Capítulo 5

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Fueron dos años de agua y aceite hasta que un día llegue a casa y no encontré ni una sola prenda en mi guardarropa, al menos no de color negro y tampoco maquillaje. Sólo eran colores pasteles, vaqueros azules, converse blancos.

No le hable durante un mes y me vi en la obligación de usar la ropa que se encontraba en ese guardarropa de pesadillas. El maquillaje fue aun peor por que mi piel era un desastre llena de pequeñas pecas repartidas por mi rostro, no había nada absolutamente nada de maquillaje ni siquiera base para ocultarlas. ¡Aunque sea maquillaje fresa! Rogaba pero ni eso.

Me acostumbre a ignorar mi rostro, así que me ahorro el maquillaje, en cuanto mi ropa negra sigue estando en mi pero ahora combinada con un color alegre.

¡Creo que en ese momento fue mi etapa de rebeldía!

¡Ese recuerdo quedará grabado en la historia! O al menos en mi mente, cuando ya este en mi etapa de abuelita en donde prepare galletas para mis nietos y les comente mis locuras, como lo hacía mi querida abuela, a él y a mi.

Él que fue mi amigo cuando estaba pequeña, fuimos de esos amigos que juegan en la acera, éramos complementarios, siempre felices o siempre en guerra. Jugábamos fútbol, baloncesto, escondite, ladrón y policía. Un sinfín de juegos, un sinfín de recuerdos los que desearía que nunca se borrarán de mi mente.

Me gustaría grabarlos tal y como se suceden, como un video.

Él en ese tiempo solo era mi amigo y recuerdo como su cabello estilo Bob, estaba claro por la manzanilla del shampoo que le compraba su mamá, era de mala calidad así que era obvio que eso iba a pasar o al menos eso era lo que decía mamá cada vez que lo miraba.

Sus ojos color gris azulados sus ojos jugaban un contraste muy hermoso con su cabello, aunque su hermana era muy distinta a él, ella de ojos verdes y cabello rojizo, cuando estaba pequeña no comprendía el color y la distinción, hasta ahora que las personas te consideran de edad para saber que son hijos de diferente padre y cuando escuchas esos ahí llega tu curiosidad por saber más o al menos para mi.

Cuando jugábamos su hermanita Carla de dos años menor que yo (en ese entonces tenía ocho años) siempre se nos unía si bien para jugar fútbol o baloncesto, pero si era el momento de jugar ladrón y policía si ella no estaba con su hermano lloraba y gritaba hasta que alguien cambia de lugar con ella.

Por lo general lo hacía Cesar primo de ellos o Julián amigo de él, sino yo solo para que guardará silencio y empezáramos a jugar, cada vez que sucedía algo así Verónica y Valentina las gemelas empezaban a decir que no era justo, que ellas deberían estar juntas también y muchas bobadas de las cuales ya no me recuerdo.

Éramos muy pocos aunque después de varios años se integraron más, yo y algunas otras personas más ya no encontramos el mismo interés a jugar, como Gabriel el hermanito de Julián y las hermanas de Cesar quienes son de mi edad pero su madre no les daba permiso de salir. Pero todo cambio cuando se mudaron una familia nueva, eran mis vecinos de lado derecho, él vivía de lado izquierdo.

Los Estrada, o como yo les llegue a decir "Los diablillos" era una familia algo grande, constaba de la Sra. Estrada, el Sr. Estrada y los "diablillos Estrada" eran cinco varones y una niña, Juan, José, David, Samuel, Daniel y Ruth. Una familia muy religiosa, eso se suponía la primera semana estuvo muy tranquila pero después de instalarse bien, comenzó todo.

Daniel el más grande cinco años más que yo (once años), salía de casa y cuando volvía se escuchaban gritos con palabras inimaginables de una familia religiosa, mamá si estaba cerca lograba taparme las orejas para que no escuchase, pero cuando no lo estaba podía escuchar cada una de las aberraciones salidas de la boca de la Sra. Estrada esa misma que parecía una dama respetable.

Incluso en alguna ocasión cuando las cosas llegaron a mayor, me encontraba sola mamá había ido a traer pan. El Sr. Estrada le pego a su hijo menor Juan con un cinturón, lo se por que lo dijo tan alto que el vecindario pudo haberlo escuchado.

-¿Dónde está mi cinturón? - Grito y yo sentía que estaba a la par mía. - David, dame el tuyo. - Exigió, no podía ver sus rostros pero me supuse que se lo entrego, por que empezaron a escucharse como se rompía el viento. - Miren todos para que les quede claro.

Me quedo claro que ahí se encontraban todos, cada cinturón que Juan recibía gritaba de dolor, perdí la cuenta al llegar a treinta. Eso fue muy cruel, solo se que no fueron seguidos paraba un momento y luego continuaba.

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