Ruegos y rechazos

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LuHan amaba su empleo, pero odiaba que le dieran trabajo. Él era cantante, no un animador de discotecas.

—¿Por quién me toman? ¿Maluma?—se quejó, cabizbajo. Observó su micrófono y quiso arrojarlo lejos.—Debería estar en los MAMA, no aquí.

—TaeYeon oppar está ahí.—le dijo SeHun al mismo tiempo que le daba un beso en la mejilla.—A lo mejor toma lindas fotos y te las envía.

—No es justo.—gimoteó.—Yo quería ir.

—Pero estás aquí.—le acarició el cabello.—No te preocupes. Lo harás bien.

Cinco minutos más tarde, LuHan ya estaba dándolo todo en el escenario, bailando con dos lindas muchachas.

SeHun, en el camerino, guardaba el maquillaje de su novio en un estuche.


En la casa de Park Joy...

—¿Ya ves? Por hacer tus dietas.—le regañó su madre.—Saliste en todos los sitios de chismes.

—¡Pero ya todo se desmintió! Que no estoy con ChanYeol y que mucho menos estoy embarazada.

—¡Aún así! ¿No ves que eso afecta a tu padre?—se acercó a ella y le entregó un periódico.—¡Pueden quitarle su puesto por tanto escándalo tuyo!

—¡Pero no lo harán, mamá! Papá es eficiente en su trabajo.

—Todo por tu maldita gastritis. No quiero que vuelvas a hacer dietas, hija.

—Está bien...

—Pobre ChanYeol, pobre su celular... ¿Le compraste uno nuevo?

—No. ChanYeol salió hoy con su novio a comprarse un nuevo celular.

—Aprende. Deberías llamar a este chico... ¿SungJae? Invítalo a cenar.—sugirió su progenitora con una sonrisa pícara.—Parece un buen tipo.

—No me gusta, mamá. Es mi amigo, pero no me gusta. Yo quiero a ChanYeol.

—¡Deberías dejar ya ese capricho!

—¡Jamás!



Devuelta a la discoteca...

—Si necesita reggaeton, daleh. Sigue bailando, mami, no pareh.—LuHan meneaba las caderas mientras cantaba, completamente pegado al cuerpo de SeHun.

—¿No debes volver al escenario, ciervito?—le preguntó su novio al percatarse de que desde hace diez minutos LuHan no estaba animando la fiesta.

—No, ¿para qué? Tao unnie está ahí, animando.

—Entonces vayámonos a casa.—le susurró cerca de la oreja.

—Perfecto.—sonrió ampliamente.—Solo déjame avisarle a... ¡El negro!

—¿Quién? ¿Por qué te emocionas?—frunció el ceño, fastidiado.—¿El negro? ¿Tú y él solo es un camerino?

—¡No, weon!—chilló, señalando a una esquina de la discoteca.—¡Mira!

SeHun volteó hacia donde su novio señalaba.

Oh por dios.

El negro.

Su negro.

Kim JongIn.

En una esquina, muy alejado de la pista de baile, sentado sobre un sofá de cuero, descansaba Kim JongIn con una chica rubia a cada lado, y al frente suyo, una muchacha con la que conversaba animosamente.

Crónicas de un hombre angustiado (ChanBaek, KaiSoo, HunHan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora