Nueve: Máscara de piel

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Regresé a la cabaña, recogí los platos de comida y me recosté en el sofá. Cuando mi abuelo falleció hubiera dado cualquier cosa porque Yulia estuviera ahí conmigo. Así que tarde más en regresar a la cabaña que en decidirme a salir detrás de Yulia hacia San Petersburgo.

-Tengo que estar con ella.- Me dije y subí a preparar una maleta para el viaje.

Tomé el primer autobús por la mañana. De la estación tome un taxi. Llamé a información y pedí la dirección de Ana Volkova y le pedí al taxista que me llevara. Cuando llegué Yulia estaba sentada en el porche. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Me vio y sonrío. Se levantó y yo corrí hacía ella. La abracé intentando confortarla.

-Ya estoy aquí y no te voy a dejar sola- le dije al oído.

-Abrázame fuerte por favor- me pidió.

Dejé caer mi maleta y la abracé con toda mi fuerza. Sus brazos quedaron atrapados entre nosotras. Me sentí protectora, con la fuerza de sostenerla cuando sabía se estaba desmoronando.

-¿Quieres que le llame a Vitya?- le pregunté, depuse de quedarnos así unos minutos.

-No lo sé, no quiero que me vea así.

-Nena, es tu amigo y se que el quisiera estar contigo en este momento.

-Gracias.

-¿Por qué?.

-Por estar aquí.

-No tienes nada que agradecer, no quisiera estar en ningún otro lado.

Hundí mi nariz en su cuello y ella tembló. Nos separamos, ella me tomó de la mano y juntas entramos a la casa. En la sala había mucha gente, entre ellos los padres de Yulia a los que saludé y dí mi pésame. Saqué mi celular y llamé a Vitya. Le dí la dirección y Vitya dijo que enseguida saldría para allá. Por la tarde llegó junto con Olga, Marishka y Vladimir.

-Te quiero mucho enana- le dijo Vitya abrazándola y levantándola del suelo.

-Y yo a ti amigo-

-Mucha fortaleza nena- le dijo Marishka, quien tomó un vuelo para llegar.

-Sabes que cuentas con nosotros- dijo Olga.

Y Vladimir solo se limitó a abrazarla; me vio con cara de interrogación y yo no dije nada. Los demás se fueron a sentar a la sala. Vladimir me tomó del brazo y me jaló hacía un lado.

-Yo que tú me cubría el cuello- dijo señalando la mordida que un día antes me había dado Yulia. Sentí que mis mejillas se ruborizaban.

-¡Estuvo dura la acción eh!- dijo sonriendo.

-Cállate tonto- respondí divertida y avergonzada al mismo tiempo.

-Me da gusto por ustedes, aunque no entiendo. ¿Tú no la odiabas?.

-La odiaba... por que la amaba- dije viendo a Yulia siendo abrazada por Vitya.

-¿La amabas?.

-La amo, siempre la he amado, pero... - sonreí –Ahora es diferente, no pienso perderla.

-¡Esa es la actitud!- me dijo sonriendo. –Espero que sean muy felices- me abrazó y me sonrió. –Eso explica porque no te gustaban mis besos- dijo pensativo.

-Lo siento.

-Esta bien, a mi tampoco me gustaban los tuyos.

Le di un golpe en el abdomen jugando con él y luego fuimos a sentarnos con el resto, Olga se hizo a un lado para que yo pudiera sentarme junto a Yulia. La tomé de la mano y comencé a jugar con sus dedos. Ella se recargó en mi hombro, y cerró los ojos.

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