Capítulo 18

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Cap. 18 Mentiras

El castillo oscuro se erguía imponente y terriblemente poderoso. Sin embargo, tan sólo había sido fundamentado en la promesa de la devastación en Underland a manos de su Caballero Oscuro...un ser verdaderamente oscurecido por el odio y que, en su afán de poderío, había sometido a creaturas inocentes y estaba a punto de terminar con la vida de todos los de Underland, si no era detenido a tiempo.
Alicia apenas si tuvo tiempo de observarlo. No parecía horrendo, parecía terriblemente odioso. Su rostro desencajado ocultaba la verdadera naturaleza que su persona encerraba. Alicia podía presentir que tal vez ese hombre había sufrido mucho. Y sin embargo, le era un tanto familiar. ¿Por qué? No lo sabía, pero le parecía que era como la contraparte de Tarrant...no había colorido en él...era totalmente sobrio, extremadamente para el gusto de Alicia...imponente y erguido pretendía infundir miedo, sin darse cuenta que más que eso, lograba infundir lástima.
Avanzó con Alicia una vez que, a caballo, entraron al castillo. El caballero oscuro ayudó a descender a Alicia de su caballo y contemplándola un segundo, se quedó contemplando la blancura impoluta de su rostro...le parecía increíble que tanta pureza pudiera albergarse en el corazón de una mujer. Alicia apartó su rostro con horror. El hombre pareció sentirse un tanto ofendido.
- Veo que no te agrado...en lo más mínimo- masculló el Caballero.
- No...-resolvió ella sin mirarlo siquiera.
El Caballero fue insistente y dio varias vueltas alrededor de Alicia para ubicar su mirada. Alicia temblaba por dentro, pero ya no tenía tanto miedo como antes.
- Dijiste que querías conocerme...-susurró el Caballero Oscuro acariciando con el dorso de la mano el mentón de Alicia- y no veo...tu interés por ningún lado.
- Me habían hablado de usted...pero...no creí que realmente podría conocerlo...y mucho menos que sería usted...como lo es...
El Caballero se aproximó aún más a Alicia y soltó un dejo de su aliento cargado de voluptuosidad y de odio.
- Hueles delicioso...tienes un aroma...completamente exquisito- dijo soltando una sonrisa maquiavélica.
Alicia trató de no temblar. Así que sonrió a su vez, inclinándose para tratar de ocultar el temor que aquel hombre le infundía.
- Y bien, dime...¿qué cosas tan horrendas te han contado de mí?- preguntó él.
- Pues que...vive usted solo aquí y que...pretende acabar con Underland.
El Caballero se llevó las manos a los bolsillos del saco y gritó:
- ¡Todos están en contra mía! Se han confabulado para tejer historias alrededor de mi persona...cuando yo solamente estoy tratando de realizar un solo sueño...
- ¿Y...cuál es ése?- preguntó Alicia nerviosamente.
- Hacer renacer Underland...ahora se llamaría Darkland...¿no te gusta el nombre?- preguntó tratando de acercar su rostro al de Alicia.
Ella trató de aguantar el horror que le provocaba e insistió.
- Suena...interesante...¿y cómo piensa reconstruir el país?
- Es sencillo...primero tengo que doblegar a cierta persona...la Reina Blanca...ella es la primera que debe ceder a mis ofrecimientos...y tras ella...el Sombrerero Loco...ese idiota que cree tener la sartén por el mango, pero que sólo es un cretino...un estúpido soñador que piensa que puede alcanzar el cielo con las manos...
Le dolía mucho a Alicia escuchar la forma en que el Caballero se expresó de Tarrant, era hiriente y engreído. Alicia añadió:
- ¿No le gustan esa clase de personas?
- No...a decir verdad, no? Y dime...¿no te gustaría habitar este hermoso castillo?
- Pues...es hermoso...-comenzó a mentir.- Tiene...buen gusto...aunque creo que le faltan algunos ajustes...
- Así lo creo yo también- continuó él.- Quería que lo habitara una mujer con agallas...
- ¿Cómo Iracebeth?- preguntó Alicia.
- No...alguien con más carácter y valentía...Iracebeth era un pobre enferma de egoísmo...yo necesito a alguien más hermosa...
Alicia tembló un segundo.
- ¿Y a todo esto...cual es tu nombre, linda?-preguntó el Caballero Oscuro.
- A...Ada...
- Ada...corto y fácil de pronunciar...Ada...eres bellísima...tú podrías ser mi nueva princesa...pero no podría traerte aquí, hasta que no haya vencido a mis enemigos y no haya acabado con la vida de la peor de todas...Alicia...
La chica se conmocionó interiormente. Era demasiado para soportarlo. En su propia cara le había dicho que la quería muerta. Avanzó lentamente tratando de darle la espalda de nuevo. Pero el Caballero se acercó a ella de nueva cuenta.
- Ven...no me digas que no te agrado ni un poco.
Alicia fijó su mirada en él. Tenía ojos arrogantes, llenos de odio y de deseo. Trató de contenerse para no llorar. Y comenzó a mentir.
- Está bien...te ayudaré a conseguir lo que deseas...si tú quieres...yo sé dónde está Alicia...
- ¡Bien! – gritó el Caballero.- ¿Y qué es lo que piensas hacer?
- Voy a tratar de acercarme a ella a través de...el Sombrerero Loco...
- Pero necesito matarlo...
- Antes de eso...déjame intentar acercarme a ese tipo...lo enamoraré y cuando lo haya conseguido...lo entregaré en tus manos...¿estás de acuerdo, mi señor?
El orgulloso Caballero no sospecho nada, así que creyó en las palabras de la chica.
- Bien, Ada...así lo haremos...pero...recuerda una cosa...tú debes ser mia...sólo mía...¿entendiste?
- Claro...-dijo ella tratando de sonreírle de forma furtiva.

