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— Yo... Bueno, sé que eres mi madre, y... –entonces se derrumbó y comenzó a llorar.

Ella tan solo le había preguntado qué podía recordar, pero su respuesta emocional hizo que la cuestión se respondiera por sí sola.

Lo abrazó y acarició su espalda, mientras Taylor apoyaba su cabeza en uno de los hombros de su madre.

— Os recuerdo a ti, a papá... –se quedó unos instantes pensando antes de continuar–. También al pequeño Tristen, a Trey y a Aaron... –suspiró mientras se limpiaba las lágrimas con las mangas de la bata de hospital–. No sabes la sensación de impotencia que te deja el conocer a alguien pero no saber nada de ella –murmuró mientras se recostaba cansado sobre la camilla.

— Entonces... Sí que has perdido la memoria –susurró algo deprimida–. ¿De verdad no puedes recordar nada? –Taylor negó con la cabeza.

— Siento como... como si todos mis recuerdos estuvieran hechos una bola y los hubieran almacenado en un rincón de mi cabeza al que no puedo acceder –se explicó haciendo gestos con las manos.

— Entiendo... –susurró aún dolida, pues el hecho de que su hijo no la recordara totalmente, la tenía destrozada, impidiendo que pudiera probar bocado o que pudiera concebir el sueño–. Voy a hablar con el doctor, amor –besó la frente de su hijo y se encaminó en la búsqueda del doctor.

[...]

— ¿Tiene fotos o vídeos de él? Desde que era pequeño hasta ahora, quiero decir –ella asintió–. Bien. Aún no podemos darle el alta, pero puede traer esas imágenes al hospital e ir enseñándoselas poco a poco. Taylor quizás las reconozca y, esforzarse en ello, puede que acelere el proceso de recuperación.

— Está bien, si eso puede ayudar... -dijo aún triste.

— Oiga... –agarró su brazo y la miró a los ojos–. Usted es afortunada de que su hijo no haya entrado en coma. Aún no sé ni como ha sido posible, pero... intente mantenerse alegre frente a él y quite esa cara de depresión que tiene –el doctor la soltó y la dejó sola en el pasillo, con la cabeza llena de dudas, como solía hacer.

[...]

La señora Caniff llegó a la habitación de su hijo con una caja llena de objetos personales que había sacado del dormitorio de éste, además de un grueso álbum de fotos. Un pequeño de unos siete años agarraba la mano izquierda de la señora, mientras observaba confuso a su amoratado hermano.

— Mami... ¿Qué le pasa a Tay? –susurró dedicando a su madre una tierna mirada.

Taylor lo miraba inseguro. Sabía que era su hermano pero, ¿cómo sabía eso? ¿Sería que la amnesia estaba reduciéndose? ¿O era sólo uno de los datos básicos a los que el doctor llamaba estímulos?

— Tu hermanito está enfermo, amor... –dejó la caja en el suelo y cargó al pequeño–. Y no recuerda muchas cosas, por eso tienes que ser muy bueno con él y ayudarle en lo que te pida –el pequeño asintió y los dejó a solas en la habitación.

Tristen miraba confuso a Taylor. Su mamá dijo que estaba enfermo pero, ¿por qué tenía tantas vendas y heridas?

— ¿Te han pegado? –dijo al fin, mientras se acercaba lentamente a la cama, pues no estaba muy seguro de que ese fuera su hermano.

— No –respondió seco, aún intentando recordar al pequeño.

— ¿Y por qué estás así?

Taylor no podía recordarlo, pero sí sabía que decirle que no se acordaba de él podría romper el pequeño corazoncito del menor, así que se limitó a decir que se había caído.

Tristen trepó a la cama y se acurrucó en el cuerpo del mayor, como solían hacer cuando uno de los dos andaba triste. Taylor, instintivamente rodeó el cuerpecito de su hermano.

— Yo sé que no te acuerdas de mí –murmuró–. Me miras rarito... Pero también sé que pronto lo harás y vas a volver a casa conmigo –besó la mejilla del mayor.

Taylor simplemente sonrió, pues él bien sabía que eso no iba a ocurrir así como así.

— Te he traído unas cosas... –se deshizo de su agarre y bajó de la cama con cuidado, caminando hasta la caja para agarrarla con sus pequeños y débiles brazos para dársela a su hermano. 

La caja contenía, además de un álbum de fotos, un gran número de bandanas, cromos de coches, un pequeño cuaderno y una especie de carta. Tristen agarró el álbum y volvió a acomodarse en el pecho del mayor, mientras pasaban las páginas de éste. 

— Mira, este bebé soy yo y ese feo eres tú –bromeó.

Taylor estaba alegre por las tonterías de su hermano, pero verse tan feliz en esas fotos y no poder acordarse de esos momentos hacía que toda felicidad desapareciera.

Cuando Tristen estaba a punto de soltar el álbum de fotos, una de las fotografías llamó la atención de Taylor. Este la agarró con ambas manos y la miró fijamente. En esta se podían observar dos niños tomados de la mano, mientras se miraban a los ojos de una forma tan tierna, que podrían derretir el corazón más frío de todos.

— Shawn... –fue lo último que dijo antes de que todo se volviera negro.

• • •

Vale, creo que he estado escondido en una cueva o algo, ¿cómo puedo tardar tanto en actualizar?

¡Aquí es donde empieza el drama!

Amnesia (Shaylor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora