Final: Desnuda

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Al despertar lo primero que hice fue llevarme las manos al abdomen temiendo lo peor. Seguía igual de grande y redondo, pero no respiré tranquila hasta que por fin sentí que se movía dentro de mí.

-Tranquilo- susurré con la voz ronca– No... no dejaré que nada te suceda.

Escuché los gritos de mi padre en el pasillo y de inmediato me alarmé.

-Tú no eres nadie para decidir sobre la vida de mi hija.

Me preocupó que tuviera un enfrentamiento con Yulia y yo no pudiera estar ahí para defenderla, pero ese temor desapareció al escuchar la voz de Iván responder.

-Soy el padre del bebé y tengo que protegerlo.

No entendía nada, quería una explicación cuanto antes y busqué una forma de hacer ruido y llamar su atención; encontré un timbre para llamar a la enfermera y lo toqué una y otra vez.

-Yo también soy su madre. – Esa vez si era la voz de mi novia, pero sonaba rota. –No puedes decidir tú solo.

-Ya despertó.- Les informó la enfermera antes de entrar a la habitación. –Tranquila, enseguida llamo al doctor para que venga a verte.- dijo antes de que yo pudiera preguntar cualquier cosa y salió igual de rápido.

Me desconcertó más el echo de que aún sabiendo que estaba despierta nadie entrara a ver cómo me encontraba. Escuché mas voces que susurraban y no pude entender nada de lo que decían. Era frustrante no saber, pero me aferré a la idea de que si mi bebé se movía significaba que estaba bien. Minutos después entro un médico junto a Iván y a Yulia.

-¿Me quieren explicar que sucede?. - Pregunté con la poca voz que tenía.

Me dolía la garganta y tenía mucha sed.

-Hola Elena, soy el doctor Greg....

-Sí, sólo... dígame que sucede- pedí desesperada y cansada de tanta formalidad.

-Sucede que tienes algo llamado preclampsia, tu presión subió mucho y puso en riesgo tu vida.

-¿Mi bebé?.

-El bebé esta bien. Pero necesito que entiendas esto, es una enfermedad ligada al embarazo y no existe una manera de curarla a menos de que el embarazo sea interrumpido.

-No- dije cubriendo mi vientre con las manos determinada a evitar que nadie se acercara a mi bebé.

-Lena, amor por favor escucha- me pidió Yulia tratando de contener su llanto.

-Elena, podemos intentar controlar tu presión pero en cualquier momento se puede volver a disparar y puede evolucionar, hay otra fase de la enfermedad, la eclampsia; si llegas a ella no podremos hacer nada y el desenlace sería fatal para ti.

-Pero el bebé aún es muy pequeño, apenas tengo veintiséis semanas.

A esas alturas las lágrimas escurrían libres por mis ojos sin que las pudiera detener.

-Lo sé, pero tu caso es grave, por eso de inmediato te metieron a quirófano.

-Pero no lo hicieron.

-No los dejé- respondió Iván y yo tomé su mano con agradecimiento.

Entendí por que discutían en el pasillo, me dolió que Yulia pusiera en duda que importaba más la vida del bebé que la mía, pero encontré el mismo dolor en su mirada.

-Escucha, sé que es una decisión difícil, pero tu bebé tiene posibilidades de sobrevivir si hacemos la cesárea ahora; tú quizá no las tengas si esperamos.

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