Dentro del castillo, El Sombrerero Loco se abría paso para avanzar por las cámaras. Tenía miedo por Alicia. No estaba seguro de lograr que aquel nefasto Caballero fuera capaz de respetarla. Tarrant avanzó con mayor rapidez por los pasillos del palacio. Bajó por unas escaleras y al llegar al fondo, encontró un pasadizo que parecía llevar a varias habitaciones. Una de ellas debía ser la del Caballero Oscuro.
Había toda clase de oscuros seres pintados en varias partes del lugar. Le provocaban demasiado horror tan sólo de mirarlos por dos segundos. Pero trató de ser más valiente y entrar en la cámara del Caballero.
Dentro había una urna que parecía esconder algún objeto. Ahí fue dónde pensó podría esconder el caballero sus tijeras.
Sin embargo, escuchó ruido de escolta.
Se escondió detrás de una cortina. Salió por otro juego de habitaciones. Ahí vio al Caballero en persona que escoltaba a Alicia hasta una habitación azul oscuro. Cuando el hombre la dejó, Tarrant se coló por un lado de la pared, sin ser visto.
Dentro Alicia trataba de contener la horrenda desesperación. Se arrellanó entre las almohadas azules cuando sintió los pasos de él del otro lado de la puerta.
- Soy yo, linda...-susurró Tarrant.
Alicia comenzó a llorar y dijo suavemente.
- Estoy aquí, pero...no puedo abrir. No sé si estoy encerrada con llave.
- No te preocupes- dijo el Sombrerero.
Sacó de entre sus cosas un juego de agujas y con una de ellas insertada en la chapa intentó abrirla.
Al fin, Tarrant abrió la enorme puerta y estrechó a Alicia en sus brazos.
- ¿Qué te ha hecho?- preguntó él.
- Nada...todavía...Tarrant...quiere matarme...sólo que no sabe quién soy yo...le dije que...lo ayudaría...para conseguir sus planes, pero será todo lo contrario.
- Lo sé- dijo él, comprendiendo.- No te asustes...
- Creo que lo mejor sería que te escondieras...si te encuentra te matará...
- Tal vez, pero no pienso dejarte sola.
- Ya sé...le pediré que me deje salir para que nos reunamos y así pueda comenzar mi plan...
- Sí...espero que lo decida...antes de que...
Alicia puso su mano en los labios del Sombrerero y le dio un suave beso que los consoló a ambos. Pero el miedo se seguía cerniendo sobre Alicia y Tarrant. ¡Quién sabe si podrían salir bien librados!

 ¡Quién sabe si podrían salir bien librados!

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Demente y Maravilloso AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora