Tres: Máscara de hierro

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En mi cabeza estaba las palabras que mis padres habían grabado a cincelazos de que una relación amorosa entre dos mujeres estaba equivocada, que no era normal. Lo que yo estaba sintiendo por Yulia no era normal, nada normal. No se suponía que tenía que sentirme tan atraída por una chica. Debería sentir todo eso por algún chico, uno que cumpliera con todos los requisitos de mis padres: apuesto, de buena familia, con un futuro prometedor; y Yulia, simplemente era Yulia, mi amiga a quien simplemente necesitaba, de una manera irracional, cerca de mí. No me importaba nada, menos después de darme cuenta de que estaba enamorada de ella. El primer amor es el más entregado, irracional, visceral; amas y no te importa nada más. Así estaba yo, tratando de encontrar las señales de ser correspondida en un sentimiento mucho más profundo que la amistad. El encontrarla mirándome mientras no la veía, el que me sonriera sin razón aparente, que me tomara de la mano y no quisiera soltarme; la manera de susurrarme cosas al oído durante las clases que me erizaba la piel. Todas esas cosas me hacían ilusionarme, pensar que con un poco de suerte, ella me correspondería, y entonces podríamos salir, sólo nosotras dos, ir al cine, llevarla a cenar; y al llevarla a casa, darle un beso en los labios. Poco a poco me convencí a mi misma de arriesgarme, de decir la verdad y entregarme a la locura de amarla.

Sólo debía esperar el momento indicado, tantear el terreno y si me equivocaba regresar a lo seguro de nuestra amistad. Pero, nadie sabe lo que va a suceder al entregarte sin reservas.

Uno día antes de mi cumpleaños Nadia y yo nos quedamos a dormir en su casa, vimos dos películas antes de que Nadia se quedara dormida.

-Buu, ya no va a ver la película que tu trajiste- dijo Yulia viendo a Nadia.

-La podemos ver después- dije después de ver bostezar a Yulia.

-No, vamos a verla tu y yo.

Se levantó dejándome ver sus piernas con el short de su pijama, no pude evitar que la sangre se me subiera a la cabeza. Puso la película y después saltó al espacio entre el cuerpo dormido de mi amiga y el mío.

-La vas a despertar- le dije como regaño.

-Pecas, Nadia duerme como tronco, en cuanto cierra los ojos nada la despierta-

La luz seguía apagada, y solo veía a Yulia por la luz de la televisión prendida. La música de 20 century fox comenzó y yo seguía viendo a Yulia quien se comenzaba a concentrar en la pantalla.

-¿De qué es la peli?- me preguntó.

-Es... cursi- dije sabiendo que Yulia prefería las películas de zombies y balaceras. –Si no quieres verla ponemos otra-

-No, sí quiero verla-

La maldición de Aquila era una de mis películas favoritas, ya era algo vieja, pero la idea de estar tan cerca de tu ser amado y no poder estar con él no podía ser más certero. Yulia recargó su cabeza en mi hombro, y mi atención nunca llegó al televisor, estaba mas concentrada en sentir su respiración, el palpitar de su corazón, y el movimiento que de vez en cuando hacía con su mano sobre mi brazo.

La parte donde una flecha alcanzaba al halcón que después resultaba ser Michel Pfeiffer hizo que Yulia diera un brinco.

-¿Era ella?- preguntó volteando a verme.

Sus ojitos estaban llorosos, y parecía preocupada.

-¿No se muere verdad?.

-Si te digo no tiene caso que la veamos- le dije riendo.

Me dio tanta ternura que sólo pude seguir mis impulsos y abrazarla, ella seguía con su cabeza sobre mi hombro, pero ahora mas cerca de mi cuerpo, con su brazo sobre mi vientre y el otro doblado en su pecho.

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