Los hilos que rodean su garganta

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Adrien corrió de manera desesperada en dirección a la ventana que se encontraba abierta de par en par, había caído por dar un mal cálculo al subir las escaleras y ahora uno se sus tobillos comenzaba a inflamarse.
Aunque realmente le tenía sin cuidado.

Cuando se aseguró de que nadie en la calle estuviese tirado (pues era lo primero que había imaginado) tomó rumbo al balcón que conocía con tanta familiaridad.

Ahí estaba ella, se encontraba incada sujetando fuertemente el soporte del balcón mientras lloraba desconsoladamente.

–¿Adrien?– preguntó la madre de la joven que se encontraba a lado de la cama en la habitación esperando saber que pasaba.

Ella también estaba asustada.

–Por un momento pensé que... – las palabras del rubio flaqueron al ver como una pequeña criatura se asomaba levemente al lado de la azabache, subió los últimos escalones y arrastrándose con dolor llegó hacia donde Marinette se encontraba.

Por un momento pensó que realmente le había perdido.

–Y-yo– la azabache volteó levemente, sus ojos se encontraban rojos del llanto al igual que sus mejillas.
Por lo menos existía color en su piel.

–¿Realmente estoy loca? – Sabine suspiró inquieta ante lo que ocurría y que ella no podía apreciar –¿Por eso siento que ya no debería vivir? –

Se escuchó un sollozo aún más agudo, seguramente se trataba de Tikki.

–N-no–Adrien llegó hacia ella abrazandola con fuerza, intentaba ser fuerte pero realmente las lágrimas no paraban de atravesar sus mejillas –Por supuesto que no, es algo muy normal sentirse así –Marinette correspondió el abrazo de manera inmediata dejándose caer levemente.

Sabine subió junto con ellos.

–Por eso estamos luchando cariño– la mujer de cabello corto tocó con ternura la mejilla de su hija sin impedir que el abrazo terminase –Oye, yo se que es difícil– la menor asintió con fuerza ocultándose en el pecho del rubio que en esos momentos era su mejor confort.

–Pelea por nosotros– susurró el ojiverde mientras besaba su cabeza con ternura –Al final de cuentas tu eres la mejor heroína– Marinette levantó la vista observando de lleno a su compañero de clases.

La chica de colectas continuaba sintiéndose mal debido al rechazo pero al mismo tiempo quería disculparse pues sabía que Adrien se culpaba de algo sin argumentos.
Ella agradecía eternamente todo su apoyo.

Tal vez su madre tenía razón, se sentía profundamente deprimida a veces sin razón aparente y las ganas de vivir eran como una montaña rusa con altos y bajos en su autoestima.
Debía solucionar eso, por todas las personas que le apoyaban.

El abrazo que llevaba bastante tiempo era como una terapia para ella pues era la única forma de escuchar sus latidos, de sentirse vida.

O tal vez eran los latidos de otra persona, aquel ser cálido que emanaba una sensación reconfortable, algo que Marinette perdía con el paso del tiempo.

Entonces ella recordó que esa calidez era similar o más bien igual a la que sentía con Chat Noir. Ambas personas le apoyaban con gran entusiasmo aunque al día de hoy la azabache aún dudaba sobre las completas intenciones del héroe de París.

Sí, Adrien le había pedido vigilar a la chica desde un principio pero no es como si realmente se tratase de una obligación incluso con el paso del tiempo.

Entonces ¿Por qué? Su calidez es idéntica al igual que sus palabras aunque Chat Noir siempre usaba gestos más coquetos mientras Adrien se mostraba más respetuoso. Son familiares o...

Breathe MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora