Dieciocho: Máscara de boxeador

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El discurso seguía y yo solo quería gritar "Detengan todo, esto es un error, yo amo a Yulia", pero mis labios seguían cerrados. Ese era mi destino, tenía que aceptarlo. Miré a Iván a mi lado, tan atractivo como siempre, él se merecía un "Sí", merecía ser correspondido, merecía ser amado, me hacia sentir segura y durante los últimos años se había encargado de hacerme feliz. Y sí, lo amaba, quizá no como amaba a Yulia, quizá nunca volvería a amar a alguien así, quizá solo el primer amor es tan intenso como el de nosotras, quizá nunca la olvidaría, pero él se merecía mi amor, merecía que cumpliera mi promesa de pasar mi vida a su lado, porque sin saberlo el me había salvado.

-Iván, ¿Aceptas a Lena como tu legitima esposa, para amarla y respetarla hasta que la muerte los separe?.

-Sí, acepto- Iván me tomó de las manos y me sonrió de la misma forma como cuando acabábamos de hacer el amor, con complicidad, éxtasis y felicidad.

-¡Espera!, ¡Lena!- Escuché y mi corazón se detuvo.

Su voz, su voz diciendo mi nombre era inconfundible.

-¡Es Yulia!- Escuché decir a Marishka entre los invitados. –¿Qué esta haciendo?.

No podía creerlo, tenía que verlo con mis propios ojos para saber que no estaba alucinando. Tenía su rostro rojo por correr, el cabello sujeto en una coleta y unos mechones pegándose en su frente por el sudor, el abrigo negro se escurría por sus hombros.

-¿Yulia? ¿Qué haces aquí?- "¡Qué pregunta tan estúpida!" pensé.

-¿Qué es todo esto?- Preguntó mi padre con autoridad poniéndose de pie. Las rodillas me temblaron, y me puse lo mas rígida que pude para que no se notara. Ella se acomodó el abrigo y tragó saliva, parecía buscar las palabras correctas.

-Te amo- dijo –Quizá ya es tarde para cambiar todos los "te quiero" por un solo "te amo" pero me esta matando el no habértelo dicho- mi corazón comenzó a dolerme.

"¿Por qué ahora?".

-¿Una última apuesta?- preguntó intentando que su voz sonara firme. Apuestas, nuestra relación estaba llena de ellas, ¿por qué?, ¿porque no simplemente entregarse al amor? ¿Por qué buscar un pretexto absurdo para hacer lo que realmente quieres?.

-¿Lena?- Iván se acercó a mí y yo puse una mano en su pecho.

-Tranquilo cariño, yo me encargo- dije –Sólo es una apuesta.

Bajé uno de los escaones del altar y me paré frente a Yulia.

-¿Qué apostamos?- No sé por qué me molestó tanto que siguiera apostando algo tal importante, ¿por qué no podía simplemente hacerlo sincero sin pretextos ni limitaciones?, ¿por qué no podía simplemente amarme?.

-Todo- dijo con la voz temblando –Todo Lena. Si yo gano, te juro que no permitiré que te cases, porque algo dentro de mí te escogió a ti para amarte, para entregarte todo lo que soy. Te juro que cada día de mi vida haré todo lo que pueda para hacerte feliz. Te amo Elena Katina, te amo y eso es lo que te estoy entregando, mi vida.

Comenzaron lo susurros dentro de la iglesia, y Yulia se detuvo. Se veía tan frágil, tan pequeña e indefensa, y al mismo tiempo tan valiente.

-Si tú ganas, entonces tú decides; me iré y te dejaré en paz. Pero te juro que del mismo modo en el que entraste aquí adentro- dijo señalando su pecho- así te voy a sacar.

"¡Auch!, ¿ahora me amenaza?", ¿me estaba diciendo que dejaría de amarme así de simple?, ¿cómo si fuera cualquier cosa?.

-¿Cara o cruz?- dije seria. Así había comenzado todo, así terminaría.

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