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15 de agosto de 2015.


— ¡Yo no estoy loca! ¡Sáquenme de aquí! —Grité, mientras intentaba zafarme del agarre de personas que jamás había visto en mi vida, y que jamás creí que se acercarían a mi de esta forma.

Era demasiado tarde.

Me deslicé de espalda contra la puerta hasta llegar al suelo. ¿Cómo pude llegar a ese lugar? ¿Cómo pudieron abandonarme de esta forma?

Respiré hondo, conté hasta diez. Comencé a repasar todo lo ocurrido hasta el momento.

Mi cuarto, lo extrañaré tanto. Allí podía aislarme de todo lo que odiaba, de todo lo que me mataba un poco más y más con el paso de los días. Allí sacaba el dolor de mi alma. Allí estaba en paz. Pero como dicen, nada es eterno. Todo eso se terminó cuando mis padres irrumpieron en mi habitación. Cuando alguien en quien confié lo más íntimo de mí, se lo reveló a ellos. Cuando supieron que dañarme a mí misma me hacía sentir mejor.

Me recosté en la cama, que para mi gusto era demasiado incómoda, y me puse a pensar en las probabilidades que aún tenía de ser feliz.

Siempre me quedaba en cero.

La habitación era fría y húmeda. Las paredes estaban despintadas y tenían marcas. Era escalofriante pensar en las personas con un grado mayor de inestabilidad que han estado aquí, y que por razones obvias ya no lo están. Nadie sale de este lugar con vida.

Había otra cama vacía, pensé que tal vez tendría un compañero, o compañera. Al parecer estaba en la parte más leve del hospital. No creo que los demás pacientes tengan permitido compartir habitación, pero realmente no quería seguir pensando en eso. No quería pensar en adaptarme a este estilo de vida, no lo merezco. Sin duda esta no era para nada como mi antigua habitación, nada era como la antigua rutina miserable que tenía antes. Ya no volveré a ser una desgraciada con libertad.

(..)

Me dormí, y luego de un rato escuché el sonido de la puerta abrirse.

— ¿Hola? —Se adentró en la habitación, siendo más silenciosa esta vez al verme acostada— Hey, despierta. Tengo que hablar contigo.

Aquella voz femenina hablaba mientras sacudía levemente mi brazo. Pero no quería abrir mis ojos. No necesitaba ver a nadie, no quería ver a nadie.

— Sé que estás despierta, no te haré daño. ¿Podrías mirarme?

Lentamente abrí mis ojos, y dejé de darle la espalda, para poder ver bien a la persona que tanto se esmeraba en molestar, para luego volver a mi posición, ignorándola.

— Mi nombre es Marie, yo seré tu psicóloga, enfermera, psiquiatra.. Digamos que eres mi paciente asignada, y tendré que trabajar contigo durante todo el tiempo que estés aquí, y ayudarte a salir.

No respondí. Sabía que sus palabras no transmitían la confianza que ella creía que transmitían.

— Bien, veo que no eres muy colaboradora. —Soltó un suspiro, un poco frustrada. Por un segundo imaginé la cantidad de veces que habrá pasado por situaciones similares, y lo exhausto que debe ser— Te explicaré; si tú no pones aunque sea un poco de tu parte no podrás mejorar y no podrás salir.

— Tú dime; ¿De qué me sirve a mi salir, si allá afuera no hay nadie esperándome? Prefiero morir en este lugar donde no parezco una desquiciada, donde no soy señalada, donde no resalto y no soy el centro de todos los comentarios, a morir allí afuera donde la gente ignorante juzga todo lo que se le cruza, sin conocerte ni esforzarse en hacerlo ni un poco. Además, ambas sabemos que no hay ni un poco de seguridad en tus palabras. No soy estúpida, no soy una de esas personas locas con las que tratas todos los días, sé perfectamente que no hay forma de que salga de aquí y sea feliz. —Contesté mirándola fijamente, sin dejar de mantener mi mirada fría. Se notó cierta incomodidad en sus ojos luego de mi actitud.

El silencio reinó en ese momento.

— Leí tu diagnóstico, Lisa. Tú tienes depresión, y deberías estar en una clínica donde traten con tu problema de autoflagelación y trastornos como tiene que ser. ¿Por qué estás aquí? —Tomó mis manos compasivamente. Por un momento pareció que aquella pregunta fue más para si misma que para mí.

Rápidamente aparté mis manos de su tacto, y mis ojos comenzaron a cristalizarse.

— ¿Se supone que yo debo saberlo? Tú eres la profesional aquí. Tú tienes acceso a los expedientes. Tú tomas nota de absolutamente todo, ¿Y a mí me preguntas eso? —Exclamé, algo frustrada. Yo no vine a este lugar por mi propia cuenta, ni hablé con ella para que hiciera un informe sobre mi estado. De eso se encargaron las mismas personas que me abandonaron aquí, que no pensaron en mí.

O tal vez pensaron de más.

— No es lo que quise decir. —Marie intentó tomar mis manos otra vez, y volví a alejarme.

— Déjame sola.




"Nos quedamos en nuestros lugares porque no queremos perder nuestras vidas"

psychiatric [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora