Capítulo 13

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N/A: Mil gracias por seguir leyendo :)

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Castle se masajea la frente. Cansado. Tal vez de tantos días allí encerrado, tal vez de aburrimiento, de echar de menos a Alexis, o tal vez simplemente de no saber qué es lo que pasa por la mente de Kate.

Desde que ésta habló con Lanie hace dos días, está rara. Parece feliz en algunos momentos, pero en otros, por el contrario, parece que algo le molestase. Parece demasiado pensativa y está más callada que de costumbre.

El ruido de la puerta de su dormitorio hace que olvide sus pensamientos, para observarla únicamente a ella.

-¿A dónde vas? – pregunta, dejando su taza de café sobre la mesita del salón.

Kate va vestida con unas mallas negras ajustadas, y una sudadera deportiva de color morado. Lleva el pelo recogido en una coleta alta.

-Voy a salir a correr – anuncia ella, dirigiéndose a la cocina.

Él le sigue y le agarra del brazo, impidiéndole abrir el frigorífico.

-No puedes salir a correr – dice con la voz ronca.

-¿Por qué no? – Pregunta Kate – La nieve se está derritiendo.

-Pero es…

-Oh, venga – dice ella, sacudiendo la cabeza.

-¿Qué?

-¿Me vas a decir ahora que es peligroso?

-Lo es – asegura él.

-Venga ya, Castle. Estamos en el medio de la nada, hemos estado aislados por la nieve durante semanas, ¿de verdad piensas que alguien va a venir aquí a…? – deja la frase sin terminar.

Castle tiene que concentrarse, para seguir argumentando su opinión. Casi había olvidado cuánto le pone verla enfadada. Solo que no con él, claro.

-Creo que no estás entendiendo lo peligroso de todo esto.

-Y yo creo que te has vuelto un poco paranoico. Voy a salir a correr – dice, abriendo el frigorífico y cogiendo una botella de agua, dando por finalizada la conversación.

-Muy bien – dice él, tras unos segundos – Pues voy contigo.

Ella separa la botella de sus labios y lo mira, no muy segura de lo que él acaba de decir. Sin embargo no dice nada, se limita a encogerse de hombros, haciéndole saber que está bien. Aunque realmente no recuerda que a él le gustase hacer deporte, quizá está equivocada.

Cuarenta minutos más tarde comprende que no. No se equivocaba. Rick no ha practicado deporte en su vida, diga lo que diga.

Había tratado de hacerle creer que solía correr de vez en cuando por Central Park, cuando hacía buen tiempo. Y que solía ir semanalmente a un gimnasio cercano a su casa. Sin embargo, ni su estado actual, ni su físico decían lo mismo.

No es que al escritor le sobrasen demasiados kilos, pero si unos pocos. Y el sofoco que llevaba encima le dejaba bastante claro que no hacía ningún tipo de deporte regularmente. Era cierto que llevaban un par de meses sin salir de esa casa, pero ella, en la misma situación, había encontrado hasta relajante el salir ahora a correr al aire libre. Lo había disfrutado.

Sabía que él solo lo había hecho para acompañarla. Seguía teniendo ese afán de protegerla de cualquier cosa y, aunque a veces le resultaba tierno e incluso romántico; otras no le parecía más que pesado, sobreprotector y paranoico.

-Ya llegamos – anuncia ella, cuando están a unos pocos metros de la cabaña.

Él asiente. Apenas puede hablar. Le ha mentido, jamás había hecho deporte. La única vez fue en el colegio, cuando era una asignatura obligatoria. Y lo único que conseguía era que le golpearan con el balón. Nunca le había gustado practicar deporte.

Grasping to controlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora