Cinco: Máscara de madera

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El tiempo es tan relativo. Cuando estas disfrutando el momento una hora te parece un minuto; y cuando cuentas cada segundo, un minuto se te hace eterno. Un año, un año de guerra, un año de perdida, perdida para las dos. Ella perdió una amiga, yo perdí el corazón.

-¿Volkova, desde hace cuanto que no te peinas?- Pregunto María viendo a Yulia sentada afuera del salón de clases. Ella sólo agachó la mirada, y no dijo nada. Nosotras nos sentamos a un lado de ella.

-¿María, como puedes preguntar eso? ¡Obviamente no se peina desde hace años!- le dijo Ana.

-¡Yo se cómo solucionarlo!- Dije levantándome.

Me acerqué a Yulia, ella hizo un movimiento hacía atrás, pero estaba acorralada contra el respaldo de la banca. Tomé un mechón de su cabello. Ella cerró los ojos asustada; sus músculos se contrajeron esperando que le hiciera algo. Era la primera vez en mucho tiempo que me acercaba a ella, que la tocaba. Su cabello ya no era suave, era mas como fibras de acero encrespadas en la punta. Al ver que no hacía nada levantó la mirada hacia mí. Yo le sonreí. Ella parecía más confundida que antes, seguía esperando sin decir una sola palabra.

-Date vuelta- le dije, despacio, de manera tranquila, sin agredirla.

Seguía sin moverse, sin decir, ni expresar nada.

–Anda- le dije empujando su hombro para que se volteara.

Por un momento dejó de estar a la defensiva. Ella se hizo a un lado, y espero. Metí mis dedos entre sus cabellos, cepillando con ellos los meses de descuido que les había dado. Traté de ser suave, de no lastimarla, ni jalar muy fuerte. Tomé otro mechón de su cabello y los recogí ambos a la altura de su nuca. Le hice señas a María, no hicieron falta palabras, de inmediato María me dio lo que necesitaba para sujetar el cabello rubio de Yulia.

-Listo- le dije soltándola.

Ella me miró y me sonrió.

-Lena...-

Antes de que siguiera hablando Ana y María estallaron en carcajadas. Ella se tocó el cabello y en se embarró en los dedos parte del chicle que le había puesto.

-No tengo ligas... lo siento- dije en burla y descaradamente.

Un chico que estaba pasando en ese momento rió fuertemente. Lo miré y me pareció atractivo. Nunca lo había visto detenidamente. Sabía que se llamaba Vladimir, y que era parte del equipo de americano. Y sin duda era el próximo en mi lista. Tendría el privilegio de ser mi novio. Se dio cuenta de que lo estaba observándolo y me sonrió.

Todos nos reímos, todos menos Yulia, Yulia lloró esa mañana.

-Para que me recuerdes en tus vacaciones- le dije sonriendo. –Yo que tu no regresaría el próximo año- le dije amenazante.

Teníamos un mes de vacaciones y luego comenzaría nuestro último año de preparatoria. Esas vacaciones nos fuimos a la cabaña de Baikal, Sergey mi hermano mayor nos acompañó con su familia, Vladimir se la pasaba saliendo con chicas que acababa de conocer, mis padres se iban a esquiar, así que yo me iba a patinar sola. Una tarde en que el lago estaba prácticamente solo, yo decidí que era momento de vencer el miedo y aventurarme a patinar. El viento hizo que mi gorrito saliera volando así que despacio patine hasta él, las piernas me temblaban y con cuidado me agaché a recogerlo. Vi un par de patines frente a mí y una risa conocida llenó el ambiente.

-¡Lena!- Reconocí esa voz de inmediato. Sabía quien era y sabía que no quería verla.

"No le demuestres que te lastimó" me dije a mi misma.

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