La plaza estaba tranquila esa mañana de sábado. El invierno estaba por acabar y la luz del sol se colaba entre las ramas secas de los árboles, para llegar al escarchado pasto. Algunas nubes grisáceas se elevaban en el cielo mientras una brisa helada silbaba juguetona entre palomas revoloteando. Louise Wiegand, sentada en una banca, las observaba con fascinación intentando disimular su nerviosismo. Jason, a su vez, observaba a Louise observar las palomas. Recordó cuando se encontró a Louise en la plaza por primera vez: estaba lloviendo y él estaba volviendo a casa desde la farmacia, cuando de pronto la vio tirada en el suelo, mojándose, sola.
Ya era la hora acordada por Matthew de juntarse en la plaza y no había rastros de él. Louise recordó cómo él la había dejado plantada en esa misma plaza para el día de su tercer cumplemés. Ahora se preguntaba qué le habría sucedido en verdad a Matthew cuando lo hizo, porque él le dio todo tipo de excusas, pero ninguna creíble. ¿Por qué a las personas les fascina guardar secretos? Incluso Jason ocultó la verdad sobre el príncipe azul.
Las palomas huyeron de la plaza, todas juntas.
-Hola, Lou -Louise y Jason se voltearon para ver a Matthew, con unas rosas en la mano.
-Hola, Matthew -le respondió Louise esquivándolo con la vista.
-Hola Jason -prosiguió Matt, con un tono de desprecio -¿tú qué haces aquí?
-Yo le pedí que me acompañara -habló rápidamente la chica, acercando su mano a la de Jason -Di lo que tengas que decir en frente de él, también.
Matthew miró fijamente al chico y se sentó en la banca también. Unos metros detrás de ellos, se encontraba Iris, observándolos sigilosamente e intentando escuchar algo.
»Entonces...habla.
-Bueno, Louise...te lo repetiré mil veces...te amo. Lo único que quiero es que me perdones. Sé que he hecho muchas cosas mal, y me arrepiento, pero no puedo estar tranquilo...no puedo vivir sin tu perdón -dijo Matthew con un semblante triste.
Louise tragó saliva.
-Matt...la cosa es que ya no te creo -dijo ella cabizbaja -. Aunque quisiera, no puedo, ya no soy capaz.
-Lou, por favor no digas eso, yo no sé qué haría si no hacemos las paces. Mi vida entonces, ya no tendría sentido.
Jason hizo una pequeña mueca de gracia. No podía creer lo teatrero y exagerado que era Matthew; nadie podría creerse esa actuación barata. El chico miró a Louise y la vio afligida. A ella las palabras le afectaban fácilmente. Jason puso su mano en el hombro de la chica.
Esa mano le transmitía calor a Louise, le transmitía valentía. Ella alzó su cabeza y miró a Matthew en los ojos.
-Lo siento, pero, no me puedes obligar a perdonar. Ya te he perdonado mucho, Matthew. Simplemente lo único que escucho en tus palabras son mentiras.
Matthew quedó seco. Vio en Louise algo diferente. Sus ojos, feroces y luminosos, lo fijaban directamente, su boca firme, y su cabello castaño claro, completamente ordenado. Esa no era la Louise de ojos llorosos, sonrisa inestable y cabellos desordenados por tanto arreglárselos cuando se ponía nerviosa. ¿Había cambiado algo en ella? No, ella era la misma, pero con Jason a su lado, podía superar sus debilidades.
»Es hora de que esto termine de una vez por todas. Matthew ya no te amo y nunca te amaré. Punto. No quiero saber nada más de ti. Ya no intentes hacerme cambiar de opinión, tus trucos no funcionarán otra vez -finalizó firme Louise.
Matthew no tenía palabras. La reacción de Louise lo tomó realmente por sorpresa. El chico miró las rosas que había comprado. Antes de siquiera poder entregárselas, una voz lo interrumpió.

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¿Destinados?
Novela JuvenilTodo comenzó una día lluvioso, sus vidas se entrelazaron sin ni siquiera darse cuenta. Jason y Louise son dos chicos tan diferentes y tan iguales al mismo tiempo. Se embarcarán en una aventura en busca del amor, pero lo que realmente encontrarán, es...