Capítulo 27 Vísperas

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Cap. 27 Visperas


Mirana dijo a Tarrant:

- Por favor, hagan todo lo que Gualterius les pida por ahora, por favor...

- ¿Por qué haces esto, Mirana?- preguntó el Sombrerero.

- Tú mejor que nadie sabe lo que estoy haciendo...y por qué...él ha sido y será siempre...el amor más grande de mi vida.

El Sombrerero la miró con tristeza y se despidió de ella tomando sus manos. Luego huyó al interior del Castillo antes de que Gualterius volviera.

Alicia trataba de llegar hasta las cajoneras superiores. Pero decidió que primero abriría las inferiores con cuidado.

-Debo ser cuidadosa y procurar no hacer tanto ruido. Si tan sólo pudiera abrirlas- dijo jalando con fuerza hacia ella.

La manija del primer cajó estaba demasiado dura pero consiguió entreabrir...sin embargo, ahí no había nada.

Se descorazonó ligeramente y luego intentó abrir la siguiente. Esa manija era blanda, tal vez demasiada. Al tratar de jalarlo, un gusano se arrastró por el cajón, dejándolo sin manija. Alicia se asustó pero trató de recobrarse para no exhalar ni siquiera un suspiro que pudiera delatarla.

Chessur cuidaba el exterior para evitar que alguien pudiera descubrirlos.

Alicia, entonces, abrió el tercer cajón encontrando una bolsa pequeña que no le interesó abrir puesto que pensó que en semejante espacio tan pequeño no podrían caber las Tijeras del Sombrerero.

- Oh, ¿qué voy a hacer? Ya no alcanzo las demás...

Se sentó a llorar cuando reparó en la bolsilla de nueva cuenta, Al abrirla encontró un buen pedazo de Upelkuchen. Sus ojos centellearon de emoción. Probó un pedazo y comenzó a crecer hasta quedar a la altura del siguiente cajòn, encontrando un ejército de pájaros- lápiz que salieron corriendo.

Del siguiente salieron pájaros-sombrilla, tras haber comido otro pedazo. Lo mismo hizo con los siguientes cinco cajones hasta llegar al décimo. En él la chapa estaba cerrada con llave. De pronto reparó en ella. La pequeña llavecita dorada se hallaba en un cofrecito café de terciopelo azul.

Al fin entreabrió la puertita y logró quitar el sello. Luego abrió el cajón y ahí estaban las Tijeras, ahora para ella tan pequeña como su dedo pulgar.

Las trató con cuidado y las guardó, pero ahora se enfrentaba al problema de recobrar su estatura normal.

Mientras tanto el Sombrerero se encontraba ya junto a McTwisp preparando los detalles de la fiesta de té que había ideado llevar a cabo a fin de elaborar el supuesto plan que Gualterius esperaba.

McTwisp le preguntó:

-¿De veras piensas ayudar al Caballero Oscuro?

- Sabes bien que no, Conejo-continuó Tarrant- pero debo hacerle creer que sí, si es que no quiero morir antes de liberar a la Reina Blanca y a Alicia...la pobre está atrapada en su mentira y no puede salir a menos que tengamos las Tijeras Doradas. Conejo...¿dónde crees que esté ahora?

- No lo sé, pero espero que no esté en problemas, será muy difícil ayudarla si Gualterius la descubre.

El Sombrerero revisó el servicio de té, las galletas, el Battemberg, la mantequilla y el azúcar...

- Bien...creo que todo está listo.

En el Castillo de los Growins, Alicia seguía con el contratiempo de no poder regresar a su estatura normal. Aquella altura excesiva le recordaba la ocasión en que Iracebeth la había encontrado tras haber comido demasiado Upelkuchen.

Chessur llegó y no podía entrar, pues la excesiva estatura de Alicia bloqueaba la entrada.

-Estoy atrapada- murmuró Alicia con preocupación.

- No te preocupes, voy a robar un poco de Pishalver para devolverte a la normalidad...

Entonces el gato de Cheshire se aventuró a buscar en la cocina de Gualterius si había Pishalver para que Alicia lo probara.

Por fin un pequeño frasco en un anaquel superior le devolvió la tranquilidad, lo tomó con cuidado, sin embargo, la cantidad no iba a ser suficiente para el tamaño de Alicia, la situación se complicaba...


Demente y Maravilloso AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora