. Tampoco es que me importara mucho lo que las personas de este lugar tuvieran para decir.

Me levanté y me guiaron hacia el comedor para que tomara mi desayuno. Dijeron que cada vez que me comportara, de alguna forma, normal, podría ir a comer cualquiera de las cuatro comidas del día allí. De lo contrario, tendría que conformarme con comer en mi habitación.

Si por mí fuese, decidiría no comer jamás.

— Si no comes, las cosas serán peores y no solo no podrás salir de aquí, sino que serías trasladada al área de las personas peores que tú.

Oí una voz bastante aguda y suave detrás mío, me giré y vi a una niña pequeña cuyo cabello era de un color rojizo y ojos grises enormes. Una niña demasiado tierna como para estar en un lugar tan horrible como este, ¿Qué hacía acá?

— Soy de la parte infantil, gracias por pensar eso de mí. Soy Mía ¿Y tú?

Me quedé en mi lugar, petrificada. No había dicho absolutamente ni una palabra hasta el momento, ¿Cómo supo todo aquello?

— Puedo leer los pensamientos, algunas veces puedo predecir el futuro también, pero nunca me equivoco. Mis padres me trajeron aquí porque creían que estaba loca, de igual forma, todos creen eso aquí también. Digo, sólo los doctores. Entre los pacientes soy una más del montón. —Rió, como si lo que hubiese dicho fuese lo más normal. En realidad, no entiendo como aún me sorprendo con tanta facilidad. Esto ya no es la rutina que solía manejar, aquí no hay una definición exacta de normalidad como la que solía conocer— Entraste ayer ¿Verdad?

— Soy Lisa. Y si, entré ayer ¿Eso lo adivinaste o lo predijiste? —Pregunté con indiferencia. No estaba de humor para que una niña de apariencia tierna se entrometiera en mi vida como si no tuviese algo más importante que hacer en la suya. No necesitaba más cosas extrañas de las que ya sucedían en este lugar. No soy como ella.

— Es normal que pienses eso de mí, Lisa. Tarde o temprano sabrás realmente que no soy una niña cualquiera en tu vida; probablemente me odies, o me aceptes, pero hagas lo que hagas no va a influirme en nada. Tú no estás bien, y es por eso que a partir de ahora no me separaré de ti.

Su expresión era tan vacía y seria que por un segundo llegué a creerle

— Todos escuchamos tus gritos anoche, no se camuflaban para nada con los que estamos acostumbrados a oír, es por eso que supimos al instante que había alguien nuevo.

Al finalizar, guiñó un ojo y se marchó dando saltitos. Algunas personas en el pasillo simplemente ignoraron su existencia, y otras comenzaban a alterarse. No entendí absolutamente nada de lo que había dicho, pero como dije antes, no me importaba nada de lo que las personas allí tuvieran para decirme.

Me encaminé a mi habitación junto a un enfermero desconocido con el que Marie y Alex me dejaron, ya que ellos debían ir a una reunión, o algo por el estilo.

No desayuné. No quería comer, y sé que es mi obligación, pero no creo que afecte en algo. Nadie me estaba controlando.

A veces me pregunto para qué venimos al mundo. Todos sufrimos, dañamos, nos enamoramos, enloquecemos, y al final; morimos. En la vida no queda nada de lo que hicimos o atravesamos. Tal vez la muerte quiere llenarse de nuestras anécdotas estando vivos.





"Hay algunas personas y yo que tenemos tiempo difíciles en esta vida"

psychiatric [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora