Quince: Máscara de payaso

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Llegué por la tarde a casa con una botella de vodka en la mano. Vladislav me miró con desconfianza y se bajó los lentes con los que leía el periódico.

-¿Qué es eso?- preguntó, aun que ya sabía la respuesta.

-Esto, es para nosotros, para celebrar- dije con sarcasmo.

-¿Celebrar?, ¿qué celebramos?.

-Que el destino usualmente en un bastardo, pero hay otras que simplemente se pasa de cabrón.

Puse la botella en la mesa y saqué un par de vasos de la cocina.

-Ven, siéntate, celebra conmigo.

-Lena...

-Por favor, hoy necesito celebrar- dije con un nudo en la garganta.

Habían pasado cuatro meses desde que me fui de Rusia. Aún me sentía como un fantasma caminando penitente sin un lugar a donde ir, ajena aun mundo que seguía moviéndose. Cuatro meses y aun sentía como si un día antes se hubieran destrozado mis sueños. Destrocé mi corazón y el de ella.

-¿Es por ella?- me pregunto Vladislav.

-Sí, hoy cumpliríamos un año de estar juntas- dije con una sonrisa amarga. –Así que no importa lo que digas... hoy me voy a ahogar en alcohol hasta que me deje de doler el corazón.

Vladislav no dijo nada, sólo se sentó frente a mí y sirvió otra ronda.

09:00 pm, ya comenzaba a sentirme mareada. Le conté a Vladislav todo lo que había vivido durante el último año, él se rió cuando le conté mi primera borrachera, y se quedó serio cuando llegó la parte de la muerte de mi abuelo.

-Me hubiera gustado estar ahí- dijo con dolor.

-¿Por qué no estuviste?- le pregunté.

-Por vergüenza, ¿por qué más?. Tu abuelo era un gran sujeto, yo lo quisé como si fuera mi padre.

-¿Pero?, ¿qué pasó?-

-Ahh- soltó un suspiro y comenzó a contarme su historia.

–Mi madre era sirvienta en casa de tu abuelo. Cuando murió mi padre él nos dejo vivir en su casa porque ya no podíamos pagar una renta. Crecí con tu papá y desde pequeños nos hicimos amigos. Tu abuelo me apoyó para que yo siguiera estudiando, me trató como su hijo y yo lo quería como mi padre. Cuando mi madre murió en lugar de ser un huérfano me convertí en un Katin, él y Sergey eran toda mi familia. Tu padre siempre me presentaba como su hermano y se molestaba cuando alguien decía que no nos parecíamos. Así que a donde él iba yo iba detrás de él.

Me costaba creer lo que me estaba contando, mi padre estaba muy lejos de ser ese hombre del que me hablaba. Pero él nunca hablaba de su infancia o su pasado. Seguimos bebiendo y Vladislav continuó con su historia.

-Vinimos a estudiar aquí en la universidad, éramos jóvenes y queríamos comernos el mundo. Entre fiestas, burdeles y casinos perdíamos el dinero que tu abuelo nos enviaba para estudiar. Una noche fuimos a la apertura de un nuevo burdel "Alejandría" aunque le llamaban el nuevo Moulin Rouge, y ahí fue donde la conocimos. Se llamaba Elena, como tu.

No pude evitar poner cara de interrogación, mi madre me contó cuando era pequeña que mi padre estaba necio en llamarme Elena, pero nunca hubiera imaginado que había sido por causa de otra mujer. Estaba algo molesta pero sus ojos se nublaron y mi corazón se contrajo. No sabía si abrir la boca o dejarlo que continuara.

-Tenía la sonrisa más bella del mundo- dijo - el cabello castaño, sedoso; los ojos verdes como un campo en primavera. De inmediato tu padre y yo nos enamoramos de ella. Íbamos todas las noche a verla bailar embobados con sus piernas. Y como siempre digo, tu padre es el inteligente y yo el atractivo- se rió y bebió con amargura. –Los dos nos empeñamos en enamorarla, hacíamos circo maroma y teatro para llamar su atención. Y Serguey lo consiguió, ella se enamoró de él y a mí no me quedó otra opcion más que apoyarlos. Elena dejó de trabajar en el burdel y se fue a vivir con nosotros. Fue nuestra mejor época, fiestas, bohemios, poetas, alcohol, drogas.

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