-Todo estará bien, no tengas miedo.
Su voz era un sedante en medio del dolor, pero la piel se me erizaba al descifrar el significado de estarlo escuchando.
-Tiene fiebre, agreguen una ampolleta de metamizol...
Susurros esparcidos en el aire, voces desconocidas y otras que me llamaban a mantenerme despierta, pero estaba tan cansada que solo deseaba dejarme ir.
-Ven conmigo hija- me dijo mi abuelo parado junto a mi cama.
Yulia estaba sentada en un rincón sosteniendo algo entre sus brazos, mientras intentaba limpiar sus lágrimas inútilmente. Todo estaba en penumbra, apenas lograba distinguir el contorno de su rostro y la seguridad de que nuevamente yo era la causa de su dolor me estrujó el corazón. Quería acercarme a ella, tomarla entre mis brazos y asegurarle que nunca más le haría daño, que cuidaría de ella por el resto de su vida. Pero mi abuelo se interpuso entre nosotras bloqueando mi camino hasta ella.
-Ven- dijo con la voz cargada de ternura, haciéndome sentir una inmensa paz en mi interior.
Salimos de la habitación y me encontré con los pasillos del hospital totalmente vacíos. Mis pies seguía caminando con seguridad, como si ellos supieran a dónde me llevaba mi abuelo quien seguía tirando de mi mano con firmeza. Llegamos a otra habitación, con las paredes y las vitrinas pintadas de blanco, en el centro de la habitación encontré una mesa metálica ocupada por un cuerpo cubierto con una sábana. Mi abuelo se paró a una lado de esta y me miró fijamente incitándome a levantar la tela y descubrir el cadáver entre nosotros. Mi mano tembló al acercarse, pero en un gesto de valentía arranqué la cortina blanca para descubrirme debajo de esta. Mi piel lucía pálida, mis labios estaban azulados y no había ningún rastro de vida en mi cuerpo, no respiraba, mi corazón no palpitaba, estaba muerta. Pero al mismo tiempo sentía que esa persona ya no era yo, como si tan sólo se tratase de una muñeca en tamaño real.
Mi abuelito estiró su mano hacia mí invitándome a acompañarlo. Dudé por un segundo, tratando de recordar algo que sabía era importante, pero mi mente estaba nublada, ni siquiera recordaba como había llegado hasta ahí, no entendía que estaba pasando, como si una cortina negra me impidiera acceder a mis recuerdos, pero, sentía tanta tranquilidad que me dejé llevar por él.
Tomé su mano y sentí la brisa golpear contra mi rostro, la misma sensación que tienes cuando estar parado frente al mar y las olas chocan en la arena justo frente a ti. Apenas parpadeé cuando todo desapareció, la mesa, las paredes blancas, mi cuerpo, todo se esfumó en un segundo dejándome en completa oscuridad.
Una luz brotó de algún lugar entre la penumbra, era cálida y pequeñita, pero poco a poco su luz se fue expandiendo hasta que fui consciente de dónde estaba. Una iglesia, con veladoras y hermosas flores blancas por todas partes, la luz de afuera se colaba por los vitrales escurriéndose con un tinte rojo a mi alrededor. De nuevo mis pies me llevaron hasta un pasillo donde varias personas caminaban hacia una misma dirección. Mi papá, mis hermanos, Vladislav, Vladimir y Vitya cargaban con una pesada caja de madera mientras el resto los seguía de cerca.
-¿Qué sucede?- le pregunté a mi abuelito que lucía cada vez más preocupado.
Él se detuvo a mi lado y me señaló en la dirección opuesta a mi mirada, pero no llegué a ver lo que él quería, mis ojos se detuvieron en un figura sentada a un costado de aquella caja; vestida toda de negro, parecía más una sombra que una persona, y mi corazón se encogió al reconocerla. Sus hombros estaban caídos y se estremecían en medida que los sollozos se escapaban de sus labios. Sin dudarlo me acerqué. De nuevo tenía ese bulto entre sus brazos que le impedía limpiarse las lágrimas apropiadamente.
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Máscaras
FanfictionContraparte de La Apuesta. Toda historia tiene más de una versión; cuando alguien nos cuenta una historia, nos da su versión de esta. Este fic es la historia de La Apuesta narrada desde el punto de vista de Elena, contada con más detalle, con menos...