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20 de agosto de 2015.

No contestó.

¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Insistir y arriesgarme a que se metiera físicamente conmigo? ¿Aún cuando apenas podía mantenerme de pie?

— Bueno, yo solo quería decirte que si vamos a ser compañeros de cuarto, sería bueno que nos llevarámos bien. —Tartamudeé, y me maldije internamente por mostrarme tan débil. Al menos, sabe que no debería meterse conmigo porque sería culpado de un sexto homicidio con tan solo ponerme un dedo encima.

Él sonrió, sin gracia como de costumbre. Me pregunté si alguna vez expresó lo que realmente se expresan en esas muecas que todo el mundo hace con sentido alguno.

— ¿Tú crees que vine a hacer amigos?

— Pues, no. Pero no sería lo ideal que nos lleváramos mal cuando vamos a compartir la misma habitación durante un buen tiempo. Quién sabe hasta cuándo. —Seguía tartamudeando. Me golpeé mentalmente. Qué estúpida soy cuando estoy nerviosa y alguien me intimida. Definitivamente tendría que haber tenido más relaciones y conversaciones. Debería haber salido más de mi habitación.

No respondió.

Me armé de valor y hablé sin temer a lo que podía pasar.

— Escúchame, no porque tu vida sea una mierda debes ser así con todo el mundo. Aquí estarás un largo tiempo y, por qué no, toda tu vida. Así que, tendrías que aceptar mi ofrenda de paz porque soy la única que te la ofreció, y estoy segura que seré la única si continúas con tu actitud de chico malo.

Me felicité a mi misma por haber hablado claro y no flaquear en mi tono de voz.

— Escúchame tú, niña. No hables de vidas de mierda cuando tu vida es una de ellas, por algo estás aquí ¿No es así? Puedo ser una mierda con quien se me venga en gana, no reclames nada. Me vale nada tu "ofrenda de paz", no necesito nada de eso y menos de alguien como tú. —Exclamó, señalándome con superioridad, y bajé mi cabeza. Tenía toda la maldita razón. Pero ¿Alguien como yo? Decidí ignorar eso.

No respondí y me metí a la cama otra vez.

No podía evitar recordar las veces que intenté entablar una relación amistosa con las chicas de mi colegio y me rechazaban, señalando todos mis defectos físicos y de personalidad, aún cuando no me conocían.

Yo no había decidido esta vida. Pero tal vez me encaminé a mi misma indirectamente hacia aquí, en vez de cuidar mi bienestar mental y físico un poco más de lo que intenté hacer.

Decidí dormir. No es que había algo más importante o interesante que hacer aquí.

Parecía que en este lugar, los demonios internos de la gente se luchaban en la inconsciencia en la que se sumerge nuestro cuerpo cuando estamos cansados o no tenemos nada mejor que hacer.

No me quejaba en absoluto. Había bastante lógica en ese método.


(...)


—  Vamos chicos, arriba. No me obliguen a tirarles una cubeta de agua congelada. —Entró Alex a la habitación, haciendo el mayor ruido posible para despertarnos.

— Métete tu maldita cubetera en..-

— Será mejor que no termines esa frase si no quieres tener un castigo tu primer día. —Advirtió, confeccionando toda la habitación. Todos los enfermeros lo hacían para asegurarse de que no nos drogamos, dañamos, tenemos sexo, etc.

Reglas básicas de una institución como esta.

— Bien, les diré las nuevas reglas. —Comenzó, dejando de inspeccionar.— La directora de este psiquiátrico dijo que, "si tienen compañeros asignados, son compañeros para absolutamente todas las actividades que se realicen”, como desayunar, almorzar, pasar los momentos libres, merendar y cenar juntos. Vendrán a las habitaciones juntos cuando se les ordene, todo juntos. Serán un equipo.

Yo me preguntaba ¿Acaso la vida me odiaba? Luego de haber presenciado en vivo y en directo el profundo intercambio de palabras que tuve con Ryan, la vida me hacía esto. Tal vez no la vida. Tal vez Dios, la suerte, el destino o lo que sea que maneja el rumbo de nuestras vidas.

— ¿Quedó claro? —Alex preguntó, ya en la puerta, dispuesto a irse sin muchas ganas de responder dudas.

Y la verdad es que yo no entendía nada.






"No conoces mi mente como conoces mi nombre"

psychiatric [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora